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La semana pasada monseñor Luis Argüello —presidente de la Conferencia Episcopal Española— y César García Magán —su portavoz— lanzaron una reflexión que en cualquier foro civil habría pasado desapercibida: un adelanto electoral podría “desbloquear” la situación política en favor de los más vulnerables. Pero Jesús Bastante y Religión Digital convirtieron esa reflexión pastoral en un montaje de “injerencia eclesial”, aliñado con “fuentes cercanas” y “filtraciones exclusivas” que solo sirven al espectáculo progresista de sotana.
La Conferencia Episcopal Española (CEE) ha creado una Oficina de denuncias de delitos de odio y ofensas por motivos religiosos. Esta iniciativa surge en respuesta a la reforma legislativa promovida por el gobierno socialista del PSOE en coalición con Sumar, que busca derogar el artículo 525 del Código Penal, eliminando la protección penal frente a las ofensas contra los sentimientos religiosos. Según el Ejecutivo, esta medida pretende proteger la libertad de expresión y suprimir los llamados "delitos de opinión". Sin embargo, asociaciones religiosas y juristas advierten que esta reforma dejará a los creyentes en una situación de indefensión frente a ataques públicos contra sus símbolos y creencias.
A ver si lo he entendido bien: los obispos españoles abren la boca para decir que, quizá, lo que convendría a España —así, en genérico— es un adelanto electoral, y Félix Bolaños, en un rapto de histeria institucional, les escribe una carta como si fueran una célula terrorista. ¡Peligro! ¡Los mitrados piensan! ¡Opinan! ¡Y lo que es peor: no están de acuerdo con el Gobierno! Qué escándalo.
La opinión generalizada de muchos de nuestros contemporáneos es que los jóvenes de hoy en día están alejados de Dios, llevan a cabo una vida ajena a lo que dicta la Iglesia y claramente se ha dado una involución de la vida cristiana de forma general en la socieda Es cierto que el ambiente actual es menos cristiano y piadoso socialmente que lo que podía ser la España de los años setenta del siglo pasado, pero también es verdad que hoy hay muchos jóvenes que dan testimonio de su fe en Jesucristo en medio de su familia, amigos o compañeros de clase y de trabajo. Con naturalidad, sin sobresalir ni hacer cosas raras o llamativas.
Amo la misa tradicional. El silencio solemne, el latín que resuena, el rito que parece más oración que espectáculo. Es verdad: me conmueve. Pero justo cuando estoy a punto de abandonarme a la gracia, aparece el personaje. El custodio de la sacristía eterna. Ese que frunce el ceño si no llevas mantilla, que mide tu ortodoxia por el tipo de encaje que usas, y que convierte lo bello en búnker.
Reconozco que el Papa León XIV no deja de sorprenderme positivamente. En la audiencia del pasado 28 de mayo el Santo Padre se centró en la parábola del Buen Samaritano, relato que muestra la verdadera compasión cristiana ante el sufrimiento del prójimo. Y el Papa habló y sorprendió… ya lo creo.
Vivimos tiempos en los que la estrategia lo invade todo. Todo se convierte en cálculo, equilibrio de fuerzas, reuniones interminables, estructuras, y documentos bien redactados. Pero entre tanto plan, tantas mesas y tantas declaraciones, apenas se habla de Dios. Apenas se reza. Y sin embargo, rezar funciona.
En la capilla de la Conferencia Episcopal Española —ese discreto oratorio en la sede de Añastro donde nuestros pastores celebran misa en cada plenaria— Cristo resucitado guía la barca de la Iglesia, rodeado de los apóstoles, mientras una red rebosa peces como símbolo de las almas salvadas. Todo bellamente mosaiqueado, todo muy simbólico… todo obra de un tal Marko Ivan Rupnik.
En una entrevista concedida a Alfa y Omega, el cardenal José Cobo —arzobispo de Madrid y hombre de verbo alambicado y pastoral en tecnicolor— ha encargado a los sacerdotes jóvenes “ejercer un cambio”. No ha especificado muy bien de qué cambio se trata, aunque, por el tono general de la pieza, todo apunta a esa misteriosa transformación gaseosa que tanto gusta en ciertos ambientes: una suerte de aggiornamento perpetuo que nunca se sabe hacia dónde va, pero que siempre presume de ir “al encuentro” y “de la mano del Espíritu”.
Cuando el 8 de mayo el cardenal Dominique Mamberti anunció al mundo entero que Robert Prevost había sido elegido nuevo sucesor de San Pedro, la primera duda que embargó a muchos fue si Prevost seguiría la línea del Papa Francisco o, por el contrario, optaría por un pontificado de la línea de Juan Pablo II o Benedicto XVI.
Los abusos cometidos en el seno de la Iglesia Católica —abusos sexuales, de conciencia, de poder, de confianza— son una traición a lo más sagrado. No son simples errores humanos ni caídas inevitables. Son crímenes cometidos, muchas veces, por quienes deberían haber sido ejemplo de entrega, servicio y amor a Dios. Usar la autoridad espiritual para someter, manipular o destruir a otro no es debilidad: es perversión del ministerio.
Durante la Misa del Jubileo de las Familias, de los Niños, los Abuelos y los Mayores, celebrada este domingo 1 de junio de 2025 en la Plaza de San Pedro, el Papa León XIV pronunció una homilía que ha resonado con fuerza entre los fieles. Lejos de ambigüedades y desviaciones doctrinales, el Santo Padre ofreció un mensaje claro, profundamente arraigado en la fe católica, defendiendo la verdad del Evangelio y el papel sagrado de la familia como célula viva de la Iglesia.
El pasado 22 de mayo, el cardenal Juan José Omella participó en una jornada de reflexión en Barcelona en la que abogó por integrar los valores cristianos en la sociedad, combinando contemplación y acción como motor de transformación. Durante el evento, se debatieron estrategias para que las instituciones y las políticas públicas reflejen una supuesta impronta evangélica. La noticia completa sobre el evento puede consultarse en el portal de Iglesia Noticias.
El fin de semana pasado estuve en Roma con unos amigos y, como siempre, la Ciudad Eterna no defraudó. La historia imborrable y perpetua de sus calles, iglesias y monumentos, el ajetreo de romanos y turistas y ese acento italiano tan característico dejan una sensación de estar en un lugar único en el mundo. Aunque fue un viaje muy rápido el viernes por la noche pudimos ir a visitar la Plaza de San Pedro. Es complicado que pueda expresar el sentimiento que me produjo caminar casi a las 23:00 de la noche por una Via della Conciliazione totalmente iluminada encontrando ante mis ojos la imponente Basílica de San Pedro. Belleza en estado puro.
En tiempos en los que la realización personal parece ser el único horizonte válido, hablar del celibato suena casi a provocación. ¿Cómo explicar, hoy, que alguien renuncie libremente a formar una familia o a construir una vida "propia" por una vocación que exige entrega total? Y, sin embargo, el celibato sigue ahí: discreto, desafiando la lógica del mundo.
La última cruzada contra monseñor Reig Pla no ha nacido del amor a la verdad ni del respeto a los más vulnerables, sino de una histeria teledirigida que transforma una homilía en munición política. En un clima social donde el analfabetismo teológico se confunde con virtud cívica, toca recordar qué dice realmente la Iglesia... y desmontar, sin contemplaciones, a quienes se atreven a denunciar un catecismo como si fuera un crimen.
Según la Inteligencia Artificial el hecho de fiarse de alguien se puede definir como depositar la confianza en una persona, creyendo que actuará de manera honesta, responsable y en tu beneficio. Viendo los numerosos comentarios, análisis y puntos de vista que han surgido con motivo del cónclave que ha elegido a León XIV como sucesor de San Pedro, me he preguntado muchas veces estos días: verdaderamente, ¿nos fiamos de la Iglesia?, ¿creemos de verdad que la Iglesia actúa de manera honesta y en nuestro beneficio?, ¿descansamos en sus decisiones y criterios rindiendo nuestra opinión y puntos de vista a lo que nos dictamine?
Durante las últimas semanas, Infovaticana ha mostrado una actitud que desconcierta a cualquier católico que valore la verdad y la unida Sus ataques reiterados al entonces cardenal Robert Prevost, antes de su elección como Papa León XIV, dejaron en evidencia una deriva preocupante: más interés por alimentar suspicacias que por informar con rigor y respeto.
La homilía de inicio del pontificado de León XIV ha resonado como un susurro claro en medio del barullo. Donde antes abundaban las consignas difusas y las apelaciones sentimentales, ahora se escucha una voz pausada, seria, cargada de sentido teológico y apostólico. No ha hecho falta que el nuevo Papa haga alusión directa a su predecesor para que se entienda, línea por línea, que estamos ante un cambio de rumbo. Si algo transmite este discurso es el anhelo —y la decisión— de recomponer una Iglesia demasiado acostumbrada a convivir con la disonancia.
Lo podemos afirmar sin ningún complejo ni miedo a ser catalogados de nada. La elección de León XIV, y los primeros pasos que ha dado como sucesor de San Pedro y cabeza de la Iglesia, ha creado un clima y sensación de esperanza en muchos católicos. No hay más que ver los comentarios en redes sociales, periódicos o noticias para comprobarlo.
Habemus Papam. Y ha sido una sorpresa, aunque no por los motivos que algunos habrían deseado. La elección de Prevost ha supuesto una inesperada decepción para quienes aguardaban con impaciencia una figura beligerante, un líder dispuesto a dinamitar los puentes, ya maltrechos, de la doctrina católica . Lo que han recibido, sin embargo, es todo lo contrario: un pastor de consenso, un pontífice de reconciliación, y por ahora, de una vuelta a la cristocentrica visión pastoral de la vida católica.
Sí, lo leyeron bien. No es clickbait, ni una exageración piadosa. Si se están filtrando detalles del cónclave —votaciones, preferencias, alianzas— entonces hay alguien que ha roto un juramento sagrado. Y eso, en la Iglesia de Cristo, tiene nombre y pena: excomunión latae sententiae. No hace falta juicio, ni notificación. La excomunión cae como un rayo divino sobre el que traiciona la conciencia de la Iglesia reunida ante Dios.
La Iglesia Católica enfrenta un período de intensa división interna, caracterizado por el enfrentamiento entre sectores "conservadores" y "progresistas". Esta situación plantea un desafío significativo para la cohesión doctrinal y la identidad de la institución en un contexto de modernización y cambio social.
Está claro que durante el pontificado de Francisco, el derecho canónico ha sufrido un descalabro en el seno de la curia vaticana. La claridad y la estabilidad jurídicas se han visto mermadas por las urgencias pastorales, algunas con bastante presión mediática.
"Cónclave", dirigida por Edward Berger y basada en la novela de Robert Harris, es un thriller político-religioso que se adentra en la elección de un nuevo Papa tras la muerte de un pontífice progresista. La película, que destaca por su dirección sobria y la actuación de Ralph Fiennes como el cardenal Thomas Lawrence, explora las tensiones entre progreso y tradición dentro del Vaticano, generando reacciones divididas por su marcada carga ideológica.