¿Nos fiamos?

Según la Inteligencia Artificial el hecho de fiarse de alguien se puede definir como depositar la confianza en una persona, creyendo que actuará de manera honesta, responsable y en tu beneficio. Viendo los numerosos comentarios, análisis y puntos de vista que han surgido con motivo del cónclave que ha elegido a León XIV como sucesor de San Pedro, me he preguntado muchas veces estos días: verdaderamente, ¿nos fiamos de la Iglesia?, ¿creemos de verdad que la Iglesia actúa de manera honesta y en nuestro beneficio?, ¿descansamos en sus decisiones y criterios rindiendo nuestra opinión y puntos de vista a lo que nos dictamine?
Seguramente todos los católicos que intentamos vivir -con nuestras imperfecciones y numerosos pecados- según los mandamientos de la Iglesia, hemos tenido que escuchar de nuestros familiares y amigos, en no pocas ocasiones, frases como "Yo creo en Dios, pero no en la Iglesia", "Admiro a Jesucristo, pero no quiero saber nada de los curas" o alguna referencia, carente de todo sentido común, a la sencilla solución que tendría acabar con el hambre en el mundo vendiendo todos los bienes del Vaticano.
Los enemigos de la Iglesia, también enemigos de Dios (aunque suene duro, es así, porque la Iglesia es de Dios), han conseguido que en nuestra sociedad la idea de un Dios abstracto sin ningún tipo de precepto impositivo sea medianamente aceptable en los parámetros de la modernidad, que busca nuestra felicidad y realización más plena. Sin embargo, han conseguido que la Iglesia Católica y todo lo que le rodea, sea algo rechazado de forma completa y casi unánime por nuestros contemporáneos… y me atrevo a decir que hasta por muchos bautizados. Jerarquía, doctrina o preceptos son conceptos que para muchos tienen un hedor tan viejo y obsoleto como negativo, propio de épocas pasadas y superadas.
Ante esta situación considero que es importante, y tarea de todos los católicos, gritar, con nuestros actos y palabras -si fuera preciso- la verdad sobre la Iglesia, su fundamento y su principal misión. Es urgente aclarar que no se puede separar a Dios de su Iglesia, y que por tanto la Iglesia no se entiende sin Él. Que Jesucristo quiso fundar su Iglesia, compuesta por hombres y mujeres pecadores, pero asentada en el Espíritu Santo y bajo la autoridad del Papa de Roma. Sí, autoridad del Papa de Roma, he dicho. “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará” (San Mateo 16,13-20).
Ahora que hay muchos católicos, incluso dentro de los muros eclesiales, que abogan por revisar la doctrina que ellos consideran como “tradicional”, considerando de este modo que es una de las diversas corrientes doctrinales válidas, y que lo que la Iglesia ha predicado durante más de 2.000 años puede ser erróneo, y por tanto objeto de revisión, tenemos que ser claros y contundentes proclamando a los cuatro vientos que no.
Que no queremos, ni nos da la gana, que nos cambien la Iglesia de Cristo. Que no queremos adaptar la Iglesia a las costumbres ni modas pasajeras del mundo. Que no hay una doctrina tradicional ni conservadora ni otra progresista o liberal. Que solo hay una única doctrina, la de Cristo y su Iglesia. Que lo que queremos es que nuestra sociedad, enferma de la peor pandemia que puede existir que es el ateísmo y el alejamiento de Dios, se convierta y vuelva a mirar cara a cara a su Creador. Y que todo eso lo hacemos fiándonos plenamente de la Iglesia, de su predicación histórica, de su rica tradición y del amplio magisterio que los Romanos Pontífices, a lo largo de la historia, cada uno con su visión y con sus propios pecados y limitaciones, nos han dejado en herencia.
Fiarnos de la Iglesia… y de Cristo. ¡Ahí está el secreto!
No me fío de la Iglesia como entidad formada por hombres, me fío de la Iglesia, del Papa, de su jerarquía, de sus mandamientos y preceptos, de su magisterio, de su tradición… me fío de todo eso y más porque sé que es el único camino que Jesucristo me ha dejado para cumplir su voluntad en esta tierra y llegar al cielo, que es de lo que se trata, no nos olvidemos nunca… lo único importante.
Sí: me fío de la Iglesia, de su doctrina que traspasa el curso de la historia y de la autoridad del Sumo Pontífice, el Papa León XIV. Y que no me cambien nada… que así quiero que siga siendo.
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