El cardenal José Cobo preside una misa en el monasterio de Ciudad Lineal

El cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, presidió la Misa de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, en el monasterio de las Oblatas de Cristo Sacerdote, destacando la importancia de la oración y la unidad eclesial.

El claustro del monasterio de las Oblatas de Cristo Sacerdote en Ciudad Lineal acogió la Misa de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, presidida por el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid. Durante su homilía, el cardenal resaltó la relevancia de la oración y la entrega de las religiosas, afirmando que solo Jesús puede recompensar su vida dedicada.

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Frente a numerosos sacerdotes de la diócesis, el arzobispo explicó cómo el Evangelio según San Juan presenta la "oración sacerdotal de Jesús" durante la última cena. Según el cardenal Cobo, Cristo se ofrece al Padre como víctima, uniendo así la cena y la cruz para revelar el corazón misericordioso del Padre. Esta aparente debilidad es donde reside la eficacia salvadora del ministerio de Cristo.

El cardenal Cobo subrayó que los sacerdotes también experimentan debilidades, lo que les permite sentir compasión y ternura hacia su pueblo. Esta vulnerabilidad es una oportunidad para profundizar en su relación con Dios y demostrar que es Él quien sostiene y anima su labor pastoral.

El arzobispo destacó que los sacerdotes son enviados al mundo como Jesucristo fue enviado por el Padre. En una sociedad con nostalgia de Dios, los sacerdotes deben ayudar a despertar esa nostalgia interior y saciarla con el anuncio del amor divino. El cardenal Cobo enumeró actitudes necesarias para enfrentar los desafíos actuales, como aventurarse hacia nuevas orillas culturales y acompañar a las personas en sus procesos personales.

El cardenal Cobo hizo un llamamiento a la unidad entre los bautizados y los sacerdotes, siguiendo el deseo de Cristo de que "todos seamos uno". Subrayó que esta comunión es esencial en una cultura que ensalza el individualismo. El testimonio de unidad es crucial para que el mundo crea en Jesucristo como enviado por Dios.

Finalmente, instó a superar aislamientos y desuniones dentro de la Iglesia diocesana. Invitó a pedir la gracia para caminar unidos en estos tiempos nuevos, acogiendo las diferencias e integrando la diversidad en el vínculo sacramental del presbiterio.