La Navidad, esperanza perseverante en medio de la guerra en Tierra Santa
Los patriarcas y responsables de las Iglesias de Jerusalén llaman a vivir la Navidad como esperanza perseverante en medio de los conflictos y sufrimientos que siguen golpeando a Tierra Santa y a la región.
«Por tanto, ya que estamos rodeados de una tan grande nube de testigos, despojémonos también nosotros de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante, fijos los ojos en Jesús, el pionero y perfeccionador de nuestra fe…» (Carta a los Hebreos 12, 1-2a).
En estos persistentes tiempos de pruebas y conflictos en nuestra región, nosotros, patriarcas y responsables de las Iglesias de Jerusalén, permanecemos firmes en proclamar y afirmar, tanto a nuestras comunidades como a los fieles de todo el mundo, el mensaje de esperanza revelado en la Encarnación de Cristo y en la santa Natividad en Belén hace más de dos milenios.
Ayúdanos a mantener vivo este proyecto: DONAPorque en tiempos igualmente difíciles, un ángel del Señor se apareció repentinamente a los pastores de esta región para exhortarles a rechazar sus temores. «Porque mirad, os anuncio una buena noticia de una gran alegría que será para todo el pueblo. Porque hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, que es el Cristo, el Señor» (Evangelio según san Lucas 2, 10).
Fue arrodillándose ante el pesebre en esta gruta sagrada como los pastores se convirtieron en los primeros testigos del don gratuito del amor de Dios. Contemplaron a «Emmanuel», «Dios-con-nosotros» (Evangelio según san Mateo 1, 23; Libro de Isaías 7, 14), un Salvador divino que «se despojó a sí mismo, tomando la forma de siervo, naciendo en semejanza de los hombres» (Carta a los Filipenses 2, 7).
En su gran compasión por nosotros, el Todopoderoso se dignó revestirse de nuestra carne y sangre: vivir entre nosotros y sentir nuestro dolor; predicar después un mensaje de arrepentimiento y redención para todos los pueblos; servir a los oprimidos y afligidos antes de ofrecer finalmente su vida por nosotros para que podamos resucitar con Él a una Vida Nueva por la fe en el acto gratuito del amor divino (Carta a los Romanos 6, 4; Carta a los Efesios 2, 6).
Aunque este año nos alegramos porque un alto el fuego ha permitido a muchas comunidades celebrar más públicamente los gozos navideños, prestamos atención a la advertencia del profeta Jeremías contra quienes dicen: «“Paz, paz”, cuando no hay paz» (Libro de Jeremías 6, 14). Somos plenamente conscientes de que pese a la cesación declarada de hostilidades centenares de personas han seguido siendo asesinadas o heridas gravemente. Muchas otras han sufrido agresiones violentas contra sus personas, bienes y libertades no solo en Tierra Santa, sino también en países vecinos.
Nosotros, patriarcas y responsables de las Iglesias de Jerusalén, siguiendo el ejemplo del Señor en su Encarnación, mantenemos nuestra solidaridad con todos los que sufren y están abatidos. Por ello llamamos a los cristianos y personas de buena voluntad en todo el mundo a perseverar en la oración y promover una paz verdadera y justa tanto en la patria del nacimiento del Señor como en toda la tierra.
A quienes afrontan estas aflicciones recordamos la Carta a los Hebreos, que evoca cómo muchos fieles han permanecido firmes durante siglos frente a pruebas extremas (Carta a los Hebreos 11), así como el modo en que Cristo mismo es fuente viva para nuestra devoción hacia Dios (Carta a los Hebreos 12, 1-2a). Por tanto animamos a volver hacia Él para hallar fortaleza espiritual mientras el Cuerpo de Cristo busca aliviar sufrimientos y fortalecer la resolución para perseverar en la obra del Señor.
A través de estos sentimientos dirigimos nuestros deseos navideños más sinceros para todos aquellos que sufren. Que esta celebración sea ocasión para renovar la esperanza firme fundada sobre Cristo nacido entre nosotros.
