En una solemne ceremonia en la Basílica de San Pedro, el Papa León XIV proclamó santos a Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati, destacando su ejemplo de vida entregada a Dios.
En su homilía, el Papa León XIV reflexionó sobre la sabiduría divina y el testimonio de los nuevos santos, Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis. Comparó sus vidas con la de Salomón, quien preguntó: “¿Qué debo hacer para que nada se pierda?”, subrayando cómo estos jóvenes nos enseñan a vivir plenamente para Dios. En la primera lectura, se planteó la pregunta: “¿Quién ha aprendido tu consejo, Señor, si no has dado sabiduría y enviado tu Espíritu Santo desde lo alto?” (Sab 9,17). Esta cuestión, atribuida a Salomón en el Libro de la Sabiduría, resuena en la vida de los nuevos santos, quienes, como el joven rey, buscaron la sabiduría divina para seguir fielmente los planes de Dios.
El Papa León XIV recordó las palabras de Jesús en el Evangelio: “Quien no lleva su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo” (Lc 14,27) y “Ninguno de vosotros puede ser mi discípulo si no renuncia a todos sus bienes” (v. 33). Invitó a los fieles a entregarse sin reservas a la aventura que Cristo ofrece, vaciándose de apegos para escuchar su palabra. A lo largo de los siglos, muchos jóvenes han enfrentado este dilema, como San Francisco de Asís, quien, tras una vida de búsqueda de gloria, encontró en Cristo una nueva dirección.
El Santo Padre destacó las vidas de Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis, ambos enamorados de Jesús y dispuestos a darlo todo por Él. Pier Giorgio encontró al Señor a través de grupos escolares y eclesiales, mientras que Carlo lo hizo en su familia y comunidad parroquial. Ambos cultivaron su amor por Dios mediante actos sencillos como la misa diaria, la oración y la adoración eucarística. Carlo solía decir: “Frente al sol, te bronceas. Frente a la Eucaristía, te conviertes en santo”.
Aun cuando la enfermedad acortó sus vidas, Pier Giorgio y Carlo continuaron ofreciendo su amor y oraciones a Dios. Pier Giorgio afirmó: “El día de mi muerte será el más hermoso de mi vida”. Carlo recordaba que el cielo siempre nos espera y que amar hoy es dar lo mejor de nosotros. El Papa León XIV concluyó su homilía invitando a los jóvenes a no desperdiciar sus vidas sino a dirigirlas hacia lo alto, siguiendo el ejemplo de estos santos.