En Roma, hace apenas unos días, más de un millón de jóvenes de 146 países ocuparon plazas, calles y parques para vivir el Jubileo de los Jóvenes 2025. La explanada de Tor Vergata se llenó de colores, cantos, idiomas y risas, y no fue solo una gran concentración juvenil: fue una sacudida de energía y de fe para todo el mundo.
Estos jóvenes no fueron a encerrarse en un templo ni a vivir una fe de sacristía. Fueron a mostrar que creer no es aislarse, sino estar en medio del mundo con la cabeza alta y el corazón encendido. No buscaron refugio, sino impulso. No se escondieron del calor o del cansancio: lo abrazaron como parte de la aventura de estar vivos y con algo grande que aportar.
Se respiraba algo que en tiempos de escepticismo suena casi provocador: esperanza. No la esperanza ingenua que ignora los problemas, sino la esperanza combativa, consciente de que la fe puede transformar y que la juventud, lejos de alejarse, puede abrazarla con entusiasmo.
En tiempos en que muchos piensan que la fe es cosa de ancianos; en un contexto donde se repite que la Iglesia envejece, que los jóvenes se alejan, este encuentro ha mostrado lo contrario: La juventud puede tomar la iniciativa, inspirar y liderar. El Papa León XIV les lanzó un reto claro: aspirar a cosas grandes y no conformarse con menos. Y ellos respondieron con su presencia, su alegría y su capacidad de contagiar esperanza a cualquiera que los viera.
Lo más poderoso no fue el número —aunque un millón de personas es impresionante— sino la actitud: jóvenes que se saben parte del mundo y que quieren mejorarlo desde dentro. No se definieron por etiquetas ni por ser “un grupo religioso”, sino por el deseo de vivir con más intensidad, con más verdad y con más amor.
El Jubileo de los Jóvenes no fue solo un evento de calendario. Fue una llamada a todos, jóvenes y no tan jóvenes, a no quedarnos en el sofá criticando lo mal que está todo, sino a ponernos en pie y actuar. Si estos chicos y chicas fueron capaces de llenar Roma de esperanza, también tú puedes cambiar algo hoy en tu entorno.
La esperanza no es un sentimiento bonito: es una decisión. Y en Tor Vergata hemos visto que hay una generación que ha decidido no rendirse. Esa es la mejor noticia para todos