 
	Pedro Merino, delegado de Liturgia de la diócesis, subraya la relevancia de la solemnidad de Todos los Santos, destacando su dimensión escatológica y el papel de los santos como intercesores y modelos de vida cristiana.
El delegado de Liturgia de la diócesis, Pedro Merino, ha resaltado la importancia de la solemnidad de Todos los Santos, subrayando que esta celebración “confiesa la existencia de una muchedumbre de intercesores”. Según Merino, los santos, a través de su oración, ejercen su caridad y actúan como cuidadores de los fieles. Además, su vida ejemplar y sus escritos contribuyen a la oración incesante de la Iglesia. La oración sobre las ofrendas busca que los fieles sientan la intercesión de aquellos que ya gozan de la inmortalidad.
Merino también ha señalado que en la celebración de uno o varios santos se propone un modelo concreto de ejemplaridad, que puede manifestarse en la pobreza, la caridad, la fortaleza en el martirio o la oración. En particular, el pasaje evangélico de la solemnidad ofrece las Bienaventuranzas como ejemplo primigenio, manifestando el deseo de plenitud y felicidad inscrito en el corazón humano. Las Bienaventuranzas son vistas como una llamada divina al género humano para entrar en el Reino de Dios.
El experto en Liturgia ha enfatizado que la solemnidad de Todos los Santos comporta una dimensión escatológica. Los fieles no solo contemplan las virtudes y ejemplos de los santos para imitarlos, sino que en la liturgia terrestre se pregusta y participa en la Liturgia celestial. En este día, la liturgia expresa la esperanza de celebrar con los santos la victoria del Cordero en la Jerusalén celestial, asamblea festiva donde se congregan todos los santos.
