Raimo Goyarrola, obispo de Helsinki, conversa en exclusiva con Iglesia Noticias sobre la realidad de la Iglesia en Finlandia, el resurgir espiritual entre los jóvenes, la misión de los laicos, la nueva evangelización, el ecumenismo, el desafío de acompañar el sufrimiento humano y la sorprendente apertura religiosa de un país donde los católicos son solo el 0,2% de la población. En esta entrevista, comparte además anécdotas de su vida pastoral, experiencias de conversión y su visión sobre cómo vivir la fe con alegría y visibilidad en un contexto secularizado.
Antes de adentrarnos en la entrevista, esta semana, Raimo Goyarrola visitará Madrid y el viernes estará en el CEU presentando su libro. El viaje, como él mismo reconoce, es parte de la misión de recaudar recursos para una diócesis “súper pobre”. “Tenemos ocho parroquias y cuatro no llegan a fin de mes. Estoy construyendo una diócesis, su estructura. Un colegio católico:no hay, y quiero hacerlo este próximo año. Una casa para retiros y encuentros: no hay ninguna. Quiero un campamento para chavales, una casa de ancianos, más iglesias… No tenemos nada. Y todo eso cuesta dinero”.
Además, el obispo recuerda su libro Romper el hielo, donde recoge cincuenta anécdotas personales de su vida en Finlandia. “Tiene partes muy divertidas, otras partes más profundas”, explica. “Pero te hace ver Finlandia. Y, sobre todo, mi idea con ese libro es que cualquiera puede escribir un libro. En el fondo, es lo que hice yo para llevar a Jesús”. Sin duda, un libro muy recomendable para descubrir de cerca la misión y la vida cotidiana de la Iglesia en el norte de Europa.
¿Recuerda su primera impresión al llegar a Finlandia? ¿Sintió choque cultural, soledad o más bien curiosidad y apertura?
Me acuerdo perfectamente, era un día soleado de verano, 21 grados, así que el comienzo no pudo ser mejor. Yo llegaba con la típica lista de prejuicios,que si iba a hacer frío, que si todo sería oscuro, y al final nada de eso, se estaba fenomenal. Desde el primer momento empecé a hacer amigos sin ninguna dificultad, y gracias a ellos fui entrando en la sociedad finlandesa. No tuve ningún choque cultural, al contrario, estaba súper ilusionado y muy contento. Solo sabía dos palabras en finés, kiitos (gracias) y moi (hola), y con eso me manejaba. La verdad es que no me costó nada adaptarme.
¿Cómo es un día normal en la vida del obispo de Helsinki? ¿Cuáles son sus principales tareas y prioridades?
No existe un día “normal”; cada jornada es muy diferente. Viajo muchísimo, porque tengo todo el país a mi cargo, soy el único obispo católico de Finlandia, así que voy a muchas ciudades. Hay días enteros en los que estoy fuera, viajando y encontrándome con la gente. Esa es mi prioridad, la de estar con la gente, y por eso tengo que moverme tanto.
Cuando estoy en Helsinki, depende del día. Trabajo como mínimo 12 horas diarias. Recibo muchas visitas en la Casa del Obispo: católicos, no católicos, luteranos, cristianos de otras denominaciones, y en general mucha gente que quiere hablar conmigo. También está el trabajo ordinario con los sacerdotes, los distintos consejos diocesanos, reuniones, llamadas, mensajes, correos electrónicos y whatsapps.
La mayoría de las personas que contactan conmigo lo hacen para pedir algo: oraciones, ayuda por un hijo enfermo, alguien que se está muriendo y voy a visitarlo, una crisis matrimonial… No suelen llamar para dar buenas noticias, sino porque necesitan apoyo. Lo mismo pasa con los sacerdotes, los párrocos me escriben porque nuestra situación económica es muy mala y es que somos una Iglesia muy pobre y me piden ayuda, que tengo que buscar.
El día es muy rico y variado, con muchísimos temas distintos, pero mi prioridad siempre es la misma: estar con la gente y servir a la gente. Y, al mismo tiempo, mi vida empieza siempre por el Señor. Mi prioridad, lógicamente, es rezar. Sin la oración no hay quien saque adelante este ritmo; de hecho, yo no podría aguantarlo sin ella. Mi vida es para la gente, pero solo puedo entregarme así porque primero estoy con el Señor. Es alucinante el ritmo que llevo, y sin oración sería imposible.
¿Qué papel juegan los laicos y las pequeñas comunidades en una diócesis tan dispersa?
Para muchas familias, la iglesia más cercana está a 200 o 300 kilómetros, y yo siempre les digo que la Iglesia sois vosotros. Hace falta un templo para los sacramentos y para la misa, claro, pero la Iglesia viva sois vosotros, los católicos. Ese papel es importantísimo.
He creado también 16 grupos de trabajo en la diócesis dedicados a la nueva evangelización, cómo llevar a Jesús en nosotros para llevarlo a los demás. Son grupos de laicos acompañados por un sacerdote o una religiosa, y cada uno trabaja un tema distinto: religión en las escuelas, catequesis, ecumenismo, jóvenes, pastoral vocacional, familias, matrimonio, vida… Y hablo de laicos que trabajan directamente conmigo, incluso en aspectos de gobierno de la diócesis. Los laicos son fundamentales, estén cerca o estén lejos.
Por eso quiero visitarles, para que sientan la cercanía del obispo. Me emociono después de las misas. El fin de semana pasado recorrí unos 3.000 kilómetros, más o menos, y al terminar la misa la gente forma una fila para saludarme, abrazarme, hacerse un selfie o pedirme oraciones. Noto muchísimo el cariño de la gente, es una pasada. Estamos muy unidos, y yo les quiero muchísimo.
En contextos donde la religión parece irrelevante, ¿qué estrategias pastorales cree que pueden “despertar” la fe o la curiosidad espiritual?
Yo subrayo muchísimo la visibilidad. La calle es nuestra, nosotros somos la sociedad. Te cuento una anécdota: el año pasado organicé la primera procesión conjunta con los ortodoxos, llevando a la Virgen por las calles de Helsinki. Ellos llevaban un icono bizantino antiguo y nosotros una estatua de la Virgen de Fátima. Salimos de la catedral ortodoxa, hicimos una breve liturgia y caminamos hasta la catedral católica, cantando por las calles, ortodoxos y católicos juntos, cada uno con sus cantos y rezando unidos. Esa es la clave a nivel institucional: visibilidad a través de procesiones y encuentros públicos.
Pero también hace falta la visibilidad de los católicos en la vida diaria. Yo siempre les digo: el lunes sigues siendo Iglesia, no solo el domingo en la misa. Y la visibilidad empieza con cosas muy sencillas. Por ejemplo, cuando vayas a comer en el colegio, en la escuela, en la fábrica o en la empresa, haz la señal de la cruz. Parece algo muy simple, pero muchísima gente pregunta: “Oye, ¿qué es eso?”. Y ahí empieza la conversación sobre la señal de la cruz, sobre la fe. Es súper sencillo y súper eficaz. Se trata de vivir la fe con naturalidad, hacer el signo de la cruz, decir “he rezado por ti”, “he rezado por tu mamá que está en el hospital”. Hablar de la fe sin rarezas, de modo normal, visible, audible, tangible. Que se vea, que se oiga, que pase por los sentidos. Esa es la estrategia más eficaz.
¿Hay algo que la Iglesia universal pueda aprender del modo finlandés de vivir la fe?
Bueno, por supuesto. De hecho, estuve con el Papa León en septiembre. Los obispos nórdicos estuvimos con él en Roma y el Papa nos dijo que la Iglesia universal tiene que aprender de las Iglesias del Norte de Europa, y habló sobre todo de Finlandia. Él lo sabe todo de Finlandia, he estado ya cinco veces con él y conoce perfectamente la situación. Hablaba en plural, por humildad, pero yo creo que se refería a Finlandia (decía entre risas).
Dijo que la Iglesia universal tiene que aprender de nosotros, primero, la vida de fe, que los católicos, aunque sean minoría, tienen ilusión por la nueva evangelización. El Papa León nos dijo que somos un gran ejemplo de eso, que allí donde estamos queremos llevar a Jesús a los demás. La nueva evangelización es eso, donde estén los cristianos, llevan a Jesús.
Nos dijo también que la misa es muy importante y destacó el esfuerzo que hacemos para celebrarla en muchas ciudades donde no hay iglesia católica. Subrayó el esfuerzo de los laicos: 100 kilómetros, 200 kilómetros para ir a misa. Esto es una maravilla, la misa como centro.
Y lo último fue el ecumenismo. También dijo que somos ejemplo de ecumenismo, la relación con otros cristianos en amistad, fraternidad y confianza, y cómo vivimos eso en estos países. Yo repito, es mi interpretación, pero menciono Finlandia porque, hablando con los obispos del resto de los países nórdicos, es verdad que en Finlandia es donde mejor estamos en ecumenismo. No es porque yo sea de Bilbao, pero, en fin, ya todo influye (decía también entre risas).
Usted es médico además de teólogo. ¿Cómo cree que la Iglesia puede iluminar debates éticos como la eutanasia o el sentido del sufrimiento?
Pues mira, la Iglesia está en muchos países en primera línea. ¿Quién está cuidando a esas personas que están muriendo, por ejemplo? Muchas veces son instituciones católicas. Y muchas veces es una monja que se acerca, o un sacerdote, o un laico de una parroquia, o la propia familia, que son católicos. Es decir, la Iglesia actúa y predica con las obras.
Yo creo que el ejemplo de la Iglesia es maravilloso en tantos países. Y es bueno recordar que la Iglesia Católica, a diferencia quizá de otras denominaciones cristianas, no va con la Biblia por delante diciendo “como dice la Biblia…”. Es verdad, la Biblia es fundamental, pero la Iglesia Católica es muy humana. Y para la Iglesia Católica la razón es importantísima.
Por eso creo que es importante que cualquier católico, porque todos somos Iglesia, lleve el debate sobre sufrimiento, eutanasia o aborto al terreno de la razón. El problema es que mucha gente que está a favor de la eutanasia o del aborto, cuando la razón dice que son malas, es porque detrás hay una ideología. No digo que siempre, pero una ideología pone la razón en segundo plano y corre el riesgo de volverse fundamentalista. La Iglesia Católica, en cambio, está en el plano de la razón, y por eso siempre busca el diálogo. Los más dogmáticos son quienes viven de ideologías. Es muy interesante. A nivel de razón y a nivel humano, la Iglesia tiene un papel importantísimo para hablar con personas que piensan distinto, para quienes la solución es la muerte, porque creen que la solución al sufrimiento es matar. Eso no es razonable.
Yo estudié medicina para curar, y si no puedo curar, estoy para aliviar, para acompañar. Siempre se puede hacer eso. Pero matar no es una solución médica ni humana. Por lo tanto, el discurso de la Iglesia en este sentido es racional, es humano, y cualquier persona que quiera razonar y dialogar con nosotros va a encontrarnos dispuestos.
¿Cuál es el mayor obstáculo que encuentra hoy la Iglesia para llegar al corazón de la gente?
Depende de a qué llames Iglesia. Si la Iglesia es la institucional,el obispo, el cura, el Papa, pues bueno, llegamos a lo que llegamos. Pero si la Iglesia es todo cristiano, entonces no hay obstáculo, porque estés donde estés, tú eres la Iglesia. Este es mi mensaje a los católicos de Finlandia “tú eres Iglesia”. Por tanto, el lunes, el martes, el miércoles, ahí donde estás, tú llevas a Jesús a los demás. Y hay que predicar el Evangelio con el ejemplo, con la oración, con el cariño, hablando con la gente, dando consejos.
Entonces, obstáculos… yo no veo ningún obstáculo. El obstáculo es quizá el católico que no habla de Jesús, que no lleva a Jesús a los demás. Pero yo diría eso. Ahora, si hablamos del obstáculo como institución, pues no lo sé. Yo llevo aquí 20 años y te puedo garantizar que no veo ningún obstáculo ni dificultades. Es más, lo que veo es una sed de Dios, un hambre. Hay un interés por la religión, especialmente por la Iglesia católica. No hay día que no tenga mensajes o que venga gente a mi casa sin previa cita, interesados en la Iglesia católica. Y a nivel digital, internet… hay un interés enorme, sobre todo en los jóvenes. Hay como un resurgir de los jóvenes, sobre todo varones, chicos de entre 14 y 25 años aquí en Finlandia. Hay un resurgir y un interés muy grande, sobre todo por la Iglesia católica. O sea que yo no veo obstáculos. Los obstáculos son los que ponemos cada uno de nosotros por no hablar o por no saber hablar.
A nivel de sociedad, te hablo de Finlandia, llevo muchos años fuera y en España no sé, yo no veo obstáculos. Al revés, ahora estamos en un momento muy bonito, por ejemplo con la muerte del Papa Francisco. Finlandia es un país católico al 0,2%. Bueno, pues el funeral fue retransmitido en directo, cinco horas. Invitaron a los católicos, por primera vez en la historia, a los telediarios para hablar del Papa Francisco y de la Iglesia católica. Después, el cónclave fue seguido en televisión cada día. Pero un interés enorme, los no católicos, los luteranos, los no luteranos, todo el mundo. Cantidad de amigos míos que no son católicos me decían: “Mira, lo estamos siguiendo en el móvil”, y cuando llegó la noticia, gritaban en la empresa: “¡Tenemos Papa, tenemos Papa!”, en plural, pero no católicos.
Entonces, no sé si Finlandia es una excepción, pero aquí ha sido todo súper positivo y creo que estamos en un momento muy bonito de crecimiento. La Iglesia Católica en Finlandia está creciendo muchísimo: con niños, bebés, pero también con muchas conversiones de adultos. Y todo es súper positivo.
En sus años de misión, ¿ha visto conversiones o reencuentros con la fe que le hayan marcado especialmente?
Sí, sí, he visto muchas, pero hay una que siempre recuerdo. Conocí a un finlandés que no estaba bautizado, no creyente, pero un hombre muy bueno. Era aficionado al Athletic Club de Bilbao, porque en aquella época la televisión finlandesa retransmitía partidos de la liga española y un día explicaron la filosofía del Athletic. Aquello le enganchó y se hizo forofo total.
Nos conocimos por casualidad y, un día, le dejé un Evangelio para que lo leyera. Empezó a leerlo y me dijo: “Oye, háblame más de Jesús”. Y así fue avanzando hasta que, al final, lo bauticé. A través de la lectura del Evangelio se convirtió. Me parece algo muy bonito.
¿Qué cree que buscan realmente los jóvenes cuando dicen sentirse vacíos o desorientados?
Yo creo que los jóvenes, como cualquier ser humano, necesitan ser escuchados, ser comprendidos, sentirse queridos, y también sentirse útiles y ver que tienen un papel en la sociedad. En la Iglesia, gracias a Dios, ahora tenemos cantidad de jóvenes. Por ejemplo, en confirmación hay un “boom”, este año he confirmado a cientos, es una pasada.
Yo les transmito esto: “Mira, yo cuento con vosotros. Sois tan importantes como el obispo; es más, sois más importantes que el obispo”. Y creo que a un joven al que quieres, al que entiendes, escuchas y comprendes, y al que le das espacio y te fías de él, ese joven ya empieza a funcionar. Todos tenemos nuestras riquezas, y los jóvenes miran hacia adelante. Un anciano mira al pasado, el adulto vive más el día a día, pero el joven tiene, en principio, el tiempo por delante.
Así que yo diría eso: ser escuchado, ser comprendido, sentirse querido y tener una responsabilidad. Que se sienta responsable de una tarea, en el caso de la Iglesia, de la nueva evangelización.
De hecho, hace dos días, esto es una primicia para Iglesia Noticias, no lo sabe ningún medio, he creado un centro pastoral que quiero que sea el eje, el motor de la nueva evangelización. Y tengo allí a tres jóvenes. Y, claro, yo me fío de ellos.
¿Cómo puede cualquier fiel ser misionero en su entorno cotidiano?
Sentirse querido por Dios, sentirse llamado por Dios para llevar a Jesús a los demás, estés donde estés.
La clave está en los primeros cristianos. Los primeros cristianos no tenían una estructura diocesana o parroquial como hoy. Poco a poco fueron apareciendo Iglesias, parroquias, estructuras. Pero ¿cómo se transmitió la fe al principio? De tú a tú: de familia a familia, de amigos a amigos, de vecinos a vecinos. Era el ejemplo, era la relación, era la conversación. Y eso arrastraba a los demás. Los paganos decían: “Mirad cómo se quieren”. Hay cantidad de documentos antiguos donde se ve cómo la vida cristiana chocaba con las costumbres de la época. Y fueron los laicos quienes transmitieron la fe. Después llegaron los grandes evangelizadores del desierto, las órdenes religiosas, los misioneros… pero en los primeros siglos fueron los laicos. El presbítero llegaba, hacía lo que podía —los sacramentos, etc.—, pero eran los laicos los grandes evangelizadores.
Por eso yo creo que hay esperanza en la Iglesia en todo el mundo, porque hay muchos laicos. La Iglesia sigue creciendo en laicos y hay que activarlos. El bautismo es un motor, es una llamada, Dios te ha marcado, te ha dicho “eres hijo mío y te llamo”. Es una llamada, un amor, una vocación y una misión. Pues venga, enciéndete y lleva el Evangelio a los demás.
Así se activa, ahí donde estés.
