El evento, organizado por la Delegación de Catequesis, subrayó la importancia de la inclusión y el reconocimiento de las personas con discapacidad en la Iglesia, con testimonios y una homilía del obispo Satué.
El pasado viernes 12 de diciembre, la Catedral de Málaga acogió el Jubileo de las personas con discapacidad, un evento promovido por la Delegación de Catequesis a través de su área de discapacidad. La celebración fue presidida por José Antonio Satué, obispo de Málaga, quien recibió a los participantes en el Patio de los Naranjos antes de cruzar la Puerta Santa. Durante el acto, se leyó un manifiesto que subrayó la importancia de la inclusión y el reconocimiento de las personas con discapacidad como parte integral de la Iglesia.
El obispo Satué, en su homilía, destacó la relevancia de las personas con discapacidad en la vida eclesial, afirmando que su participación no es un gesto de caridad, sino un acto de justicia. Subrayó que la vida no se mide por la fuerza física, sino por la capacidad de amar. Además, enfatizó la alegría como una certeza del amor de Dios, animando a la comunidad a ser acogedora y a reconocer el valor de cada individuo.
Durante la celebración, se compartieron testimonios de personas con discapacidad, como el de Saray, quien cantó el salmo, y Juan Manuel, un joven ciego que expresó su deseo de colaborar en la Iglesia. También participaron Mari Carmen Martell, Miguel Ángel y Cristina, quienes dieron visibilidad a la diversidad y riqueza de la comunidad. El evento concluyó con una oración de acción de gracias, pidiendo por una Iglesia más inclusiva y humana.
Gonzalo Martín, delegado de Catequesis, expresó su emoción por el éxito del evento, destacando la importancia de la participación plena de las personas con discapacidad en la vida de la Iglesia. Recordó que el Jubileo de las personas con discapacidad en Roma subrayó que cada persona es un regalo imprescindible para la Iglesia y la sociedad. El encuentro en Málaga buscó reavivar la esperanza y abrir espacios de inclusión real, reconociendo que la fuerza de la Iglesia reside en la humildad y la debilidad compartida.
