Oración personal para el Lunes Santo

Señor Jesús, aquí estoy ante Ti, realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te adoro desde lo más profundo de mi ser. Creo firmemente que estás aquí, vivo y verdadero, aunque oculto a mis ojos. Vengo a tus pies en este Lunes Santo, al inicio de la Semana en que celebramos los misterios centrales de nuestra fe: tu Pasión, Muerte y Resurrección.
Quiero acompañarte en estas horas, meditar en tu amor y en tu entrega por mí y por toda la humanidad. Te pido que abras mi corazón y mi entendimiento para comprender, aunque sea un poco, la profundidad de tu sacrificio y la inmensidad de tu misericordia.
(Pausa breve para recogimiento)
Señor, en este Lunes Santo, la liturgia nos recuerda tu celo por la casa de tu Padre, cuando purificaste el Templo de Jerusalén. Veías cómo la casa de oración se había convertido en un mercado. ¡Con qué autoridad mostraste tu divinidad y tu amor por la santidad del lugar dedicado a Dios!
(Reflexiona en silencio sobre cómo está el “templo” de tu propia alma. ¿Qué necesitas purificar? ¿Qué ocupa el lugar que debería ser solo para Dios?)
Ayúdame, Jesús, a purificar mi propia alma. Expulsa de mí todo lo que te desagrada: el egoísmo, la soberbia, la envidia, la falta de caridad, la pereza espiritual, mis apegos desordenados. Que mi corazón sea verdaderamente una casa de oración, un lugar donde Tú te sientas acogido y amado. Dame un santo celo por tu gloria y por la salvación de las almas.
También recordamos, Señor, la unción en Betania. Mientras algunos criticaban el “derroche” de María al ungirte con un perfume costoso, Tú la defendiste porque ella anticipaba el cuidado de tu cuerpo para la sepultura. Fue un acto de amor puro, generoso y sin medida.
(Piensa en tu propia generosidad con Dios. ¿Le das lo mejor de tu tiempo, de tus talentos, de tu amor? ¿O calculas y mides tu entrega?)
Enséñame, Señor, a amarte así, con un corazón generoso y sin reservarme nada. Que sepa “derrochar” mi vida y mi amor a tus pies, reconociendo que Tú lo mereces todo. Que no me preocupe por el “qué dirán”, sino solo por agradarte a Ti.
Miro tu Cuerpo Sacratísimo aquí presente, memorial perenne de tu Pasión. Perdona mis pecados; me duelen mis infidelidades y tibieza; las veces que te he negado con mis actos o mis omisiones me arrepiento de corazón por haberte ofendido.
(Haz un breve examen de conciencia y pide perdón por tus faltas concretas)
Lávame con tu Sangre Preciosa; purifícame y renuévame. Te pido la gracia de una verdadera conversión en esta Semana Santa. Dame fuerza para acompañarte en el camino de la Cruz; fe para no dudar de tu amor en medio de las pruebas; esperanza firme en tu victoria sobre el pecado y la muerte.
(Presenta tus peticiones personales con confianza)
Te pido Jesús Eucaristía por tu Santa Iglesia: por el Papa Francisco; nuestro obispo; todos los sacerdotes consagrados y laicos. Ilumínalos y sostenlos. Te pido por la paz del mundo; los que gobiernan las naciones para que busquen justicia y bien común. Encomiendo a los que sufren: enfermos; pobres; solos; perseguidos por su fe; quienes están en pecado mortal. Dales consuelo; fortaleza; luz.
(Recuerda a tus seres queridos vivos o difuntos encomiéndalos a Jesús)
Gracias Señor por este regalo inmenso Eucaristía quedarte con nosotros cada día paciencia infinita conmigo amor nunca cansa perdonar esperar Pasión redentora gloriosa Resurrección.
Alma Cristo santifícame Cuerpo Cristo sálvame Sangre Cristo embriágame Agua costado Cristo lávame Pasión Cristo confórtame ¡Oh buen Jesús! óyeme Dentro llagas escóndeme No permitas aparte Ti Del maligno enemigo defiéndeme En hora muerte llámame Y mándame ir Ti Para santos alabe Por siglos siglos Amén.
(Permanece unos momentos silencio adorando Jesús Sacramentado)
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