Oración personal para el Miércoles Santo

Oración personal para el Miércoles Santo

Señor Jesús, Pan de Vida Eterna, me arrodillo humildemente ante tu Presencia Sacramental. Te adoro con todo mi ser, reconociendo tu majestad divina oculta bajo el velo sencillo del pan. Creo en Ti, espero en Ti, Te amo sobre todas las cosas. Vengo a tu encuentro en este Miércoles Santo, un día marcado por la sombra de la traición, pero también por la fidelidad de tu amor hasta el final.

Deseo acompañarte en estas horas cruciales, mientras el plan de salvación avanza hacia su culmen. Abre mi corazón, Señor, para que pueda meditar con fruto los misterios de este día y prepararme para celebrar dignamente el Santo Triduo Pascual.

(Pausa breve para aquietar el espíritu)

Señor, hoy la liturgia nos recuerda cómo la traición se gestó en el corazón de uno de los tuyos. Judas Iscariote, a quien Tú habías llamado y elegido como Apóstol, fue a los sumos sacerdotes y les ofreció entregarte. “¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?”. Y le asignaron treinta monedas de plata. ¡El precio de un esclavo por el Rey del Universo!

(Reflexiona en silencio: ¿Cuál es el “precio” por el que a veces yo te traiciono? ¿Es mi comodidad, mi orgullo, el miedo al qué dirán, un placer pasajero, un bien material? ¿Valoro realmente tu amistad y tu gracia por encima de todo?)

¡Qué misterio de iniquidad, Señor! ¡Qué dolor para tu Sagrado Corazón ver cómo el amor es despreciado y vendido por tan poco! Perdóname, Jesús mío, por todas las veces que yo también te he traicionado. Perdona mi falta de generosidad, mis cálculos egoístas, las veces que he preferido cualquier cosa antes que tu voluntad y tu amor. Perdona las veces que, como Judas, he actuado en la oscuridad, buscando mis propios intereses en lugar de tu gloria.

Límpiame, Señor, de toda complicidad con el mal. No permitas que mi corazón se endurezca. Dame la gracia de valorar el tesoro infinito de tu amistad y de tu presencia en mi vida. Que nunca te venda por las “treinta monedas” que el mundo me ofrece.

Y Tú, Señor, sabiendo todo esto, no retrocediste. Continuaste tu camino hacia Jerusalén, dispuesto a entregar tu vida. En estos momentos previos a la Última Cena, tu amor no disminuyó sino que se preparaba para la máxima entrega en la Cruz y en la Eucaristía.

(Piensa en la fortaleza y la determinación de Jesús. A pesar de la traición y el abandono inminentes, Él sigue amando y obedeciendo al Padre.)

Enséñame, Jesús, a perseverar en el bien incluso cuando enfrente dificultades, incomprensiones o traiciones. Dame la fortaleza para seguir amando y sirviendo poniendo mi confianza no en los hombres sino en Ti y en el Padre. Que mi mirada esté fija en cumplir la voluntad de Dios cueste lo que cueste.

Miro tu Cuerpo Santísimo en este Sagrario, memorial de tu entrega y prenda de nuestra salvación.

(Realiza un acto de contrición personal pidiendo perdón por tus pecados específicos)

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero Creador Padre y Redentor mío por ser Tú quien eres Bondad infinita y porque te amo sobre todas las cosas me pesa de todo corazón haberte ofendido; también me pesa porque puedes castigarme con las penas del infierno. Ayudado de tu divina gracia propongo firmemente nunca más pecar confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.

(Presenta tus súplicas con confianza filial)

Te pido Jesús Eucaristía por el Papa los obispos y sacerdotes para que sean pastores fieles y santos según tu Corazón. Te pido por la conversión de los que viven alejados de Ti especialmente por aquellos que te traicionan con sus vidas. Te encomiendo a los que sufren a causa de la traición o la injusticia. Te pido por la paz en el mundo y la conversión de los corazones. Te presento mis necesidades personales las de mi familia (menciónalos) y las de toda la humanidad.

(Dedica un tiempo a la acción de gracias)

Gracias Señor por tu amor incondicional que no se detiene ante nuestra miseria. Gracias por tu presencia real en la Eucaristía alimento y fortaleza en nuestro camino. Gracias por el don del perdón y la reconciliación. Gracias por permitirme acompañarte en esta Semana Santa y prepararme para celebrar tu Victoria Pascual.

Alma de Cristo santifícame
Cuerpo de Cristo sálvame
Sangre de Cristo embriágame
Agua del costado de Cristo

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