El obispo de Barbastro no sabe jugar al mus
El obispo de Barbastro no sabe jugar al mus

Entre vírgenes itinerantes, auditorías invisibles y cartas del Papa con aroma a novela, Monseñor Pérez Pueyo pierde la partida antes de repartir las cartas.

“¡Que nooooo, que era bromaaaaa!”, dijo el obispo trampantojo.

Y otra vez, cómo no, Vida Nueva al rescate. Porque si hay que hacerle una entrevista melosa a un obispo en apuros o ponerle violines a una homilía con tintes de “drama espiritual", ahí están ellos listos para publicar con lágrimas en la mejilla: El obispo de Barbastro-Monzón nunca ha pensado en renunciar. Qué alivio. El pueblo estaba al borde del colapso.

Que nooooo, que era bromaaaaa.

Porque eso de “nunca ha pensado en renunciar” dicho en una entrevista después de haber denunciado presiones, advertido complots, soltado frases de guerra y nombrado a la Virgen en cada párrafo... huele más a órdago fallido que a paz de espíritu. Pero claro, este obispo no sabe jugar al mus. Le han visto el farol desde Roma. Jugador de chica, perdedor de mus. Quizá sus paisanos le echen una manita, que aquí la cosa no va de teología, sino de saber cuándo se pasa, cuándo se envida, y cuándo se tira la carta sin hacer el ridículo en un bar del Somontano.

Sí, le preocupa muchísimo el futuro espiritual de Torreciudad. Tanto, que cuando el comisario pontificio Alejandro Arellano le entregó un borrador de acuerdo —que el Opus Dei aceptó a regañadientes, según mis fuentes—, Monseñor Pérez Pueyo decidió rechazarlo con gesto grave y cara de tragedia griega. Y al día siguiente, en un acto de prestidigitación episcopal digno de nota, fingió una generosa renuncia: propuso que el santuario fuera declarado “internacional”, para que no dependiera ni del Opus... ni de él. Todo muy digno, todo muy solemne. Lo que no dijo tan alto es que con esa jugada también renunciaba —¡vergüenza torera!— a los 600.000 euros que había pedido al inicio como compensación. De cruzada por “la dignidad del pueblo” pasó, curiosamente, a disimular un cambio de paso mal calculado.

Dignidad gigante, dijo. Así, en mayúsculas. Y cada vez que habla sube el pan. Porque a estas alturas ya no se sabe si estamos ante un pastor herido por amor a su grey... o ante un profesional de la victimización con complejo de profeta incomprendido. Que se sepa: el obispo ni renuncia, ni amenaza con hacerlo, ni tiene “hartazgo” —lo dice su equipo, cómo no—. Simplemente alza la voz. Grita un poco. Agita. Pero sin romper nada, ¿eh?

Aunque claro, cuidado con “las mafias”, que según Su Excelencia están en acción. Eso lo dijo el Papa, al parecer. “Ángel, no cedás”. Y aquí seguimos, con cartas del Papa convertidas en eslóganes de resistencia. ¿Qué será lo próximo? ¿Una estampita con el obispo y la frase bordada?

Pues no. Lo próximo debería ser enseñar las cartas, pero no solo las de la partida de mus. Si el Papa ha escrito advertencias tan graves como “intrigas mafiosas en curso” o ha animado a un obispo a resistir contra decisiones eclesiales legítimas, eso no se guarda como reliquia de bolsillo ni se usa como guiño en homilías. Se publica. Se muestra. Se contextualiza. Porque una cosa es apoyarse en el Papa, y otra es usar su nombre para montar una guerra sin mostrar las pruebas. Y si las pruebas no aparecen, será que el órdago era de nuevo... un farol.

Y mientras tanto, la diócesis partida. Porque no lo olvidemos: este culebrón está polarizando la vida eclesial en Barbastro-Monzón... y de paso en toda España. Unos con el obispo mártir, otros con el Opus Dei —que defiende lo que es suyo legítimamente—, y muchos, muchísimos, viendo el circo desde la barrera, escandalizados de que en medio de la crisis de fe más brutal en siglos, estemos discutiendo si la imagen de la Virgen va a la ermita o al templo grande.

Como si la Virgen no supiera volver sola.

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