Justo Gallego levantó su catedral en Mejorada del Campo chapa a chapa, con bidones oxidados, vigas dobladas y ladrillos de desecho. No era arquitecto ni albañil de renombre, pero tenía algo más raro: fe. Sesenta años de fe convertidos en paredes, bóvedas y torres. Era un templo sin consagrar, sí, pero un templo al fin y al cabo. Cada metro cuadrado clamaba por la gloria de Dios y la Virgen. Y cuando ya no pudo más, Justo dejó su obra en herencia a Mensajeros de la Paz. No para que hicieran lo que les diera la gana, sino para que custodiaran lo que él había construido como ofrenda.
¿Y qué han hecho los herederos? Pues lo que suele hacer el progresismo clerical: disfrazar de apertura lo que en realidad es traición. Resultado: una mezquita en el baptisterio. Sí, en el baptisterio. El lugar destinado a nacer en Cristo, convertido en sala islámica. Donde debería resonar “Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, ahora se reza a un dios que niega la Trinidad y la divinidad de Cristo. Vaya paradoja: de fuente de vida cristiana a alfombra para La Meca.
Y esto no es cumplir la voluntad del testador. Esto es dinamitarla con una sonrisa en los labios. Justo dejó un templo católico, aunque inacabado y sin consagrar, para que siguiera siendo lo que siempre fue: un acto de fe. Y Mensajeros de la Paz lo convierte en un parque temático del diálogo interreligioso. Él levantó un altar; ellos montan un decorado multicultural. Él ofreció su vida entera a Dios; ellos ofrecen notas de prensa con palabras mágicas: “inclusión”, “apertura”, “fraternidad”.
El padre Ángel, cómo no, encantado de salir en la foto. Eso nunca falta. La fe no vende tanto como la pose sonriente inaugurando “espacios inclusivos”. Evangelizar ya no toca; ahora se trata de reconvertir lo católico en multiuso. Lo que era un templo, aunque no consagrado, ahora es un escaparate. Lo que debía ser ofrenda se convierte en espectáculo. Y mientras tanto, la memoria de Justo, pisoteada.
La pregunta se impone: ¿tú dejarías tu herencia a Mensajeros de la Paz? Justo lo hizo. Y ya ves cómo respetaron su voluntad. Hoy el baptisterio es mezquita; mañana el altar será cafetería solidaria; pasado, el sagrario un expositor de folletos ecuménicos. Una herencia entregada para custodiar un templo católico ha terminado en un show relativista.
La verdad es clara: Justo levantó su catedral chapa a chapa para Cristo, aunque nunca llegara a consagrarse. Y ellos la han convertido en un circo interreligioso donde Cristo molesta. Eso no es custodiar, es traicionar. Y quien traiciona a un hombre que entregó su vida a Dios, ¿qué no hará con tu herencia? La respuesta es obvia: ni un céntimo.
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