En un profundo hilo publicado en la red social X, el páter Juan Manuel Góngora ha reflexionado sobre el papel contracultural de la pureza de la Virgen María en el contexto de una sociedad marcada por la mercantilización del sexo y la exaltación del placer inmediato.
Bajo el título implícito de “La pureza como libertad”, el sacerdote de la diócesis de Almería plantea que la figura de la Bienaventurada Siempre Virgen María, concebida sin pecado original y virgen antes, durante y después del parto, representa una llamada radical a la integridad y la dignidad del ser humano frente a la objetivación del cuerpo.
Según Góngora, vivimos en una era en la que el cuerpo ha sido reducido a mero objeto de consumo y donde el sexo se instrumentaliza. Ante ello, la pureza de María no es una represión del deseo humano, sino una afirmación plena de libertad interior, humildad y entrega total a Dios. Su ejemplo nos invita a reencontrar el sentido sagrado del cuerpo como templo, y no como mercancía.
El sacerdote critica abiertamente el “pansexualismo mediático” y la cultura del “todo vale”, donde la felicidad se vincula exclusivamente al sexo. Frente a ello, propone el modelo mariano como camino de sanación y plenitud. “La virginidad de María no es un ‘no’ al amor, sino un ‘sí’ radical a Dios”, afirma, destacando que la verdadera fecundidad nace del alma: de la fe, del conocimiento de Cristo y del combate contra el pecado.
En tiempos de citas digitales y presiones sociales deshumanizantes, Góngora defiende la castidad como una virtud que une y no aísla. Ya sea en el matrimonio, el sacerdocio o la vida consagrada, la pureza mariana promueve vínculos construidos sobre el respeto mutuo, no sobre la gratificación instantánea.
El hilo concluye con una invitación clara: redescubrir la plenitud del amor cristiano a través del Corazón Inmaculado de María. En un mundo saturado de estímulos sexuales y banalización del cuerpo, la Virgen aparece como guía para una sexualidad vivida con responsabilidad, apertura a la vida y sentido trascendente.
“La pureza de María no es un ideal inalcanzable”, afirma Góngora, “sino una llamada siempre viva que nos restaura y nos reorienta hacia el amor verdadero al que fuimos llamados desde el bautismo”.
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