Jóvenes… ¡gracias!

La opinión generalizada de muchos de nuestros contemporáneos es que los jóvenes de hoy en día están alejados de Dios, llevan a cabo una vida ajena a lo que dicta la Iglesia y claramente se ha dado una involución de la vida cristiana de forma general en la sociedad. Es cierto que el ambiente actual es menos cristiano y piadoso socialmente que lo que podía ser la España de los años setenta del siglo pasado, pero también es verdad que hoy hay muchos jóvenes que dan testimonio de su fe en Jesucristo en medio de su familia, amigos o compañeros de clase y de trabajo. Con naturalidad, sin sobresalir ni hacer cosas raras o llamativas.
El otro día hablaba con un amigo que está dando con su ejemplo de vida un testimonio cristiano a todos sus compañeros de trabajo. La mayoría -por no decir todos- no llevan una vida cristiana, no practican y muchos de ellos o niegan o ponen en duda la existencia misma de Dios. Con su empatía, ejemplo y alegría ha conseguido tener conversaciones profundas en materia de fe con muchos de ellos, hasta llegar con alguno a la emoción propia de quién está descubriendo el amor de Dios o terminar rezando el Ángelus con una compañera que seguramente nunca pensó que terminaría rezando esta oración mariana en su trabajo. ¿Os imagináis el rostro de la Virgen viendo esta escena? Me gusta pensar en su cara de orgullo y felicidad al ver cómo uno de sus hijos está acercando a Dios a sus compañeros de trabajo. Este amigo fiel a Jesucristo en su vida ordinaria tiene una oportunidad de oro para conseguir, en este ambiente tan paganizado, con su alegría, pureza e integridad de vida, remover los corazones de muchos. “Hay más alegría por un pecador que se arrepiente que por cien justos que no necesitan conversión”, recuerden…
Otro ejemplo que me marcó profundamente: un domingo voy a misa a una parroquia de mi ciudad y me encuentro con una cara conocida en uno de los monaguillos. Se parecía mucho a un chaval que conocí en mi trabajo anterior y que tenía más de doscientos mil seguidores en redes sociales y se caracterizaba por una intensa vida social. Con esto en mi cabeza pronto deseché la idea de que fuera él, pero verdaderamente se parecía mucho. Al terminar la Eucaristía me quedé unos momentos en el banco y salí de la Iglesia buscando esa cara conocida que no se podía corresponder con él de ninguna de las maneras. Y de repente le vi venir hacia mí, con una sonrisa en su rostro y los brazos abiertos para darme un abrazo. Claro que era él… ¡ya lo creo!
Me contó que había dejado la carrera que estaba estudiando y había entrado en el seminario de una institución religiosa con la finalidad de hacerse sacerdote. No solo había dejado todas sus redes sociales, sino que no tenía móvil propio y ahora, para contactar con él, tienes que enviar un mensaje al móvil general de su comunidad. De doscientos mil seguidores en redes sociales, novia formal y vida social intensa… a ser célibe toda la vida y no tener ni móvil propio para poder hablar con sus amigos. Pienso en su ejemplo y en los frutos que brotarán de este cambio de vida en todos sus amigos y conocidos y reconozco que me emociono.
¿Veis como Dios todavía actúa en los jóvenes?, ¿os dais cuenta de que no todo está perdido?, ¿podéis dejar de añorar tiempos pasados y dar gracias por todos los jóvenes que dan testimonio de Cristo en esta sociedad tan alejada de Dios?
Hoy lanzo una baza a favor de toda esa juventud que es luz en medio de la oscuridad. Porque Él sigue llamando y hay jóvenes que siguen respondiendo. ¡Ya lo creo!
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