Un «desprendimiento generoso» que no es más que un pataleo

La Diócesis de Barbastro-Monzón lo llama “desprendimiento generoso”, pero, si uno se toma la molestia de leer la propuesta, se da cuenta enseguida de que generoso no tiene nada. En realidad, es un regateo con condiciones que roza el chantaje emocional y parece más bien el berrinche final de quien ve que ha perdido el control de Torreciudad y quiere, como sea, imponer su última palabra.
Dice el obispo que cedería Torreciudad a la Santa Sede para que sea un santuario internacional —como si eso fuera un favor enorme— pero acto seguido presenta exigencias que son casi un insulto al sentido común: que el Opus Dei devuelva la pila bautismal en la que fue bautizado San Josemaría y la imagen original de la Virgen de Torreciudad devuelta a la ermita primitiva. Pila que había sido desechada por la catedral, imagen restaurada por estar en condiciones deplorables y ermita en ruinas. Costeado todo por la Obra, por supuesto.
¿De verdad se puede hablar de “renuncia generosa” mientras se exigen bienes que ni siquiera se menciona quién va a pagar para reproducir? Porque claro: la diócesis reclama la imagen original de la Virgen para llevársela a la antigua ermita… ¿y la réplica para el santuario nuevo quién la costea? Ni una sola línea aclarando ese detalle. Lo mismo con la pila bautismal: está en Roma desde hace años, no es un jarrón cualquiera, sino un objeto profundamente simbólico para el Opus Dei y para miles de fieles que veneran la memoria de San Josemaría.
Pero eso no importa: lo quieren de vuelta porque sí. Porque se sienten dueños, porque tienen el título de diócesis y no soportan que el santuario más visitado de la zona tenga un carisma que no controlan.
En el fondo, esta propuesta no es una solución negociada, sino un último intento de quedar por encima, de marcar territorio. Es el clásico “si no me sale todo como yo quiero, por lo menos te fastidio un poco”. Y resulta penoso que se vista de acto magnánimo cuando es un disparate que no resiste un análisis serio.
Lo más grave es la incoherencia: dicen querer la comunión y la paz, pero meten estas condiciones imposibles. ¿Quién va a tomarse en serio esa mano tendida? Nadie que lea la letra pequeña. Sin mencionar la tomadura de pelo al Papa.. ¿para que se ha nombrado un comisario?
Por eso sorprende que se haya intentado vender como un gesto de humildad y generosidad. No hay humildad en exigir bienes sagrados ajenos sin resolver cómo suplirlos. No hay generosidad en poner condiciones que solo sirven para humillar a la otra parte.
Al final, más que un acuerdo real, parece un pataleo infantil: si no puedo mandar en Torreciudad, por lo menos quiero que se note que yo tenía la última palabra. Aunque sea a costa de la unidad y de la paz que tanto proclaman.
Y eso, sinceramente, es una vergüenza; un disparate
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