La celebración de la Natividad de la Virgen María, que se conmemora el 8 de septiembre, tiene sus raíces en la tradición oriental y ha evolucionado a lo largo de los siglos hasta convertirse en una festividad universal en la Iglesia Católica.
La festividad de la Natividad de la Virgen María tiene su origen en Oriente, donde el synaxaire de Constantinopla ya la marcaba el 8 de septiembre, según el decreto del emperador Mauricio (582-602). Se cree que la Iglesia de Jerusalén fue la primera en honrar este acontecimiento, celebrándolo en una basílica cercana a la piscina probática, lugar donde, según la tradición, habría nacido la Virgen.
Las homilías de André de Crète (660-740) mencionan esta celebración con gran devoción: "Hoy, como en unas bodas, la Iglesia se adorna con la perla inviolada, de la verdadera pureza. Hoy, en todo el esplendor de su nobleza inmaculada, la humanidad recupera, gracias a las manos divinas, su primer estado y su antigua belleza". Estas palabras reflejan la importancia de la Natividad de María como un momento de regeneración y restauración de la naturaleza humana.
En Roma, la celebración de la Natividad de la Virgen se consolidó durante el pontificado del Papa Sergio I (687-701), quien instituyó una procesión desde la basílica de San Adriano hasta la de Santa María la Mayor. Los antiguos libros litúrgicos asignaban a esta fiesta los mismos cantos que a la solemnidad de la Asunción.
Benedicto XIV (1740-1758) narra en su "Historia de los Misterios y las fiestas" que un ermitaño escuchaba cada año, el 8 de septiembre, cánticos celestiales. Al preguntar a Dios por su causa, se le reveló que eran en honor al nacimiento de la Virgen María, y que debía asegurarse de que esta celebración también tuviera lugar en la tierra.
En Francia, la fiesta fue conocida como Notre-Dame Angevine, recordando la aparición de la Virgen María en 430 al obispo Maurille de Angers, solicitando la institución de su Natividad. Con el apoyo del rey Roberto el Piadoso y el obispo Fulberto de Chartres (+1028), la celebración se extendió en el norte del reino. La catedral de Chartres, destruida por un incendio la noche de esta fiesta, fue reconstruida y dedicada a la Natividad de Nuestra Señora.
El Papa Celestino IV (1243) falleció mientras Federico II mantenía prisioneros a los cardenales para evitar el cónclave. Estos hicieron el voto de instituir una octava para la fiesta de la Natividad si recuperaban su libertad. Una vez liberados, eligieron a Inocencio IV, quien cumplió el voto en el primer concilio de Lyon (1245). Gregorio XI instituyó una vigilia que se celebró en Anagni.
La Escritura apenas menciona el nacimiento de la Virgen, por lo que se recurre a las tradiciones y textos apócrifos para comprender su significado y relevancia en la liturgia cristiana.