El Papa León XIV presidió la Audiencia General en la Plaza de San Pedro, centrando su catequesis en el tema de la crucifixión y haciendo un llamamiento urgente por la situación humanitaria en Darfur, Sudán.
La mañana del 3 de septiembre de 2025, la Plaza de San Pedro acogió a numerosos peregrinos y fieles de diversas partes del mundo para la Audiencia General presidida por el Papa León XIV. En su discurso, pronunciado en italiano, el Santo Padre continuó con el ciclo de catequesis del Año Jubilar titulado «Jesucristo, nuestra esperanza», enfocándose en la meditación sobre la crucifixión, específicamente en las palabras de Jesús: «Tengo sed» (Jn 19,28).
Durante su intervención, el Papa Prevost destacó el profundo significado de estas palabras, que no solo reflejan una necesidad física, sino también un deseo de amor y comunión. «La sed del Crucificado no es solo la necesidad fisiológica de un cuerpo destrozado. Es también y, sobre todo, la expresión de un deseo profundo: el de amor, de relación, de comunión», explicó el Santo Padre. Subrayó que este gesto de Jesús nos enseña que el amor verdadero implica tanto dar como recibir.
Tras resumir su catequesis en varios idiomas, el Papa León XIV dirigió un saludo especial a los fieles presentes, especialmente a los de lengua española, recordando la fiesta litúrgica de San Gregorio Magno y exhortando a reconocer con humildad nuestra necesidad del amor divino y humano.
El Papa Prevost aprovechó la ocasión para hacer un llamamiento urgente a la comunidad internacional ante la crisis humanitaria en Darfur, Sudán, donde un deslizamiento de tierra y el conflicto en curso han causado numerosas víctimas. «Hago un sincero llamamiento a los responsables y a la comunidad internacional para que garanticen corredores humanitarios y pongan en marcha una respuesta coordinada para detener esta catástrofe humanitaria», instó el Santo Padre, subrayando la necesidad de un diálogo inclusivo para restaurar la paz y la dignidad en la región.
La Audiencia General concluyó con el rezo del Pater Noster y la Bendición Apostólica, dejando a los presentes con un mensaje de esperanza y solidaridad.