En el 16º Domingo del Tiempo Ordinario, S.B. el Cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca Latino de Jerusalén, celebró la Misa en la iglesia de la Sagrada Familia, en el corazón de la asediada Franja de Gaza y que fue bombardeada la semana pasada por el ejército de Israel provocando varios heridos y causando tres muertos. Acompañado por el Patriarca Ortodoxo Teófilos III, su presencia fue un signo contundente de unidad eclesial y solidaridad con la sufrida población gazatí.
“Las demás Iglesias de Jerusalén nos tienen un poco de envidia porque todas querían estar aquí. Eso significa que todos estamos presentes con ustedes en espíritu y dispuestos a apoyarlos”, afirmó el cardenal.
En una homilía marcada por el dolor del contexto bélico, Pizzaballa subrayó que la Iglesia no se limita a preocuparse por los cristianos, sino que mantiene su corazón abierto a todos los seres humanos que sufren. “Estamos agradecidos por todo lo que hemos podido hacer aquí, pero también nos preocupa lo que está sucediendo en Gaza”, expresó con firmeza.
Recordando la historia de Abraham en la Primera Lectura, el cardenal destacó cómo la visita de Dios transformó la esterilidad en promesa de vida. Con emoción, añadió: “Cada vez que vengo —desafortunadamente no muy a menudo— puedo dar fe de que sí, ¡Dios ya te visitó! En este mar de muerte, de destrucción, la vida está presente”.
La homilía fue interrumpida por una fuerte explosión, lo que no impidió al cardenal continuar su mensaje con más fuerza: “En este mar de odio y violencia, que es una clara señal del poder del diablo —que está presente y es muy poderoso—, vemos que no puede extinguir la vida en nosotros”.
Frente a la desesperanza, el patriarca instó a la comunidad a mantenerse como presencia viva y testimonio de esperanza. Alabó la valentía de quienes, incluso en medio del caos, están dispuestos a dar su vida por los demás.
Refiriéndose al Evangelio dominical, Pizzaballa comparó la situación de Gaza con la figura de Marta: “Hay muchas cosas que hacer aquí. Hay emergencias por todas partes… pero no debemos permitir que estas cosas controlen nuestras decisiones”.
Recordó que, aunque las necesidades humanitarias son enormes, no deben hacer olvidar la dimensión espiritual que da sentido a todo lo que se hace. “Tenemos que estar presentes y hacer todo lo posible, por supuesto, pero no debemos convertirnos en Marta”.
El cardenal concluyó con una promesa solemne: “Cuando regrese a Jerusalén, les aseguro que haremos todo lo posible para detener esta guerra sin sentido. Trabajaremos en ello y, al final, lo lograremos”.
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