Torreciudad: Apártate Opus… ¡¡que aquí mando yo!!

Torreciudad: Apártate Opus… ¡¡que aquí mando yo!!

El 50º aniversario de Torreciudad era mucho más que una fecha redonda. Era la oportunidad de dar gracias a Dios y a la Virgen por medio siglo de oración, conversión y vida cristiana. Era una celebración para la familia espiritual que ha cuidado y amado ese santuario.

Por desgracia, lo que debería haber sido un acto de unidad se vio ensombrecido por un gesto difícil de entender: el Obispo diocesano decidió presidir la ceremonia con la clara intención de colocarse por encima del Prelado del Opus Dei, desplazándolo de su lugar natural como celebrante principal.

Nadie discute que el Obispo tenga autoridad para celebrar en su diócesis. Lógicamente. Pero hay una gran diferencia entre poder y deber, entre tener derecho y saber ejercerlo con caridad. Presidir una ceremonia ya preparada, con el Prelado del Opus Dei presente, en un aniversario tan emblemático, solo puede interpretarse como un acto de afirmación de poder. Como un “aquí mando yo” en toda regla.

No hacía falta ser adivino para prever las consecuencias: tensión, malestar, dolor. ¿En nombre de qué unidad se puede justificar semejante gesto? Porque la verdadera comunión no consiste en subrayar quién está por encima de quién, sino en sumar voluntades y respetar la identidad de cada comunidad.

Frente a esta actitud, el Prelado del Opus Dei ha demostrado, una vez más, una humildad poco frecuente. Eligió hacerse a un lado para evitar el escándalo. Renunció a presidir su propia celebración para que no se convirtiera en un campo de batalla litúrgico. No buscó su lugar, buscó la paz.

Ese contraste es imposible de disimular. Por un lado, un obispo decidido a marcar territorio y hacerse notar incluso a costa de la paz. Por otro, un Prelado que, lejos de aferrarse al protagonismo, se aparta para no herir más.

¿De verdad hacía falta, con las formas que tiene, seguir metiendo el dedo en la llaga? Ya está bien, hombre… tenga, al menos, un poco más de vergüenza o decoro ya que no parece buscar la caridad y la paz, por mucho que lo diga. A ver si practica un poco más lo que tanto se jacta en decir: Unidad; humildad; amor; comunión; andar juntos… Le parecerá bonito arruinar el aniversario de esta forma para entregar su solideo. Mas que “seguir caminando en unidad, en comunión, valorando lo que nos une, sin miedos ni recelos”, como insiste en repetir, tiene un absoluto afán de protagonismo.

Torreciudad merecía algo mejor. Merecía un gesto para sembrar paz, no una exhibición de jerarquía. Merecía un pastor capaz de ver más allá de su rango y entender el valor de la delicadeza y la empatía.

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