Hoy 15 de septiembre, la Cadena SER ha publicado una pieza de esas que se escriben con el ceño fruncido y la sonrisa torcida, titulada “El oscuro pasado de Piero Pioppo, nuevo nuncio apostólico en España”. El titular es un clásico del género: no hace falta demostrar nada si consigues que el lector entre con la sospecha ya activada. Basta con la palabra “oscuro” para teñir todo lo que venga después. Oscuro es todo lo que el redactor no puede explicar, pero quiere que suene mal.
Y eso es exactamente lo que sigue: un catálogo de insinuaciones sin pruebas, de asociaciones vagas, de culpabilidades por cercanía. Que Pioppo fue secretario de Angelo Sodano —a quien el artículo califica de “controvertido”— ya es motivo suficiente, al parecer, para considerarlo marcado. No importa si lo que hizo fue responderle llamadas o redactar informes. Lo esencial es que estuvo cerca de alguien criticado, y eso basta para declararlo impuro según el código moral de la progresía eclesial.
Lo mismo ocurre con su paso por el Instituto para las Obras de Religión, el conocido IOR. Que el nuncio trabajara allí no implica que participara en ningún escándalo, pero da igual. La palabra “Banco Vaticano” activa los reflejos condicionados de quienes llevan décadas deseando que la Iglesia solo maneje estampitas y no dinero. El artículo no ofrece ninguna prueba de que Pioppo haya hecho algo ilícito, pero eso no impide pintarlo como si saliera cada mañana de un confesionario de la Camorra.
Lo más flojo, sin embargo, es la parte que sugiere que la tardanza del Gobierno en conceder el plácet diplomático se debe a la incomodidad con el perfil del nuncio. ¿Basado en qué? En una interpretación no atribuida a nadie. Una lectura lanzada al aire, sin fuente ni contraste, pero que cumple su función: alimentar la sospecha. Es el viejo truco de los medios que no quieren decir abiertamente lo que piensan, pero sí quieren que tú lo pienses.
Lo curioso —o tal vez no tanto— es todo lo que la SER se cuida de no contar. No menciona que es doctor en teología, que ha ocupado cargos de peso en la diplomacia vaticana, o que ha sido nombrado por el mismísimo Papa Francisco. Ah, eso sí que habría sido un buen titular: “El Papa nombra nuncio a Pioppo”. Pero claro, ¿cómo va a cuadrar eso con la narrativa?
Porque lo que verdaderamente molesta no es su pasado, sino su perfil. Un hombre de sotana, no de slogans. De misa, no de manifiestos. De Roma, no de lavadoras ideológicas. Lo que inquieta no son sus supuestas sombras, sino su clara fidelidad a una Iglesia que aún se atreve a ser Católica. Una Iglesia que no se alinea con el progresismo gobernante ni se pliega a las exigencias del relativismo institucionalizado. Esa Iglesia, cuando aparece, duele. Por eso hay que mancharla. Aunque sea sin pruebas.
Así que bienvenida sea esta crítica de la SER. Que un medio como este se incomode por el nombramiento de un nuncio no debería preocuparnos; al contrario, debería tranquilizarnos. Si a los profesionales del revisionismo les molesta Pioppo, es señal de que Roma ha acertado.
Que sigan ladrando. Nosotros seguiremos cabalgando.