Fuerte e intenso debate se ha desatado en Francia tras el reciente nombramiento del padre Dominique Spina como canciller de la Archidiócesis de Toulouse.
El arzobispo Guy de Kerimel ha defendido la decisión como un acto de misericordia, pero organizaciones de víctimas y la sociedad civil se preguntan si este gesto no representa más bien una muestra de imprudencia institucional.
El pasado 2 de junio, el arzobispo de Toulouse, Guy de Kerimel, nombró a Dominique Spina como canciller arquidiocesano y delegado episcopal para los matrimonios. El cargo, mayormente administrativo, implica funciones como notario y secretario de la curia, además de asesorar al arzobispo en comunicaciones oficiales.
Sin embargo, el historial de Spina ha generado conmoción. En 2006, fue condenado a cinco años de prisión por la violación de un joven de 16 años en 1993, cuando ejercía como capellán y párroco en la diócesis de Bayona. Esta campaña la lideran medios izquierdistas y anticlericales de la laicista Francia como Le Monde, Charlie Hebdo y Libération, que relatan que los abusos ocurrieron en el entorno del colegio Notre-Dame de Bétharram, donde la víctima era estudiante.
Tras su condena, Spina fue liberado con una sentencia suspendida en 2010 y posteriormente incardinado en la diócesis de Toulouse, donde asumió responsabilidades incluso en la pastoral infantil. En 2016, cuando el medio Mediapart reveló públicamente su pasado, el entonces arzobispo Robert Le Gall aceptó su renuncia al ministerio pastoral, reconociendo el ambiente de desconfianza que su presencia generaba.
A pesar de ello, Spina ha seguido desempeñando funciones internas y fue vicecanciller antes de su promoción reciente. El propio arzobispo Kerimel subrayó que el sacerdote no tiene responsabilidades pastorales directas ni contacto con fieles, excepto en celebraciones puntuales de la Eucaristía.
Las reacciones no se han hecho esperar. Frédéric, la víctima de Spina, expresó su indignación en declaraciones a la revista satírica (y a menudo blasfema) Charlie Hebdo: “Desde el principio, todos los líderes de la Iglesia han sido muy amables con él… Ser sacerdote es la única profesión en la que se consigue encontrar un nuevo empleo a pesar de cometer crímenes abominables”.
También criticó duramente el uso del término "misericordia": “¿Misericordia? Es terrible oír palabras así... Para las víctimas, la misericordia no existe”. Por su parte, Jérôme Moreau, presidente de la Federación Francesa de Víctimas, dijo al izquierdista medio Libération: “Ascender a personas por su buena conducta transmite un mensaje muy negativo. Especialmente para la víctima directa de este sacerdote, es extremadamente doloroso”.
Este caso expone una de las tensiones más delicadas en la vida de la Iglesia: la de ejercer la misericordia sin poner en riesgo la justicia ni la credibilidad moral. El arzobispo Kerimel ha invocado explícitamente el principio de la misericordia evangélica para justificar el nombramiento, apelando a que en los últimos 30 años Spina no ha vuelto a cometer actos punibles.
Desde una perspectiva teológica, no puede olvidarse que Cristo mismo nos dejó un testimonio radical de perdón: perdonó a sus verdugos, ofreció redención a Pedro tras su negación, y hasta dirigió un gesto de ternura al traidor Judas. La Iglesia, como refugio de los pecadores no puede renunciar a su vocación de reconciliar y redimir incluso a los más caídos.
Sin embargo, este espíritu de misericordia debe conjugarse con una profunda prudencia pastoral, especialmente en contextos marcados por heridas tan graves como el abuso sexual. En este caso, el nombramiento de Spina puede interpretarse no tanto como una traición a las víctimas, sino como un acto de fe en la posibilidad de redención personal. La cuestión es si este gesto se ha hecho en el momento, lugar y forma adecuados, y si se ha comunicado con la suficiente sensibilidad.
La Iglesia, por su propia naturaleza, está llamada a ofrecer misericordia. Pero debe hacerlo sin dar pasos que puedan interpretarse como desprecio hacia el sufrimiento de quienes han sido víctimas de sus pastores. El equilibrio es difícil, pero urgente. Porque solo a través de la verdad, la justicia y el perdón se podrá sanar sus heridas y recobrar su credibilidad.
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