La Iglesia Católica en Kenia ha decidido modificar el vino utilizado en las misas para preservar su carácter sagrado, tras constatar que el anterior se había vuelto demasiado común en establecimientos seculares.
En un esfuerzo por proteger la santidad de la Eucaristía, la Iglesia Católica en Kenia ha implementado una significativa reforma en el uso del vino de misa. La medida, anunciada por el presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Kenia (KCCB), monseñor Maurice Muhatia Makumba, durante el Día Nacional de la Oración, responde a la preocupación de que el vino previamente utilizado había perdido su carácter sagrado al ser ampliamente disponible en bares, hoteles y supermercados del país.
El arzobispo Muhatia, dirigiéndose a los fieles en el Santuario Mariano Nacional de Subukia, enfatizó que el nuevo vino, importado de un viñedo sudafricano, será distribuido exclusivamente a través de canales diocesanos, asegurando así su autenticidad y propósito sagrado. "Este es el único vino que se utiliza en la santa misa en todo Kenia", afirmó, subrayando la importancia de que las botellas lleven la insignia de los obispos y la firma del presidente de la KCCB.
La decisión de cambiar el vino de misa no solo introduce una etiqueta distintiva, sino que también transfiere el control total de la producción y distribución a la KCCB. Esta medida busca garantizar que el vino utilizado en las celebraciones litúrgicas cumpla con los requisitos espirituales y canónicos, preservando así la reverencia debida al sacramento. "Cuando lo consagrado como la Sangre de Cristo también se vende sin receta, se pierde algo esencial", admitió el arzobispo Muhatia.
Los fieles kenianos, que representan aproximadamente una quinta parte de la población del país, han acogido con satisfacción esta reforma, viéndola como un esfuerzo necesario para restaurar la dignidad de la Eucaristía. La etiqueta del nuevo vino lleva una frase familiar de la oración del ofertorio: "El fruto de la vid y el trabajo de las manos humanas se convertirán en nuestra copa de alegría", recordando que la preocupación de la Iglesia trasciende el empaque o el control, centrándose en proteger el misterio central del culto católico.