El cardenal Aveline, acusado de sacrificar iglesias por lucro inmobiliario en Marsella
El cardenal Aveline, acusado de sacrificar iglesias por lucro inmobiliario en Marsella

En Marsella, el cardenal Jean-Marc Aveline enfrenta acusaciones de haber permitido la venta de dos iglesias a un promotor inmobiliario, lo que ha generado una profunda indignación entre los feligreses.

En el barrio de Pont-de-Vivaux, ubicado en el 10º distrito de Marsella, el colectivo Saint-Maurice ha acusado al cardenal Jean-Marc Aveline de haber abandonado dos iglesias parroquiales, Chirié y Vivès, a favor de una controvertida empresa de promoción inmobiliaria. Según los fieles, esta acción representa una traición tanto espiritual como patrimonial. Las iglesias, cerradas desde 2019, han sido despojadas de sus objetos sagrados y dejadas en estado de abandono, lo que ha facilitado su deterioro.

En enero de 2024, el terreno de 1.700 m² que alberga ambas iglesias fue comprometido para su venta. En septiembre de 2025, se anunció una autorización tácita para transformar Chirié en viviendas y Vivès en un posible almacén oscuro, todo ello sin ceremonias de despedida ni transparencia, en un silencio ensordecedor por parte del cardenal Aveline, quien aún podría intervenir. Las dos iglesias no han seguido el mismo proceso administrativo. Vivès ha sido explícitamente mencionada en los documentos como "almacén", confirmando su cambio de uso, mientras que Chirié no ha sido designada como iglesia, a pesar de ser un edificio histórico de 350 m² con un presbiterio de 90 m², clasificado como arquitectura notable.

Los feligreses sienten que se ha llevado a cabo una des-sacralización en secreto. En Vivès, el tabernáculo, las estatuas y el vía crucis fueron retirados discretamente, y la campana fue bajada sin misa ni bendición. En Chirié, tampoco hubo un cierre oficial de la vida parroquial. Los fieles descubrieron después que sus iglesias desaparecerían del mapa del diocesis de Marsella. Esta operación se desarrolla en un contexto de procedimiento cuestionable, ya que el cambio de uso de un lugar de culto requiere un permiso de construcción y consulta a los servicios públicos. Sin embargo, el diócesis y el ayuntamiento solo obtuvieron una autorización tácita, insuficiente y posiblemente ilegal.

El comprador es conocido: el grupo Sifer Promotion, asociado a Laser Propreté, de la familia Lasery, un actor poderoso y controvertido en la promoción inmobiliaria marsellesa. Durante veinte años, ha sido objeto de controversias por sus proyectos. En 2004, intentó construir un edificio de 27 metros en un área limitada a 16 metros en el barrio de Sainte-Anne. En 2013, la Cámara Regional de Cuentas denunció una indemnización exorbitante de 2 millones de euros pagada a Laser por abandonar un terreno ocupado ilegalmente en la Capelette. Más recientemente, en el Roy d'Espagne, Sifer provocó la oposición de los residentes con un proyecto de 130 viviendas en un sitio etiquetado como Patrimonio del Siglo XX.

Desde 2019, los feligreses han intentado salvar lo que se pueda. Bernard Franchi, miembro del colectivo Saint-Maurice, se ha convertido en su voz. Junto a su esposa Corinne, vigila los edificios, alerta a los funcionarios y desafía al diócesis. "La iglesia no está en ruinas, está abandonada. La están asesinando", repite. Corinne recuerda las comidas con los sacerdotes, los bautizos, las bodas y los momentos de alegría compartidos en la parroquia. Dos peticiones han sido lanzadas. Los fieles solo piden que se respete su iglesia, que se les dé una despedida digna y que no sean tratados como espectadores impotentes.

La responsabilidad de Monseñor Aveline parece total. El arzobispo de Marsella sabía quién era el comprador y lo que planeaba hacer. Sabía que los fieles se estaban movilizando. Sabía que las dos iglesias desaparecerían como lugares de culto. Sin embargo, eligió el silencio, prefiriendo una des-sacralización en secreto y una autorización tácita en lugar de la verdad y el diálogo. La venta a este promotor no responde a ninguna visión pastoral ni a ninguna voluntad de preservar la memoria católica de un barrio popular, sino que obedece a una lógica puramente financiera asumida y decidida por Monseñor Aveline mismo. Sin embargo, aún podría intervenir. Según el derecho canónico, corresponde al obispo decidir si el nuevo uso es un uso profano adecuado. Transformar una iglesia en un almacén logístico o en un almacén oscuro no podría serlo.

En Pont-de-Vivaux, dos iglesias y más de 1.200 m² de patrimonio religioso del siglo XX están siendo sacrificados. En los distritos 9º, 10º y 11º, todo el patrimonio diocesano está en venta, vendido o cedido, siendo Sainte-Émilie de Vialar ya confiada a los evangélicos. Para los habitantes, no es solo una página que se pasa, sino una parte de su alma que se arranca. Al negarse a hablar y asumir, el cardenal Aveline permite que se escriba una página oscura de la historia de la Iglesia en Marsella. Aún queda una opción posible. Pero si no hace nada, su nombre quedará asociado a la liquidación silenciosa de las iglesias de Pont-de-Vivaux, entregadas a la especulación inmobiliaria a espaldas de su pueblo. Monseñor Aveline, quien ocupa diferentes responsabilidades en Roma y en Francia y que gusta presentarse como la voz de las periferias y de los más frágiles, se encuentra aquí en una posición incómoda. Mientras se proclama defensor de una Iglesia cercana a los pobres y preocupada por los barrios desatendidos, permite que desaparezcan dos iglesias populares de Marsella en favor de una operación inmobiliaria cuestionada, dando la impresión de que sus palabras no se corresponden con sus actos.

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