La trágica noticia del suicidio de un joven sacerdote italiano de 35 años ha sacudido las conciencias de muchos fieles y sacerdotes.
La muerte de don Matteo ha provocado infinidad de reacciones en redes sociales. Muchos sacerdotes habituales comentaristas en redes sociales han aprovechado esta terrible noticia para recordar a algunos que ellos no son superhéroes y que son también humanos. Pueden fallar y atravesar noches oscuras y en infinidad de ocasiones están solos y sin que nadie les atienda.
La mayoría de ellos han de soportar en sus hombros duras cargas humanas de sus feligreses y amigos, pero en cambio no hay nadie que se preocupe por ellos. El vestir de clerygman no les da un poder especial para no caer nunca. Al fin y al cabo, son seres humanos con las mismas flaquezas, luchas y debilidades de cualquier semejante.
Que don Matteo se haya quitado la vida ha sorprendido a muchos, pero quizá a otros no tanto. Es por ello que muchos sacerdotes han alertado de las dificultades por las que ellos también atraviesan y no por ello hay que alarmarse sino tratar de estar allí y apoyarles y no reducir el encuentro con el sacerdote a los momentos religiosos.
También algunas autoridades eclesiásticas han reaccionado ante la muerte de este joven sacerdote italiano. Es el caso del obispo argentino Sergio O. Buenanueva quien reconoce que le ha "conmovido la triste noticia del fallecimiento de don Matteo Balzano".
Este obispo argentino asegura sus oraciones por él y por su familia, amigos y toda la diócesis a la que pertenecía y al mismo tiempo confiesa que "la salud integral de nuestros pastores -obispos y presbíteros- ocupa cada vez más un lugar central en la preocupación pastoral de la Iglesia".
"Especial atención merece la salud mental. Hoy hablamos con mayor apertura sobre los desafíos que representan la depresión, el estrés, la ansiedad, las adicciones, el burn out y otras formas de fragilidad emocional y psíquica. Y es bueno que así sea", escribe monseñor Sergio Buenaventura.
Además, el prelado argentino resalta que "la salud integral incluye también la dimensión espiritual: esa amistad con Cristo que el Espíritu Santo sostiene y renueva en nosotros. Sin confundirse con ellas, una buena salud espiritual mantiene múltiples lazos con la salud psíquica y corporal".
Por último, recuerda que en la Iglesia somos corresponsables los unos de los otros. "Si “caminamos juntos” la fe y la misión, también lo hacemos al sostenernos mutuamente en la fidelidad al Señor desde nuestra concreta condición humana, siempre frágil y necesitada de auxilio", concluye.
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