El sábado 28 de junio de 2025, en Notre-Dame de París, Laurent Ulrich, arzobispo de París, por el don del Espíritu Santo y la imposición de manos, ordenó a 16 nuevos sacerdotes para el servicio de la Iglesia.
En su homilía, el arzobispo de París, Ulrich centró su reflexión en las figuras de Pedro y Pablo, pilares de la Iglesia y símbolos del itinerario de fe marcado tanto por la luz del encuentro con Cristo como por las sombras de la prueba.
“La profesión de fe de Pedro —dijo— junto con el relato de su liberación de la prisión y el sentimiento de soledad de Pablo, nos advierten que no es impunemente como uno se compromete en el seguimiento de Cristo”.
Desde el capítulo 16 del Evangelio de San Mateo, destacó la dimensión profética de la confesión de Pedro: “No fue un impulso natural lo que lo arrastró, sino una palabra inspirada por el Espíritu de Dios”. También evocó la conversión radical de Pablo, marcada por el diálogo con el Resucitado: “¿Quién eres, Señor? —¡Soy yo a quien persigues!”.
El arzobispo subrayó cómo la oración de la comunidad cristiana sostiene y libera a sus testigos, incluso ante las persecuciones más feroces. “La fe de la Iglesia, su oración tan oculta, tan insignificante a los ojos del mundo, es capaz de mover montañas”, proclamó en referencia al encarcelamiento de Pedro. Pablo, por su parte, vivió la soledad del apóstol perseguido, pero también experimentó la cercanía de Dios: “El Señor ha estado a mi lado”.
Dirigiéndose directamente a los nuevos sacerdotes, el arzobispo Ulrich rememoró el camino vocacional de cada uno: un descubrimiento progresivo, una llamada interior cultivada en la infancia, reencontrada o despertada por un hecho providencial. “Cristo los esperaba, los llamaba”, afirmó.
Tras el año propedéutico o el noviciado, y años de formación, los ordenandos han sido formados para ser discípulos-misioneros, al estilo del Papa Francisco. “No se puede ser discípulo sin estar dispuesto a salir al encuentro del otro”, recordó, invocando el ejemplo pastoral del Papa León y de tantos sacerdotes “moldeados por la Palabra y el servicio”.
Al final de su homilía, el arzobispo lanzó una llamada a la perseverancia y al apoyo mutuo: “Amigos míos, ¡nunca dejen de pedir esta gracia! Y todos los que los acompañan, amen con ellos la decisión que han tomado de responder al llamado del Señor”.
La ceremonia concluyó con la imposición de manos y la oración consagratoria, sellando el compromiso definitivo de estos nuevos pastores al servicio de la Iglesia en París y más allá.
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