Pudor, sí. En verano, también

Pudor, sí. En verano, también

En la actualidad, observo con preocupación una creciente relajación en la forma de vestir de muchos fieles al asistir a las ceremonias litúrgicas en las iglesias católicas. Esta tendencia, que responde en parte a una cultura cada vez más informal, pone en riesgo el valor del pudor como manifestación externa de respeto, humildad y reverencia ante lo sagrado.

El pudor no se limita a una cuestión estética o de normas sociales, no tan siquiera a una virtud cristiana, sino que refleja una disposición interior del corazón.

Asistir a la Santa Misa con vestimenta modesta y adecuada es una manera concreta de honrar la presencia real de Cristo en la Eucaristía y de valorar el carácter sagrado del templo. No se trata de rigidez ni elitismo, sino de reconocer que ciertos espacios y momentos exigen una actitud distinta, más recogida y respetuosa.

La iglesia no impone un uniforme, pero sí llama al discernimiento. Evitar prendas excesivamente reveladoras, deportivas o informales no es un capricho, sino un acto de caridad hacia los demás y una muestra de fe viva. Redescubrir el valor del pudor es, en definitiva, volver a poner a Dios en el centro, también a través de los gestos más sencillos.

Cada verano puedo ver cómo se repite el mismo problema: en regiones costeras o simplemente en zonas muy calurosas, es decir, toda España en verano, muchas personas acuden a la iglesia vestidas como si estuvieran en la playa. Camisetas de tirantes, pantalones muy cortos, chanclas, incluso trajes de baño cubiertos apenas por una prenda ligera, son cada vez más frecuentes en los templos durante el periodo estival. Esta falta de cuidado en la vestimenta no solo es inapropiada, sino que constituye una falta de respeto, en primer lugar, hacia Dios, presente en el altar; en segundo lugar, hacia el sacerdote, y también hacia los demás fieles, que se esfuerzan por vivir la liturgia con recogimiento.

La excusa del calor no justifica el abandono del decoro. Siempre es posible elegir ropa fresca pero respetuosa, que exprese el valor del momento y del lugar. La Misa no es un evento social ni un simple rito más: es el acto más sagrado que en la Iglesia podemos celebrar. Por eso, me parece que tenemos que recuperar la conciencia de que el cuerpo también comunica fe, y que el vestir con pudor en la iglesia no es un detalle de poca importancia, sino una forma concreta de testimoniar el amor y la reverencia que profesamos a Dios.

Pudor, sí. Y verano, también. Mejor dicho, en verano, ¡más!

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