Creyente humanidad

Reconozco que el Papa León XIV no deja de sorprenderme positivamente. En la audiencia del pasado 28 de mayo el Santo Padre se centró en la parábola del Buen Samaritano, relato que muestra la verdadera compasión cristiana ante el sufrimiento del prójimo. Y el Papa habló y sorprendió… ya lo creo.
En muchos ambientes considerados perfectos y ejemplares católicos, dignos de alabanza por el resto de mortales, se debería leer y releer esta audiencia del Santo Padre. Durante muchas décadas hemos tenido la tentación –consumada en ocasiones-, de considerar el cristianismo una religión reducida a la práctica preceptiva y rigurosa de actos piadosos reduciendo así su verdadera naturaleza. Esto conlleva el riesgo de sentirnos mejores y superiores que los demás por el mero hecho de cumplir una serie de preceptos religiosos. Pero el Papa nos ha recordado, una vez más, lo verdaderamente importante.
Criticando la hipocresía del sacerdote y levita de la parábola que pasan de largo ante el sufrimiento del peregrino que ha sido golpeado y tirado al borde del camino, el Papa León XIV recordó que el único que tuvo compasión fue el samaritano considerado impuro por el pueblo judío de entonces. El sacerdote y levita, personas asiduas al Templo y a la práctica religiosa, no tienen compasión ni misericordia que sí muestra el samaritano que no solo atiende y cura las heridas del maltratado, sino que sufraga de su propio bolsillo el hospedaje del peregrino herido hasta su vuelta. Y esto ocurre porque, tal y como nos recordó el Papa, la práctica del culto religioso no nos lleva necesariamente a ser compasivos, terminando con una frase lapidaria para todo aquel que se contenta con ir a misa y rezar alguna oración piadosa, pero se olvida de practicar la misericordia y compasión con el prójimo que tiene más cercano: antes de ser creyentes, estamos llamados a ser humanos.
¿Qué sentido tiene comulgar de forma semanal – o diaria, incluso- si, como decía el Papa Francisco, al salir del templo nos ponemos a criticar al que teníamos al lado?, ¿Qué eficacia tiene en nuestros más cercanos que nos vean rezar devotamente el santo rosario si como empresario negamos los derechos laborales a nuestros trabajadores?, ¿De verdad nos creemos discípulos de Jesucristo por cumplir los días de precepto y fiesta de guardar mientras tenemos rencor a nuestro padre o hermano?, ¿Podemos tener coherencia cristiana cuando rezamos diariamente el padrenuestro pero somos incapaces de disculpar las ofensas que nos hacen nuestros allegados?
Recuerden: antes de ser creyentes, estamos llamados a ser humanos.
Dicho esto, no podemos dejar de señalar – que nadie malinterprete mis palabras - que la práctica religiosa, la oración y la asiduidad de los sacramentos es vital para un cristiano que quiere vivir una vida coherente con su fe. “Orad en todo momento...”, recuerden. No me creo la santidad de quien no tiene la oración como un pilar fundamental en su vida. Y no lo creo por una sencilla razón: porque si se vive una relación personal e intensa con Jesucristo terminas viviendo con sus mismos sentimientos. En la parábola Él se pararía, curaría las heridas del maltratado, pagaría los gastos del hospedaje y rezaría… por su curación y por la conversión de sus agresores.
Ojalá, siguiendo la llamada del Papa, todos los católicos vivamos una verdadera creyente humanidad.
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