Vivimos tiempos en los que la estrategia lo invade todo. Todo se convierte en cálculo, equilibrio de fuerzas, reuniones interminables, estructuras, y documentos bien redactados. Pero entre tanto plan, tantas mesas y tantas declaraciones, apenas se habla de Dios. Apenas se reza. Y sin embargo, rezar funciona.
Este no es un reclamo piadoso, sino una llamada urgente a recordar lo esencial. Porque cuando se olvida la oración, cuando desaparece la confianza en la acción directa de Dios, lo que queda es solo política. Incluso dentro de la Iglesia.
Los obispos, los políticos cristianos, los agentes de poder: todos ellos están tentados de creer que el cambio vendrá solo desde una correcta ingeniería institucional. Que, si se negocia bien, si se matiza lo suficiente, si se adapta el lenguaje, el Evangelio podrá abrirse paso. Pero eso no es fe, es pragmatismo bautizado. Y no transforma los corazones.
La Iglesia no ha influido en el mundo por tener mejores estrategas, sino porque tuvo santos. Y los santos eran hombres y mujeres de oración. Sin oración, la acción pastoral se convierte en activismo, y la acción política en puro teatro. Lo sobrenatural no es un adorno: es el alma de toda transformación verdadera.
No se trata de oponer oración y acción, sino de poner cada cosa en su lugar. Primero Dios. Primero arrodillarse. Solo desde ahí viene la luz. No basta con tener buenas intenciones. No basta con hacer diagnósticos sociales. Sin oración, se pierde la conexión con el cielo, y todo se reduce a puro voluntarismo.
Es hora de recordarlo con claridad: rezar funciona. Funciona porque nos sitúa en la verda Porque abre caminos donde los planes fracasan. Porque pone a Dios en el centro. Y cuando Dios está en el centro, todo lo demás ocupa su lugar
Desde la elección del nuevo pontífice da la sensación de que se ha vuelto a poner la Oración en el centro. No sé cómo será la oración personal del Papa León pero lo que sí parece es que antes de hablar, antes de un discurso, lo tiene pensado y meditado. Y en este mes de pontificado se nota el fruto del espíritu santo que habla en boca del Papa. No sé si es un estratega político o un orador impecable, pero si se ve que es un hombre De Dios que reza por su pueblo y dirige la Iglesia contando con la ayuda del Espíritu Santo. Gracias a Dios que tenemos pastores así.
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