Cisma en Canterbury: de vuelta a Roma

Cisma en Canterbury: de vuelta a Roma

La Iglesia anglicana está estallando por dentro. Y no se trata de una grieta menor: casi el ochenta por ciento de sus fieles se ha plantado ante el nombramiento de una “arzobispa” de Canterbury. El modernismo ha tensado tanto la cuerda que ya no queda más que oír el chasquido.

Desde Londres se presenta como un avance histórico: una mujer al frente de la cátedra más antigua del anglicanismo. Desde África, Asia y América Latina, el mensaje es otro: basta de traicionar la tradición. Las provincias del llamado “Sur Global” —la mayoría de los anglicanos del mundo— no reconocen el nombramiento y lo consideran una ruptura con la fe apostólica. ¿Resultado? La sede espiritual de Inglaterra ha perdido su trono moral.

Los defensores del nuevo rumbo hablan de inclusión, de apertura, de signos de los tiempos, como les gusta decir a los alemanes... Los fieles de siempre hablan de Escritura, de verdad, de fidelidad a Cristo. Mientras unos levantan banderas ideológicas, los otros alzan el Evangelio.Y el mundo asiste al espectáculo de una iglesia que se divide en nombre del progreso...

Parece que tienen ganas de romper con todo. De destrozar la unidad del pueblo de Dios. La agenda de progreso que rompe y desune. Todo lo contrario a lo que busca el Papa. Baste recordar su lema papal...

Canterbury, ha sido símbolo de unidad en la iglesia anglicana y se convierte ahora en bandera de fractura. El anglicanismo, que nació de una ruptura, parece condenado a repetirse a sí mismo: cada vez que se aleja de la raíz, acaba partiéndose en dos. Pero esta vez la brecha no será local, sino global. Un cisma a gran escala, con millones de creyentes dispuestos a volver a las fuentes.

La paradoja es que justo ahora, mientras los obispos se enfrentan, un hecho único sucede: el rey de Inglaterra reza con el Papa por la unidad de los cristianos.Un gesto que roza lo profético: el monarca que representa a una iglesia rota se inclina ante el Sucesor de Pedro para pedir lo que su propia comunión ha perdido. Quizá, sin saberlo, está señalando el camino de regreso. A lo mejor es una señal...

Cuando la fe se diluye en la ideología, los creyentes buscan de nuevo la roca firme. Y esa roca, desde hace veinte siglos, no se mueve. Quizá el cisma anglicano no sea una tragedia, sino una sacudida necesaria para que la verdad resurja. El humo de Canterbury se disipa… y muchos ojos vuelven a mirar a Roma.


Iglesia Noticias no se hace cargo de las opiniones de sus colaboradores, que no tienen por qué coincidir con su línea editorial.

Comentarios
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Teresa Benavent
4 horas hace
La ruptura en Canterbury no es solo una cuestión de modernidad, sino una crisis de fe que evidencia la fragilidad del anglicanismo. La búsqueda de inclusión choca con el anhelo de regresar a las raíces apostólicas. Esta situación refleja la decadencia de la unidad anglicana y el deseo de muchos de encontrar en Roma la solidez doctrinal perdida.
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