El Jubileo de la Esperanza en Roma ha atraído a 24 millones de peregrinos, convirtiendo a la ciudad en el epicentro de la devoción católica.
Ocho meses después del inicio del Jubileo de la Esperanza, Roma ha recibido a 24 millones de peregrinos, transformando la Ciudad Eterna en el corazón palpitante de la devoción y renovación católica. Las cifras, divulgadas por el Dicasterio para la Evangelización del Vaticano, confirman las predicciones de los funcionarios eclesiásticos al inicio del Año Santo: que la ciudad se convertiría en un cruce de caminos de fe, atrayendo a más de 32 millones de visitantes antes de que concluyan las celebraciones.
El Jubileo fue inaugurado en la víspera de Navidad de 2024, cuando el Papa Francisco, en uno de sus últimos grandes gestos litúrgicos antes de su fallecimiento, abrió la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro. Ese acto simbólico, arraigado en siglos de tradición, puso en marcha una peregrinación de un año marcada por la oración, la penitencia y reuniones extraordinarias. En las dos primeras semanas, medio millón de peregrinos inundaron Roma, una señal temprana del impulso que ha continuado durante el verano.
Lo que ha hecho que este Año Santo sea notable no solo es la escala de participación, sino también su amplitud. Las corrientes de peregrinos han sido notablemente diversas: periodistas y profesionales de la comunicación, fuerzas policiales, atletas, diáconos, enfermos, voluntarios, personas con discapacidades, influencers católicos y más de un millón de jóvenes ya han acudido a los sepulcros de los apóstoles. El Jubileo ha funcionado como un escenario donde cada vocación y circunstancia de la vida ha encontrado su lugar.
Las próximas celebraciones muestran la imaginación pastoral detrás del diseño del Jubileo. El 15 de septiembre, el Vaticano acogerá el Jubileo de la Consolación, dedicado a quienes sufren—por enfermedad, duelo, violencia o abuso—junto con sus familias y amigos. Días después, el 20 de septiembre, jueces y juristas se reunirán para el Jubileo de los Administradores de Justicia, seguido por el Jubileo de los Catequistas a finales de mes. Cada reunión refleja un esfuerzo por conectar la fe con las realidades humanas vividas, tejiendo el ritmo litúrgico de la Iglesia en el tejido social del mundo.
Más allá de su carácter devocional, el Jubileo también ha remodelado la vida de Roma. Las rutas de peregrinación están vivas con cantos y oraciones; las parroquias y comunidades religiosas extienden hospitalidad; y los voluntarios trabajan incansablemente para acompañar a los visitantes. El influjo ha traído no solo energía espiritual sino también desafíos logísticos, ya que las redes de transporte, los servicios de seguridad y las comunidades locales se esfuerzan por acomodar la constante marea de llegadas.
El Año Santo está programado para concluir el 6 de enero de 2026 cuando el Papa León XIV cerrará solemnemente la Puerta Santa en San Pedro, poniendo fin al paso de gracia que comenzó bajo su predecesor. Hasta entonces quedan importantes jubileos en el calendario, incluyendo reuniones para migrantes, misioneros, hombres y mujeres consagrados, los pobres y los prisioneros; cada uno destacando un rostro diferente de la misión eclesial.
Para Roma este Jubileo se ha convertido en más que un evento; es una peregrinación viva que continúa atrayendo a personas desde todos los rincones del mundo hacia un encuentro no solo con una ciudad sino con una tradición que abarca siglos. Veinticuatro millones ya han testificado ese atractivo perdurable. Para cuando el último peregrino cruce el umbral finalizando este tiempo especial podría situarse entre los capítulos más memorables dentro historia moderna Iglesia.