León XIV: el grito de Jesús en la cruz, expresión suprema de amor y fe
León XIV: el grito de Jesús en la cruz, expresión suprema de amor y fe

En su catequesis durante la Audiencia General, el Papa León XIV reflexionó sobre el grito de Jesús en la cruz, invitando a los fieles a no temer expresar su dolor a Dios, siempre que surja del amor.

Durante la Audiencia General del miércoles 10 de septiembre de 2025, el Papa León XIV centró su reflexión en el momento culminante de la vida de Jesús: su muerte en la cruz. El Santo Padre destacó que, según los Evangelios, Jesús no muere en silencio, sino que entrega su vida con un fuerte grito: "Jesús, dando un fuerte grito, expiró" (Mc 15,37). Este grito, explicó, encapsula dolor, abandono, fe y ofrenda, y no es simplemente el último aliento de un cuerpo, sino la manifestación de una vida entregada por completo.

El Papa Prevost subrayó que el grito de Jesús es precedido por una pregunta profundamente conmovedora: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Esta cita del Salmo 22, en los labios de Jesús, adquiere un significado único, pues refleja el silencio y la aparente ausencia del Padre, sin ser una crisis de fe, sino la culminación de un amor que se entrega hasta el final. El grito de Jesús, aclaró León XIV, no es de desesperación, sino de verdad llevada al extremo y de confianza que persiste incluso en el silencio.

El Papa León XIV también señaló que, en el momento de la muerte de Jesús, el cielo se oscurece y el velo del templo se rasga, simbolizando que Dios ya no está oculto tras un velo, sino que su rostro se revela en el Crucifijo. En este acto, el amor más grande se manifiesta, mostrando un Dios que participa en el dolor humano. El centurión romano, un pagano, al presenciar la muerte de Jesús, profesa su fe diciendo: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios" (Mc 15,39), lo que León XIV interpretó como el fruto de un grito que tocó un corazón.

El Santo Padre animó a los fieles a no reprimir su grito de dolor, afirmando que este puede ser una forma extrema de oración y un acto de humanidad. El grito, explicó, no es necesariamente una señal de debilidad, sino una expresión de esperanza y deseo. Jesús, al gritar, no lo hizo contra el Padre, sino hacia Él, demostrando que incluso en el silencio, la confianza en el Padre permanece. León XIV concluyó que el grito sincero y humilde, orientado a Dios, nunca es inútil si nace del amor, y puede ser un umbral hacia una nueva luz y esperanza.

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