Las manifestaciones en Marruecos, impulsadas por la muerte de ocho mujeres en Agadir, reclaman justicia social y mejoras en el sistema de salud, mientras el gobierno enfrenta críticas por su gestión.
Las calles de Marruecos se han llenado de jóvenes que claman por dignidad, justicia social y mejores condiciones de vida. Las manifestaciones, que han tenido lugar en ciudades como Rabat, Casablanca, Marrakech y Agadir, denuncian detenciones, represión y profundas desigualdades. A pesar de la respuesta de las autoridades, la movilización persiste como símbolo de esperanza y deseo de cambio.
La muerte de ocho mujeres en Agadir, hospitalizadas por una cesárea que nunca se realizó, ha puesto de manifiesto la fragilidad del sistema de salud marroquí, desencadenando una ola de indignación nacional. Este trágico suceso ha impulsado a jóvenes y mayores a exigir mejoras en salud, educación y empleo.
El movimiento, organizado a través de redes sociales por colectivos como GenZ 212 y Morocco Youth Voices, se declara pacífico y motivado por el amor al país. Sin embargo, la respuesta de las autoridades ha sido contundente, con arrestos masivos, incluyendo a menores y figuras de la sociedad civil.
Marruecos enfrenta una paradoja: mientras invierte en infraestructuras para eventos deportivos y desarrollo tecnológico, los servicios esenciales como la salud están desatendidos. El desempleo juvenil alcanza el 36% y millones viven en pobreza creciente. Los manifestantes afirman que protestar es la única vía para obtener sus derechos.
El primer ministro Aziz Akhannouch ha defendido las acciones del gobierno, mencionando inversiones en hospitales, aunque la confianza pública se tambalea. El silencio del rey Mohammed VI agrava la desconfianza, pero los jóvenes mantienen la esperanza de que la sociedad puede cambiar y priorizar la vida de cada persona.