Entonces… ¿es o no de los nuestros?

Cuando el 8 de mayo el cardenal Dominique Mamberti anunció al mundo entero que Robert Prevost había sido elegido nuevo sucesor de San Pedro, la primera duda que embargó a muchos fue si Prevost seguiría la línea del Papa Francisco o, por el contrario, optaría por un pontificado de la línea de Juan Pablo II o Benedicto XVI.
Y salió. Robert Prevost, ya como León XIV, salió al balcón y tengo que confesar que mi primera sensación al verle fue de la de estar viviendo una nueva e histórica etapa en la Iglesia Católica. Y esto no tanto porque decidiera salir con las vestimentas pontificias tradicionales que rechazó su antecesor, sino por la personalidad que me transmitió desde el primer momento.
Ha pasado casi un mes desde ese día y los que continúan viendo a la Iglesia como un parlamento terrenal quieren amoldar cada paso que da el Papa a sus preferencias ideológicas. Como no se llama Francisco II, salió al balcón con la muceta y cruz dorada, usa pantalones blancos o como todo parece indicar que volverá a vivir en los apartamentos papales, sin duda alguna se está alejando del pontificado de Francisco.
Por el contrario, los partidarios del Papa argentino, claramente ven –o quieren ver- una línea de continuidad absoluta en León XIV. No usa zapatos rojos, hace alusiones a la continuidad del Concilio Vaticano II, apuesta por la sinodalidad y además ha hecho una declaración pública apoyando a los participantes de un congreso en defensa del medio ambiente basado en la encíclica del Papa Francisco Laudato si. No hay duda…. León XIV es de los nuestros, dirán ellos.
Si apoya y defiende públicamente el matrimonio entre hombre y mujer (el único posible, sea dicho de paso) es doctrinalmente tradicional y se aleja de las confusiones producidas para muchos en el papado anterior. Si por el contrario nombra a una religiosa como secretaria del Dicasterio para la Vida Religiosa no dudan en sostener que está continuando con el legado de su antecesor.
Pues no, señores. No es todo tan simple. Me niego a ver el papado como una lucha entre los sucesivos Pontífices. Me gusta y admiro la libertad que tiene León XIV de tomar decisiones que nunca aprobó el Papa anterior. Si el Papa actual ve conveniente y una señal de respeto que le besen el anillo aplaudo su decisión.
Sé que es inevitable sentirse más cercano a un papa que a otro, a mí también me pasa y considero que no es malo. Lo que no está bien es ver enfrentamientos entre ellos cuando analizamos todo lo que hacen o dicen como si de líderes políticos de distintos partidos estuviéramos hablando. Cada Papa deja su seña de identidad en un momento concreto de la historia y con su personalidad propia. De lo contrario, ¿para qué se reunirían los cardenales en las congregaciones previas al cónclave? Precisamente para esto, para valorar (con la ayuda del Espíritu Santo, que no se nos olvide) qué cardenal es el más apto para guiar al pueblo de Dios en el momento actual con sus circunstancias sociales, políticas y religiosas.
Y ahora es León XIV. Personalmente me gusta mucho y pido a Dios que tenga la libertad– sin hacer caso a los ultras de un lado y otro- para hacer lo que en conciencia considere, teniendo presente que solo rendirá cuentas al Jefe. Pero al de verdad, no a los de medios interesados en divisiones y enfrentamientos en la Iglesia. Tengo la sensación de que estamos en el comienzo de un pontificado que dejará huella en la historia. Solo llevamos un mes, pero no veo un pontificado de transición, más bien veo un líder de la Iglesia con personalidad, prudente, reflexivo y nada amigo de las improvisaciones ni sorpresas. Papa León, cuenta con todo mi apoyo, afecto y oración.
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