Cuando la mitra y la estola se doblegan hacia el mundo

Cuando la mitra y la estola se doblegan  hacia el mundo

Algunos obispos y sacerdotes evitan condenar con claridad el aborto o la eutanasia. Hablan de estas realidades con una frialdad que espanta, como si fueran “cuestiones sociales complejas” en vez de crímenes contra la vida humana. Pero cuando llega el momento de aplaudir los postulados de ciertos movimientos ideológicos —por ejemplo del activismo LGTBI—, entonces sí aparece el entusiasmo, los gestos públicos, las bendiciones “pastorales” y los discursos inclusivos.

No es toda la Iglesia, ni todos los pastores. Gracias a Dios, sigue habiendo obispos y sacerdotes santos, valientes, fieles al Evangelio cueste lo que cueste. Pero sería ingenuo —o irresponsable— negar que hay una parte del clero, cada vez más visible, que ha dejado de confirmar en la fe para empezar a negociar con ella.

¿De verdad es esto fidelidad al Evangelio? ¿O estamos siendo testigos de una peligrosa claudicación, camuflada bajo el pretexto del acompañamiento? Porque acompañar no es callar, ni justificar, ni disfrazar el error de compasión. Cristo acogía, sí, pero también decía: “Vete, y no peques más”. Hoy muchos acompañan, pero omitiendo lo segundo.

En Alemania la situación ha llegado a un punto de escándalo. El llamado “Camino Sinodal” está sirviendo de plataforma para abrir debates que no son simples ajustes pastorales, sino cuestionamientos directos a la doctrina: moral sexual, estructura eclesial, sacramentos, ministerios… Todo se pone sobre la mesa como si fuera materia opinable. Y lo más grave: no desde la escucha del Pueblo de Dios, sino desde la presión de ciertos grupos que quieren otra Iglesia. Una que no se parezca mucho a la de Cristo.

No podemos callar. El pueblo fiel —los que rezan, luchan, educan a sus hijos en la fe y cargan con sus cruces— merece pastores que no titubeen, que no se acomoden, que no teman ser claros. No se trata de caer en condenas histéricas, sino en una caridad verdadera, que llama al bien y denuncia el mal.

La Iglesia no está para seguir al mundo, sino para salvarlo. Cuando el báculo se dobla hacia las modas, cuando la estola se convierte en una pancarta ideológica, el Evangelio pierde su fuerza. Y los fieles, su confianza. 

Más rezar, más defender a Cristo y su doctrina y menos política, sociología o psicología…


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Comentarios
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Genoveva Ruiz
2 meses hace
La verdadera fidelidad no se negocia; mantener la doctrina es amar de verdad, no adaptarse a modas pasajeras. La Iglesia debe ser luz, no espejo del mundo.
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Manuel Molina
2 meses hace
La fidelidad a Cristo exige valentía, no acomodarse a modas pasajeras. La verdadera caridad está en denunciar el error con amor, sin rendirse ante las presiones. Solo así la Iglesia conservará su pureza y autoridad.
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MRCruz
2 meses hace
Muchos que critican a la Iglesia no creen en el Evangelio; sólo buscan discordia y desprestigio. Señalan a las jerarquías, pero amparan los pecados que Jesús condenó. No les importa la fe ni la verdad, sino imponer su ideología y presentar a la Iglesia como anticuada, exigiendo que cambie según el mundo.


¿De verdad quieren casarse por la Iglesia quienes no creen en Cristo? ¿O ser sacerdotes por fe, o por ideología? No buscan servir, sino desfigurarla desde dentro.

No atacan a otras religiones porque no se lo permitirían. El Cristianismo les incomoda porque en él está Dios, y por eso lo combaten.
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Maria Rosario Cruz
2 meses hace
Los enemigos Muchos que critican a la Iglesia no creen en el Evangelio; sólo buscan discordia y desprestigio. Señalan a las jerarquías, pero amparan los pecados que Jesús condenó. No les importa la fe ni la verdad, sino imponer su ideología y presentar a la Iglesia como anticuada, exigiendo que cambie según el mundo.

¿De verdad quieren casarse por la Iglesia quienes no creen en Cristo? ¿O ser sacerdotes por fe, o por ideología? No buscan servir, sino desfigurarla desde dentro.

No atacan a otras religiones porque no se lo permitirían. El Cristianismo les incomoda porque en él está Dios, y por eso lo combaten
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Diana Gallego
3 meses hace
La fidelidad al Evangelio exige valentía, no acomodamiento. La Iglesia no puede ceder ante las modas del mundo, pues pierde su esencia y la confianza de los fieles. La verdadera caridad es denunciar con firmeza el mal.
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