El Papa León XIV ha defendido el acto de llorar como una expresión profunda de oración durante su Audiencia General en la Plaza de San Pedro.
En una lluviosa mañana del 10 de septiembre de 2025, el Papa León XIV abordó el tema del llanto durante su audiencia general en la Plaza de San Pedro. A pesar del clima adverso, el Santo Padre recorrió la plaza en el papamóvil, bendiciendo especialmente a los niños presentes. En su catequesis, reflexionó sobre el valor del llanto, afirmando que "a veces, lo que no podemos expresar con palabras, lo decimos con la voz". Según el pontífice, el llanto no es necesariamente un signo de debilidad, sino que puede ser un acto profundo de humanidad.
El Papa León XIV destacó que, aunque a menudo se considera el llanto como algo desordenado que debe reprimirse, el Evangelio le otorga un valor significativo, recordándonos que puede ser "una invocación, una protesta, un deseo, una entrega". En sus palabras, "puede incluso ser la forma extrema de oración, cuando ya no quedan palabras". El Santo Padre subrayó que Jesús, en sus últimos momentos en la cruz, no clamó contra el Padre, sino hacia Él, mostrando que "nuestra esperanza puede clamar, incluso cuando todo parece perdido".
Dirigiéndose a los peregrinos que se resguardaban bajo paraguas, el Papa meditó sobre la culminación de la vida de Jesús en este mundo: su muerte en la cruz. Resaltó que "en la cruz, Jesús no muere en silencio", sino que tras cumplir su misión en la tierra, "Jesús lanzó un fuerte grito y expiró". Para el Santo Padre, ese grito contiene "dolor, abandono, fe y ofrenda", y no es solo la voz de un cuerpo que cede, sino el signo final de una vida entregada.
El Papa recordó que el grito de Jesús fue precedido por una pregunta desgarradora: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". En ese momento final, Jesús experimenta el silencio y la ausencia; sin embargo, según el pontífice, "no es una crisis de fe sino la etapa final de un amor que se entrega hasta el extremo". El Papa León XIV enfatizó que el grito de Jesús no es desesperación sino sinceridad y confianza llevadas al límite, manifestando así el amor más grande.
En su mensaje final explicó que llorar puede ser un "gesto espiritual", ya que es a menudo el primer acto al nacer y una forma de mantenerse vivo. Invitó a los fieles a no reprimir sus lágrimas porque guardarlo todo dentro "puede consumirnos lentamente". Insistió en que Jesús nos enseña a no temer llorar siempre que sea sincero y humilde dirigido al Padre. Concluyó animando a los fieles a aprender del Señor a dar un "grito de esperanza cuando llegue la hora de la prueba extrema".