La alegría que no niega la herida

La alegría que no niega la herida

El tercer domingo de Adviento, llamado Gaudete, no es un descanso emocional en mitad del camino. Es una provocación. La Iglesia se atreve a hablar de alegría cuando una herida sigue abierta y el mundo no ha dejado de dar golpes. Y lo hace sin rubor, porque la alegría cristiana no nace de que todo vaya bien, sino de que Cristo ya ha entrado en lo que va mal.

Nos han enseñado a pensar la alegría como ausencia de dolor. Como una especie de anestesia espiritual. Pero eso no es la alegría del Evangelio. Cristo no tapa la herida: la ilumina. No promete una vida sin cruz, sino una cruz acompañada. Y eso es infinitamente más serio.

La venida de Cristo no elimina el sufrimiento humano; simplemente lo habita. Dios no espera a que el corazón esté en orden para entrar. Entra cuando puede, como puede, donde puede… Y por eso la alegría no es euforia o un subidón interior, es certeza, un suelo firme bajo los pies.

Este domingo Gaudete de ayer no invita a sonreír más, sino a creer más hondo. A sostener la vida sin huir de ella. A aceptar que esa herida concreta —la que cada uno arrastra— no es el final del relato, porque Dios ha decidido atravesarla desde dentro. La alegría cristiana no compite con el dolor: convive con él.

Por eso esta alegría no es frágil. No depende del ánimo, ni del contexto, ni del estado interior. Nace de saber que la historia ya ha sido visitada por Dios. Que la oscuridad no tiene la última palabra. Que incluso en lo roto hay una presencia real.

La alegría que anuncia la cercanía de la Navidad no consiste en olvidar lo que duele, sino en descubrir que no estamos solos ahí. Que Cristo viene precisamente a ese lugar. Y esa es la razón por la que la Iglesia se permite decir: ¡alégrate! No porque la herida haya desaparecido, sino porque ya no está vacía…

La alegría cristiana no niega el dolor. Lo atraviesa con esperanza. Y en esa tensión —dolor y promesa, cruz y cercanía— nace una alegría que no se rompe. Porque tiene nombre… Y viene de camino.


Iglesia Noticias no se hace cargo de las opiniones de sus colaboradores, que no tienen por qué coincidir con su línea editorial.

Comentarios
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Elena Cardenas
8 horas hace
La alegría genuina puede nacer del sufrimiento sin caer en el optimismo vacío. La celebración del domingo Gaudete nos recuerda que, incluso en el dolor, la presencia de Cristo transforma nuestra vida. La Iglesia nos invita a ver la alegría como una confianza en la redención, no como una evasión del sufrimiento.
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