La Diócesis de Getafe organizará misas en las cárceles de Aranjuez, Navalcarnero y Valdemoro, con la participación de internos y voluntarios, para conmemorar a la patrona de los presos el 24 de septiembre.
La diócesis de Getafe se prepara para celebrar la festividad de Nuestra Señora de la Merced, patrona de los presos, el próximo 24 de septiembre. En esta ocasión, los reclusos de las cárceles de Aranjuez, Navalcarnero y Valdemoro participarán activamente en las celebraciones eucarísticas, realizando lecturas, ofrendas y cantos, acompañados por voluntarios de la Delegación diocesana de Pastoral Penitenciaria. Estas prisiones albergan a más de 2.900 personas, quienes reciben acompañamiento espiritual y físico por parte de capellanes y voluntarios.
Ginés García Beltrán, obispo de Getafe, presidirá una misa en el Albergue San Vicente de Paúl en Aranjuez, junto a las religiosas mercedarias. Por su parte, el obispo auxiliar, José María Avendaño, celebrará la Eucaristía en la prisión de Valdemoro, acompañado por el delegado de Pastoral Penitenciaria, Pablo Morata, y por internos y voluntarios. En Aranjuez, la celebración se trasladará al 27 de septiembre, presidida por el vicario episcopal Aurelio Carrasquilla, mientras que en Navalcarnero, Miguel González, antiguo capellán, oficiará la misa junto al capellán actual, Javier Sánchez.
La Pastoral Penitenciaria de Getafe, integrada por capellanes y voluntarios, desempeña su labor en las prisiones del sur de Madrid y en el centro de acogida e inserción de la asociación Encuentro y Vida. Atienden a personas presas, a quienes cumplen medidas alternativas y a sus familias. Pablo Morata, delegado diocesano, destaca que el trabajo de la Iglesia en las cárceles no se limita a la atención espiritual sino que busca ser un lugar de oportunidad y esperanza para los internos antes, durante y después del cumplimiento de su condena.
El perfil predominante entre los internos del sur madrileño es mayoritariamente masculino, con edades comprendidas entre los 41 y 60 años; muchos son españoles que carecen del apoyo familiar o sufren soledad. La pastoral penitenciaria se centra en reconocer su dignidad intrínseca y ofrecerles escucha sin juicio. Morata enfatiza que quienes se sienten llamados a este servicio deben estar bien formados para no improvisar en su relación con los internos.
La acción pastoral no concluye con la excarcelación. La Iglesia ofrece casas de acogida y espacios para facilitar su reinserción social mediante el fortalecimiento familiar y laboral junto al acompañamiento espiritual. Morata recuerda que "la misericordia divina no tiene límites" y que la Iglesia busca ser testigo fiel del amor divino tanto dentro como fuera del ámbito penitenciario.