Con motivo del Gran Perdón de Sainte-Anne-d'Auray, que este año coincide con el cuarto centenario de las apariciones de Santa Ana a Yvon Nicolazic, el cardenal Robert Sarah, enviado especial del Papa León XIV, presidió el pasado sábado 26 de julio una misa pontifical ante 30.000 fieles en el memorial del santuario bretón.
Su homilía, publicada por la edición francesa del medio Aleteia, ha sido un canto a la adoración eucarística y una firme denuncia contra la deriva espiritual de Occidente. En su intervención, el cardenal Sarah recordó el carácter sagrado del lugar de las apariciones, donde en 1625 Santa Ana se manifestó al campesino Yvon Nicolazic. “Dios eligió esta tierra para convertirla en un lugar sagrado”, afirmó el purpurado, subrayando que “la gloria de Dios nos precede y no nos pertenece”.
Según el cardenal, Francia ha recibido una vocación particular que no puede ser traicionada: “Dios eligió Francia para que fuera como una tierra santa… No profanéis Francia con vuestras leyes bárbaras e inhumanas que propugnan la muerte cuando Dios quiere la vida”.
La alusión se dirigía directamente al debate político en curso en El País sobre la legalización de la eutanasia, que Sarah condenó sin ambigüedades.
Durante su homilía, el cardenal criticó con firmeza la visión utilitarista y secularizada de la religión en Europa: “Con demasiada frecuencia en Occidente, la religión se presenta como una actividad al servicio del bienestar humano… Se equipara con acciones humanitarias y desarrollo personal. Esta visión es falsa”.
Rechazando una espiritualidad superficial, afirmó que “la religión no tiene que ver con comida ni con acciones humanitarias… Lo que salva al mundo es el hombre que se arrodilla ante Dios para adorarlo y servirlo”.
Sarah también defendió la centralidad del culto litúrgico como camino de santificación al señalar que “fuimos creados para alabar y adorar a Dios… Si no adoramos a Dios, terminaremos adorándonos a nosotros mismos”.
Con suma claridad, el purpurado pidió respeto por los espacios sagrados y una recuperación del sentido litúrgico de los templos y recordó que “nuestras iglesias no son salas de espectáculos… La liturgia tiene como objetivo la gloria de Dios y la santificación de los fieles”.
Agradeció especialmente a los bretones que acudieron ataviados con vestimenta tradicional: “No se trata de folclore… Es una muestra del esfuerzo interior por presentarse a Dios con un alma pura”.
Inspirado en la tradición monástica y patrística, el cardenal Sarah invitó a los fieles a reconstruir “la iglesia del alma” y afirmó que “Dios viene a decirnos hoy: ‘He elegido tu alma, tu corazón, como lugar sagrado para ser adorado allí’. Tu alma es un lugar sagrado, cuídala”.
Pidió dedicar tiempo diario a la oración en silencio, confesar los pecados y expulsar los ídolos modernos: “Es hora de confesar… de expulsar los ídolos del dinero, de las pantallas, de la seducción fácil… No le robemos a Dios el santuario sagrado de nuestras almas”.
En una sección especialmente emotiva, el cardenal dirigió unas palabras de consuelo a quienes sufren, evocando las pruebas vividas por Santa Ana antes del nacimiento de la Virgen María: “¿Por qué el sufrimiento de los inocentes? ¿Por qué la muerte de un hijo? Ante el mal, no tenemos respuestas humanas… Nuestra única respuesta es la adoración”.
Concluyó afirmando que solo la adoración silenciosa puede vencer la desesperación: “La fe en Dios y el culto a Dios son los únicos remedios que pueden garantizar a los hombres una paz sólida y duradera”.
Fue en mayo, a los pocos días de haber sido elegido Papa, cuando León XIV designó al cardenal Sarah para representarle en este evento. Fue especialmente significativo porque fue uno de los primeros nombramientos públicos del nuevo Pontífice.
Pero fue el pasado 19 de julio cuando el cardenal Robert Sarah hizo publicó a través de sus redes sociales la carta que le había escrito el Papa a él para confirmarle que deseaba ser representado en Francia por el ex prefecto de la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
La carta pontificia, fechada el 25 de junio de 2025 y firmada “desde El Vaticano, en el Año Santo, primero de nuestro Pontificado”, destaca el papel histórico y espiritual del santuario de Sainte-Anne-d'Auray, cuya existencia se remonta a la aparición milagrosa de Santa Ana al campesino Yvon Nicolazic en el siglo XVII. El Papa rememora también la visita de San Juan Pablo II en 1996, y señala que este aniversario es una ocasión propicia para reavivar la fe del pueblo.
En la mkisiva, el Papa describe al cardenal Sarah como un “trabajador vigilante y celoso” en la viña del Señor, dotado de “piedad y doctrina”, y le encomienda el encargo de presidir las celebraciones y ofrecer palabras de exhortación espiritual.
León XIV encomienda a Sarah la tarea de animar a los participantes para que “mantengan viva la esperanza de alcanzar las promesas de Dios”, y subraya que esta celebración jubilar será una fuente de “abundantes beneficios espirituales y gracias de bondad celestial”, útiles para sostener el esfuerzo cotidiano de los fieles.
El Papa también le pide que salude en su nombre a toda la comunidad eclesial y civil presente en el evento, incluyendo al obispo de Vannes, Raymond Centène, promotor de esta iniciativa ante el Papa Francisco y ahora confirmada bajo el nuevo pontificado.
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