El Padre Javier Olivera, sacerdote argentino y fundador de la Orden San Elías, en exclusiva para IglesiaNoticias, reflexiona sobre la misión de la Iglesia, la defensa de la verdad y el desafío de vivir la fe con valentía en tiempos de confusión.
El sacerdote argentino Padre Javier Olivera Ravasi, fundador de la Orden San Elías y del apostolado digital Que no te la cuenten, comparte su visión sobre la Iglesia contemporánea, la Agenda 2030, la cultura “woke” y los desafíos de la fe católica en un mundo secularizado. En una entrevista con Iglesia Noticias, el misionero explica por qué considera que “ser católico hoy es el acto más rebelde que existe” y llama a los creyentes a recuperar la valentía, la formación doctrinal y la fidelidad al Evangelio frente a las ideologías que buscan redefinir la verdad, la moral y la familia.
Padre Javier, usted ha conocido de cerca realidades muy distintas: Argentina, México, Estados Unidos. ¿Cómo percibe hoy la situación de la Iglesia en América del Sur y del Norte?
La gran diferencia está en el origen cultural. En América del Sur, la Iglesia proviene de una extracción católica, de una cultura donde el cristianismo forma parte de las raíces del pueblo. Eso tiene algo muy bueno; incluso quienes no practican conservan ciertos valores que se transmiten de generación en generación. Pero también hay un riesgo, que es el de acostumbrarse a esa cultura católica hasta reducirla a una tradición vacía, a una especie de folclore o barniz religioso. En cambio, en Estados Unidos, el catolicismo es minoría en un contexto calvinista o protestante. Allí el católico tiene que mostrarse como tal, diferenciarse del resto y afirmar su identidad. Eso hace que la Iglesia sea, en mi opinión, más valiente, más pujante y más libre respecto a los poderes del Estado.
En Hispanoamérica o en España, por el contrario, existe una dependencia mayor de las ayudas estatales, lo que a veces lleva a que algunos obispos o sacerdotes callen sobre ciertos temas por no contrariar al gobierno. En Estados Unidos eso no ocurre: la Iglesia no recibe prácticamente nada del Estado, y eso la hace más independiente.
Usted fundó la Orden San Elías. ¿Podría contarnos cómo nació esta iniciativa y cuál es su carisma principal?
La Orden San Elías nació a principios de 2016, en plena meseta tibetana. El Padre Federico Highton y yo pertenecíamos a otra congregación religiosa. Por distintos motivos salimos de ella y, al no sentirnos llamados a ser sacerdotes diocesanos, decidimos fundar una nueva congregación. Un obispo benévolo del norte de India nos permitió comenzar esta experiencia cerca de China. Así nació esta pequeña orden con pocos miembros dedicada a predicar abiertamente.
Nuestra labor se centra en dos ámbitos concretos: primero, lo que podríamos llamar contrarrevolución cultural católica; es decir, hacer frente a las ideologías dominantes como el “wokismo”, ideología de género o aborto. Segundo, las misiones “ad gentes”, donde apenas se conoce el catolicismo.
¿Qué aporta espiritualmente la liturgia tradicional frente a la misa moderna?
La misa es siempre misa. Pero aquella celebrada según los misales anteriores al Concilio Vaticano II tiene una riqueza inmensa desde lo teológico y dogmático. Históricamente recoge siglos desde San Gregorio hasta San Pío V sin romper su esencia. El misal actual es del año 1962; expresa con más claridad el sentido del sacrificio. La misa “Novus Ordo”, surgida tras el Concilio Vaticano II como reforma conciliar, que fue hecha un poco a las apuradas, lamentablemente, y por eso trajo después todas las consecuencias que trae el día de hoy, divisiones y abusos incluso, pero que aún si se celebrara dignamente y se celebrara al menos conforme a los libros litúrgicos, también podría celebrarse de modo muy pero muy digno. Lo que pasa es que al no tener muchas rúbricas, y dejar muchas veces librado a la voluntad del cura que celebra la misa, termina muchas veces celebrándose de mala manera, con malos gestos o inventando cosas, y termina siendo una especie de “talk show”, más que el sacrificio del altar.
¿Cómo evalúa el rumbo de la Iglesia contemporánea?
Hemos pasado por etapas muy distintas. Con Juan Pablo II, el papado tuvo una presencia muy fuerte. con Benedicto XVI, se intentó recuperar la esencia teológica y litúrgica de la Iglesia que hablamos recién. Luego vino el pontificado de Francisco, con un estilo muy diferente y actitudes que, por su ambigüedad, generaron confusión y división. Ahora, con León XIV, estamos viviendo un período de mayor estabilidad. La barca de Pedro parece navegar por aguas más tranquilas. Antes cada semana había una nueva polémica o aclaración desde el Vaticano. Hoy se percibe un poco más de calma. Es lo que puedo decir de este poco tiempo de papado.
¿Qué opina sobre el camino sinodal y los debates actuales sobre moral y doctrina?
Los debates actuales sobre la moral y la doctrina me parecen positivos, siempre y cuando se mantenga el mismo depósito de la fe. El Papa, los obispos, los sacerdotes, quien sea, no son dueños de la verdad, sino administradores de ella. Como dice el Evangelio de San Lucas, el Señor le pide a Pedro que confirme a sus hermanos en la fe. Esa es la misión del Papa y de los obispos, confirmar a los hermanos según el depósito de la fe, según Cristo nos dejó. No son una caja de Pandora de que se puedan sacar doctrinas nuevas a gusto del pontífice de turno. no tienen el carisma de crear verdades, porque la verdad ya está dada, y la Iglesia simplemente custodia y la administra.
Por eso, si hay un debate sobre cuestiones ya definidas, como el quinto mandamiento y si es lícito o no suspender un embarazo, no se puede volver a debatir lo que ya está definido. Se puede discutir, en cambio, qué hacer frente a las realidades nuevas, como la de esta cosa nefasta de la congelación de embriones, si corresponde o no darlos en adopción, pero no redefinir lo que ya ha sido establecido por la Iglesia.
En cuanto al camino sinodal, muchos lo presentan como una novedad, pero la sinodalidad existió siempre en la Iglesia. lo que sucede ahora es que algunos entienden por “camino sinodal” que, con la excusa de que el “pueblo” puede debatir, los obispos terminan decidiendo lo que quieren en nombre del pueblo, sin escuchar realmente a nadie. Esto se ve con claridad en Alemania, donde bajo la apariencia del camino sinodal se están promoviendo doctrinas ajenas a la Iglesia.
¿Considera que los objetivos de la Agenda 2030 son compatibles con la visión cristiana del ser humano?
Claramente no. Es una agenda que utiliza palabras agradables, pero que esconde propósitos ideológicos. Hablan de “pobreza cero” o de “educación sexual”, pero lo que en realidad promueven es el control de la natalidad y la reducción de los pobres. Detrás de esos lemas se oculta una visión materialista del hombre. La Agenda 2030 busca controlar no solo la población, sino incluso las conciencias y las inteligencias. Es, en definitiva, una agenda nefasta desde el punto de vista cristiano.
¿Cree que detrás del lenguaje de “sostenibilidad” y “progreso” se esconde una agenda ideológica contraria a la familia y la vida?
Totalmente. Hoy se considera que tener hijos es un daño al planeta. Recuerdo que cuando David Beckham tuvo su tercera o cuarta hija, algunos medios lo acusaron de “añadir un nuevo parásito ambiental al mundo”. Esa frase lo dice todo. La Agenda 2030 es una agenda globalista que, bajo la apariencia de ecologismo, pretende reducir la vida y controlar la humanidad. Es una visión profundamente antihumana y antinatural.
¿Cómo deberían responder los católicos ante el discurso globalista que busca redefinir valores y derechos?
Con valentía y con sentido común. Ser católico hoy es el acto más rebelde que existe. En los años 60 ser rebelde era ser hippie, en los 70, rockero, en los 80, skater o rappero. Hoy por hoy, es ser católico. Tenemos que plantar cara, no dejarse domesticar por lo políticamente correcto. Debemos llamar al pan, pan, y al vino, vino. Ser fiel a Cristo hoy es ir a contracorriente.
¿Qué entiende usted por “cultura woke” y qué impacto tiene en la fe? ¿Cree que estamos ante una nueva forma de adoctrinamiento cultural?
La palabra “woke” viene del inglés “wake”, que significa despertar. Nació en ambientes progresistas con la idea de luchar por los derechos de las minorías, pero terminó convertida en una imposición ideológica. Los que se presentan como defensores de la tolerancia son los primeros en ser intolerantes con quien piensa distinto. Yo temo mucho a la tolerancia de los tolerantes. Vivimos bajo lo que yo llamo, la inquisición moderna.
Como decía Chesterton, “llegará el momento en que habrá que desenvainar una espada para defender que el pasto es verde en verano”. Ese momento ha llegado. Hoy defender lo obvio ya es un acto de resistencia. Por eso el cristiano tiene que mantener la cordura y el valor frente a esta ola ideológica.
¿Qué mensaje daría a los jóvenes que buscan la verdad en medio del caos cultural actual?
La inteligencia humana está hecha para la verdad. Santo Tomás decía que la verdad es la adecuación entre la mente y la realidad. La realidad no se inventa, se impone. Si uno confunde un libro con una tableta de chocolate e intenta morderlo, la realidad le enseña enseguida la diferencia.
A los jóvenes les diría que busquen la verdad con rebeldía sana. Que se pregunten si todo lo que el mundo moderno les dice es cierto. Si descubren una mentira, verán que puede haber más. Esa búsqueda los llevará, poco a poco, a la verdad y la vida, que es Cristo. Incluso quien no tiene fe puede comenzar así. Porque cuando uno busca sinceramente la verdad, termina siendo encontrado por ella.
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