Evaristo de Vicente: “El demonio es la mentira, el precipicio y la muerte”

Evaristo de Vicente: “El demonio es la mentira, el precipicio y la muerte”

Verdad frente a sentimiento, libertad frente a mentira: una Iglesia que echa las redes.

En esta entrevista en exclusiva con Iglesia Noticias, el padre Evaristo de Vicente aborda sin rodeos algunas de las grandes cuestiones que atraviesan hoy la fe cristiana y la vida de la Iglesia: la verdad frente al sentimiento, la libertad entendida sin límites, la imagen de Dios, el anuncio del Evangelio en una sociedad marcada por la confusión moral y el papel de la Iglesia en un contexto cultural cada vez más ruidoso y acelerado. A lo largo de la conversación reflexiona sobre el bien y el mal, la conversión, la misericordia, la justicia de Dios y la necesidad de hablar con claridad, incluso cuando el mensaje resulta incómodo.

Sacerdote con una larga trayectoria pastoral y comunicativa, el padre Evaristo utiliza hoy las redes sociales como un verdadero espacio de misión. A través de su cuenta de Instagram, donde trata cuestiones de actualidad católica, y de su canal de Youtube, Iglesia en el mundo, responde a preguntas profundas que muchos se hacen y que rara vez encuentran respuesta en el discurso público. Su presencia en el entorno digital no busca rebajar el mensaje, sino llevar a Cristo allí donde hoy están las personas, también en las pantallas, con un anuncio directo, exigente y fiel al Evangelio.

Padre Evaristo, ¿qué fue lo que le animó a empezar a subir vídeos en redes sociales? ¿Le costó dar el paso a exponerse en redes o lo vivió con naturalidad desde el principio?

Mi presencia en redes sociales es fruto de un largo recorrido. Durante muchos años he trabajado en colegios, especialmente con alumnos de bachillerato y universitarios, donde comenzaron a surgir preguntas profundas, sobre todo en cuestiones morales y de fe. Con el tiempo fui comprobando cómo llegar mejor tanto a sus cabezas como a sus corazones, buscando siempre su bien.

Ese camino me llevó también al ámbito de la comunicación: primero como redactor jefe de una página digital de la Archidiócesis de Madrid y después en distintos medios de comunicación, incluida la televisión. Más adelante pasé a formar parte de Popular TV, hoy 13TV, experiencia que tuve que interrumpir por motivos familiares para volver a España y acompañar a mis padres enfermos. Tras su fallecimiento regresé definitivamente a Madrid, donde continúo mi labor pastoral con la misma ilusión.

Todo este recorrido explica lo que me animó a subir vídeos a redes sociales. En un sentido más profundo, lo hago porque a los sacerdotes Dios nos pide “id y predicad”. El Espíritu Santo nos impulsa a anunciar el Evangelio y, como dice San Pablo, “¡ay de mí si no predicara!”. No hacerlo sería una incoherencia con nuestra vocación.

Por eso no me costó dar el paso. Ya tenía experiencia previa en medios con imagen y, antes de entrar en Instagram, subía semanalmente a YouTube un comentario del Evangelio del domingo. El paso a Instagram fue un deseo claro, especialmente por mi contacto continuo con jóvenes. No es que estén perdidos, sino rodeados de muchos estímulos que hacen que la oración se perciba como algo poco atractivo. Por eso veo las redes como un medio necesario para llegar a ellos y ayudarles a volver a reconocer a Dios como Creador y Amor de los amores.

¿Hay alguna pregunta que se repita especialmente y que le haga pensar: “esta duda está muy extendida”?

Sí, y lo digo con total sinceridad. En la edad joven, y luego esto se va prolongando a la edad media y madura, hay una pregunta que late siempre detrás de muchas otras. Es esta: “Si Dios es tan bueno, ¿por qué…?”. Y detrás de ese “por qué” se puede poner cualquier cosa: “por qué permite esto”, “por qué hace aquello”, “por qué no será tan bueno cuando…”.

En realidad, aunque no se den cuenta, la cuestión de fondo es “Dios y yo”. Aceptan que Dios es bueno, pero no se lo creen del todo, porque olvidan que ellos también están llamados a ser buenos. Se pretende corregir al mismísimo Dios: “Si eres bueno, déjame hacer lo que me apetezca y luego tú sé bueno conmigo y no me digas que eso estaba mal”.

Se olvidan de que no solo Dios lo ha dicho, sino que han nacido con la ley natural inscrita en el alma. Por eso se produce la ruptura entre las inclinaciones propias de los pecados capitales —avaricia, envidia, ira, gula, lujuria, pereza y soberbia— que se niegan o se justifican con un “yo soy así”. Se olvidan de que Dios también “es así” y por eso advierte con los Diez Mandamientos. Dios no es solo bueno en un sentido superficial: es puro amor, infinita misericordia y también justo. Tiene que ser justo, porque si no lo fuera, sería injusto, y entonces no sería bueno, ya que una persona buena es una persona justa.

¿De dónde surgen los temas de sus vídeos? Muchas de sus preguntas giran en torno a temas profundos: el mal, el infierno, la confesión… ¿Cree que hoy hay una crisis de comprensión sobre quién es Dios realmente?

Los temas de mis vídeos surgen, en gran medida, de las preguntas que me hacen, y muchas de ellas giran en torno a cuestiones profundas como el mal, el infierno, la confesión o la verdad. Creo que es necesario ir a estos temas porque hemos nacido para ir al cielo y porque Dios, que es tan bueno, no quiere que nadie se condene. Cada paso que el hombre da alejándose de Dios hace más difícil que pueda volver atrás, porque entra en juego la soberbia, que crece cuanto más se persevera en el mal. Por eso hay que decir las cosas claras, especialmente en una época como la nuestra, que es una época “líquida”.

Hoy se ha difundido una mentira muy peligrosa, quizá la más peligrosa de todas, que consiste en decir que lo más importante en esta vida es la libertad entendida como hacer lo que a uno le apetezca. Eso es una mentira. La libertad es fundamental, tanto que Dios respeta hasta el extremo la libertad del hombre y le permite elegir libremente entre el cielo y el infierno, aunque a Él y a la Virgen se les salten las lágrimas al ver cómo alguien se precipita libremente al precipicio.

El problema es que nadie dice ya la verdad. Y la verdad es Cristo, que dice: “Yo soy la Verdad, el Camino y la Vida”. Frente a la verdad está el demonio, que es la mentira. El demonio es el precipicio y es la muerte. Cuando no se dice la verdad, cuando se sustituye por la mentira, el hombre camina sin darse cuenta hacia su propia condenación.

¿Cree que hoy se ha sustituido la pregunta “qué es verdad” por “qué me hace sentir bien”?

Por lo que acabo de responder en la pregunta anterior, creo que queda claro que el Señor nos ha dado cabeza y corazón. El problema es cuando el corazón —sentimientos, deseos, placeres, gustos, caprichos, gozadas, divertimentos— actúa sin una razón, sin un entendimiento que se alimente de la verdad. En ese caso, la batalla está perdida. La vida de ese chico o de esa chica va desbocada, sin freno, como un carruaje cada vez más veloz, más alocado y más precipitado.

Entonces la respuesta habitual es: “Eso es lo que yo siento”. Pero la pregunta correcta debería ser otra: ¿eso es bueno o malo?, ¿te hace bien o te hace daño? Sin embargo, la re-respuesta suele ser: “Si es lo que siento, si me apetece, si me gusta, si me pone a cien, seguro que es bueno”. Y todavía es peor cuando se añade: “Esto Dios no puede hacer que sea malo”.

Si Dios es amor, ¿por qué a tanta gente la religión le ha generado miedo, culpa o rechazo?

Esto ocurre porque se ha difundido la idea de que Dios es bueno en el sentido de que le parece bien todo lo que a mí me apetece. Se insiste tanto en que Dios es bueno y amor que muchos tratan de convencerse de que, haga lo que haga, no le va a pasar nada. Se habla de que Dios es amor, de que nos quiere, de que en el Evangelio perdona incluso a las prostitutas, de que los fariseos —los “católicos oficiales”— eran malísimos, y de que al Señor le caían fatal los pecadores.

Pero los chicos de hoy no se identifican con “los malos del Evangelio”. Se olvidan de que Zaqueo era un publicano, un pecador, al que el Señor se acerca para que se convierta y diga: “devolveré cuatro veces lo que he quitado”. Se olvidan de que a la prostituta Jesús le dice: “ve y no peques más”, y que a la mujer del pozo de Jacob le dice: “vete y llama a tu marido”, y le recuerda que el que ahora tiene tampoco es su marido, y que ella vuelve arrepentida.

Hay muchas citas del Evangelio que no se conocen. Y, en parte, la culpa la tenemos los predicadores, porque para ganarnos a la gente presentamos una imagen edulcorada, casi de Mary Poppins. En lugar de invitar a la catequesis, a una charla, a la confesión o a hablar de los sacramentos —como la Eucaristía o el matrimonio—, muchas veces nos quedamos en organizar actividades superficiales, como ayudar a montar una fiesta para otros niños o repartir refrescos.

¿Qué idea equivocada sobre Dios cree que está más extendida hoy?

La más peligrosa y diabólica es esta: pensar que Dios es bueno, no buenísimo, que eso es verdad, en el sentido de que, como me quiere muchísimo, le parece bien que haga lo que me dé la gana. Esa es la traducción que muchos hacen hoy de la bondad de Dios.

Entonces, cuando se recuerda que en el primero, segundo, cuarto, sexto u octavo mandamiento de la Ley de Dios se dice claramente algo, la respuesta suele ser: “Tú no te has leído bien la Biblia. Tú crees en un Dios malo, injusto, que solo quiere que se condene la gente. Dios no es así”.

Pero eso no tiene sentido. Nadie le diría a un médico: “aparta, déjame el bisturí, que tú no tienes ni idea, que le voy a operar yo a este señor del corazón; tú lo que quieres es matar a este enfermo”. Sin embargo, eso es lo que se hace con Dios cuando se rechaza su ley creyendo que su justicia contradice su bondad.

¿Qué aspecto de la Iglesia cree que más necesita ser explicado y contextualizado en nuestra época?

Decir la verdad a todos y en todo, cueste lo que cueste. Pero decirla con mucho cariño, con mucha fortaleza y con claridad. La claridad, a veces, va unida a alzar la voz. Igual que cuando a alguien se le dice: “te vas a matar si corres así con el coche”. Sin embargo, hoy no se puede decir: “te vas a condenar si sigues así”.

Hace poco vi la portada de un libro que aún no he leído, solo la portada, pero cuyo título ya me ha conquistado. Se titula Jesús dijo: “Vosotros sois la sal del mundo”. No dice que seamos la miel. Y eso lo dice todo.

¿Qué es lo que más le duele de la imagen que hoy se tiene de la Iglesia?

La imagen que nosotros mismos hemos dado. Dicho con cierta ironía: que todos nos amemos, que encendamos los mecheros en un estadio de fútbol, cantemos canciones, nos cojamos de las manos y así nos sentiremos todos felices. Confundir la alegría y la felicidad con la idiotez me parece muy peligroso. Jesús le dijo a Pedro: “apártate de mí, Satanás”, y Pedro no le estaba proponiendo nada especialmente escandaloso. Hoy, cuando se intenta decir la verdad, ocurre algo parecido.

Por ejemplo, si hablamos del tema homosexual: las personas homosexuales son tan buenas como cualquiera. Pero si la cuestión es si, según Dios y según el fin de la vida del hombre, está bien dejarse llevar por esa tendencia, la respuesta es no. Y decirlo, incluso con lágrimas en los ojos, rogando que se confiesen y que luchen, provoca un rechazo inmediato y se nos echan encima. Y lo mismo ocurre si se trata de un chico que gasta su dinero con mujeres: eso también está mal. Pero de eso no se habla.

¿Cree que las redes sociales son hoy una auténtica misión, como lo fueron antes otros territorios?

Absolutamente así lo veo. Estoy claramente a favor de las redes sociales. En tiempos de Colón, para “descubrir” o, en nuestro contexto, para llevar a Cristo y a su Iglesia, su Esposa, a otras tierras, solo se podía ir en barco, durante meses, con el riesgo de ahogarse, y siendo apenas una centena de hombres.

Hoy la batalla está en ver cómo conquistamos los corazones. No nos interesa el oro ni las piedras preciosas en el sentido material; el verdadero oro y las verdaderas piedras preciosas son los corazones que están delante de las pantallas y en las redes. Queremos “echar las redes al mar”, no para apropiarnos de nadie ni “ponérnoslos como anillos en los dedos”, sino para llevarlos a Cristo y a su, nuestra, Madre.

¿Qué nos dice hoy el nacimiento de Jesús a una sociedad tan acelerada y ruidosa? 

Que le queramos con toda nuestra mente, con todo nuestro corazón y con todas nuestras fuerzas. Y, aunque no se me pregunte, Jesús, que como es sabido no pronuncia exactamente esa frase en ese momento, dice también, sin que nadie se lo pregunte, algo semejante al primero: amar al prójimo.

Comentarios
0
Melchor Valverde
1 hora hace
¿A qué se debe que nuestra generación prefiera las mentiras cómodas antes que la verdad? La reflexión del padre Evaristo de Vicente es relevante, sobre todo al ver cómo las redes sociales se han convertido en el nuevo púlpito. La Iglesia necesita abordar las dudas actuales y cuestionar la imagen del "Dios bueno" que se ha vuelto un ídolo.
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