El cardenal Rolandas Makrickas presidió el cierre de la Puerta Santa en la Basílica de Santa María la Mayor, destacando la importancia de la oración y la atención a los pobres en la vida cristiana.
El cardenal Rolandas Makrickas presidió el rito de clausura de la Puerta Santa en la Basílica de Santa María la Mayor durante la solemnidad de la Natividad de Jesucristo. En un ambiente de recogimiento, el cardenal instó a los fieles a abrirse a la escucha de la Palabra, a la acogida del prójimo y al perdón. Subrayó que la esperanza debe manifestarse en oración y atención a los pobres, para ser una Iglesia con el Evangelio en las manos y el hermano en el corazón.
Los tañidos de la campana Sperduta acompañaron el cierre de la Puerta Santa, un rito que simboliza el fin de un tiempo especial de gracia. El cardenal Makrickas, arrodillado en el umbral, oró antes de cerrar los batientes, recordando que el corazón del Resucitado permanece siempre abierto. La elección del 25 de diciembre para la clausura no es casual, ya que la basílica custodia las reliquias de la Sagrada Cuna.
Durante la misa posterior, el cardenal enfatizó que lo que se cierra no es la gracia divina, sino un tiempo especial de la Iglesia. La Capilla Musical Liberiana, que celebra su 480º aniversario, amenizó la ceremonia. Makrickas destacó que la verdadera puerta que importa es la del corazón, que se abre al escuchar la Palabra de Dios y se ensancha al acoger al hermano. Invitó a los fieles a convertirse en puertas abiertas para los demás, transformando el gesto en memoria agradecida y misión valiente.
