Qué es el “privilegio español”: la única casulla azul permitida en la Iglesia

Qué es el “privilegio español”: la única casulla azul permitida en la Iglesia

El llamado “privilegio español” permite a los sacerdotes de España y de las antiguas tierras de su imperio usar una casulla azul purísima en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, una excepción litúrgica única en la Iglesia.

Los sacerdotes de España y de las naciones que formaron parte de su antiguo imperio gozan del privilegio de vestir una casulla azul purísima en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, una excepción litúrgica conocida como “privilegio español”. Esta excepción quedó oficialmente reconocida en el siglo XIX, cuando se concedió a los presbíteros de la Iglesia que peregrina en España —entonces una nación con territorios en Europa, África y América— la facultad de usar casulla de color azul purísima en la Solemnidad de la Inmaculada.

Se trata de un privilegio singular, ya que la Instrucción General del Misal Romano establece que los colores litúrgicos son blanco, verde, rojo, morado, negro y rosado, sin mencionar el azul entre los tonos habituales. Durante el tiempo de Adviento, cuando se celebra la solemnidad de la Inmaculada Concepción, la norma general prescribe la casulla morada, salvo el tercer domingo, llamado domingo de la alegría o domingo laetare, en el que los presbíteros pueden usar casulla rosa.

Sin embargo, el uso de la casulla azul en los territorios transcontinentales vinculados a España es anterior a la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción en 1854. El primer reconocimiento oficial de esta práctica se debe al Papa Pío VII, que en 1817 la concedió a la Catedral de Sevilla para la fiesta de la Inmaculada y su octava. Posteriormente, este privilegio se amplió a toda la Archidiócesis de Sevilla en 1879 y, cuatro años después, se extendió a todas las diócesis de España, consolidando así su carácter propio dentro de la liturgia hispana. En 1962 se introdujo una modificación en el privilegio español, de modo que el color azul purísima quedaba reservado exclusivamente para el día de la solemnidad de la Inmaculada Concepción y para las Misas votivas en su honor.

La defensa de la Inmaculada Concepción de la Virgen María en España se remonta, no obstante, a muchos siglos antes de esta excepción litúrgica y de la definición del tercero de los cuatro dogmas marianos, junto a la Maternidad Divina, la Perpetua Virginidad de María y la Asunción en cuerpo y alma al Cielo. Ya en el siglo VII, San Ildefonso de Toledo y San Isidoro de Sevilla defendían la Inmaculada Concepción de la Virgen María, una doctrina que quedó reflejada en los Concilios de Toledo IV y XI, celebrados en los años 633 y 675 respectivamente. En 1484, Santa Beatriz de Silva, de origen portugués, fundó en Toledo la Orden de la Inmaculada Concepción con la ayuda de la Sierva de Dios Isabel de Castilla, la reina católica, reforzando así la dimensión institucional de esta devoción.

Durante el Renacimiento, numerosos teólogos españoles aportaron importantes reflexiones mariológicas sobre la Inmaculada Concepción. Entre ellos destaca el doctor de la Iglesia San Juan de la Cruz, reformador del Carmelo junto a Santa Teresa de Jesús, cuya obra contribuyó a profundizar en el misterio de María. El jesuita escolástico Francisco de Suárez (1548-1617), una de las figuras más relevantes de la Escuela de Salamanca, desarrolló ampliamente la doctrina mariológica en defensa de la Inmaculada dentro de la tradición teológica española. También el jesuita Luis de Molina, el franciscano Francisco de Osuna y los dominicos Melchor Cano y Domingo de Soto realizaron aportaciones significativas a esta defensa doctrinal entre los siglos XVI y XVII, consolidando un sólido cuerpo de pensamiento en torno a la Concepción Inmaculada de María.

La devoción popular a lo largo de los siglos se vio además impulsada por diversos monarcas. Junto a Isabel de Castilla, su hijo Carlos I y su nieto Felipe II promovieron la devoción mariana en la corte y en sus reinos. Más tarde, el Rey Carlos III estableció en 1761 el “patronato universal de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción en todos los Reinos de España y las Indias”. La imagen de la Inmaculada se convirtió asimismo en el emblema de la Orden de Carlos III, la más alta condecoración civil que se concede en España desde 1771, subrayando así la profunda vinculación entre la identidad histórica española y la devoción a la Inmaculada Concepción.

Comentarios
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Rosa Reyes
Ayer
El "privilegio español" no es solo un detalle litúrgico, sino una cuestión de identidad que evoca tiempos en que se menospreciaban ciertas tradiciones. La casulla azul para la Inmaculada Concepción reafirma un patrimonio espiritual que merece ser reconocido en la diversidad de la Iglesia.
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