Denuncian que la parroquia de Chueca se ha convertido en un foco de inseguridad, con peleas, drogas y amenazas continuas, y que el Arzobispado no actúa pese a las irregularidades urbanísticas y asistenciales.
Los residentes y comerciantes del barrio madrileño de Chueca denuncian que la iniciativa solidaria en la iglesia de San Antón, gestionada por el Padre Ángel a través de Mensajeros de la Paz, ha degenerado gravemente. Acusan a los usuarios del templo de protagonizar constantes altercados, consumo y venta de estupefacientes, conductas sexuales en la vía pública y amenazas, lo que ha provocado un clima de miedo e inseguridad generalizada. Lo que comenzó en 2015 como una obra de acogida a personas sin hogar, tras la cesión del templo por parte del entonces arzobispo cardenal Carlos Osoro, se ha transformado —según los vecinos— en un foco de delincuencia y alteración del orden. Afirman que quienes acuden al templo permanecen en la zona tras recibir alimentos o ayuda básica, generando suciedad, ruidos y conflictos constantes. “Después de coger el bocadillo, lo dejan todo hecho un asco. He visto a dos manteniendo relaciones sexuales frente al colegio. Les increpé y me amenazaron”, relata un vecino. Otros testimonios refieren agresiones verbales y físicas, además de amenazas con cuchillos. Por temor a represalias, muchos de ellos rehúsan identificarse.
Los fieles habituales han abandonado el templo, al que ya no reconocen como lugar de culto. El interior ha sido transformado con una despensa solidaria, pantallas de televisión, bancos de comedor y numerosos carteles con mensajes ideológicos. El altar permanece oculto tras una cortina roja y los reclinatorios han perdido su uso litúrgico original. Los vecinos y trabajadores del entorno denuncian que algunos de los usuarios padecen graves adicciones o enfermedades mentales, y que el tipo de atención que se les ofrece no es adecuado. “Esto no es ayuda, es abandono. Les dan comida como a gallinas, pero no hay atención médica ni psicológica”, declara Esteban Nieto, presidente de la Asociación de Vecinos de Chueca. La organización vecinal asegura participar en proyectos de ayuda a personas vulnerables, pero considera que el modelo implantado por el Padre Ángel ha fracasado. Acusan a los Mensajeros de la Paz de actuar sin el debido control ni recursos profesionales, y lamentan que ni el Arzobispado ni el Ayuntamiento intervengan.
El sacerdote, por su parte, rechaza todas las acusaciones. Defiende que en los dos últimos años la parroquia “es una balsa de aceite” y niega que se produzcan altercados con frecuencia. “Son unos santos, los pobres”, afirma. Explica además que ya no se permite pernoctar en el templo, y que quienes acuden por comida se marchan tras ser atendidos.
Desde el Arzobispado de Madrid se remiten a la autonomía del proyecto. El obispo auxiliar Vicente Martín se reunió con los vecinos el pasado 18 de septiembre y expresó su deseo de favorecer la convivencia, sin ofrecer compromisos concretos. Esta pasividad ha generado una profunda indignación entre los residentes.
Algunos extrabajadores de la entidad denuncian también deficiencias estructurales. Un exempleado de Mensajeros de la Paz asegura que fue agredido por usuarios y que el centro carece de personal cualificado. “Este modelo está mal planteado desde el origen”, afirma. Lo mismo sostiene Román Vidal, exchofer del Padre Ángel, quien denuncia haber sido golpeado y amenazado con un cuchillo por exigir el cumplimiento de horarios.
El malestar alcanza incluso al personal del Colegio de Arquitectos, situado junto al templo. Denuncian que los jardines del edificio se usan como lugar para drogarse, defecar y mantener relaciones sexuales. “Esto no es una iglesia; es una anarcoiglesia”, critica el portero de un inmueble cercano.
Los vecinos sostienen que nadie se atreve a tomar medidas por el perfil mediático del Padre Ángel. Exigen que el Arzobispado recupere la titularidad del templo y que el Ayuntamiento de Madrid actúe para restablecer el orden en esta emblemática parroquia.