San Josemaría Escrivá: 50 años del “santo de lo ordinario” que revolucionó la vida cotidiana

Hoy, 26 de junio, se cumplen cincuenta años del fallecimiento de san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, una figura cuya influencia en la iglesia católica y en la vida de millones de laicos ha trascendido generaciones, geografías y estructuras.
Con motivo de este aniversario, monseñor Fernando Ocáriz, prelado del Opus Dei, ha publicado un artículo en el prestigioso semanal alemán Die Tagespost, en el que reflexiona sobre el legado vivo del fundador.
“Para quienes tuvimos la gracia de vivir en Roma en 1975, este medio siglo parece muy breve”, comienza Ocáriz. El impacto de su fallecimiento —repentino, en plena actividad pastoral— dejó una huella profunda en sus cercanos. Pero más duradera ha sido su herencia espiritual, basada en un mensaje revolucionario en su sencillez: la posibilidad de encontrar a Dios en la vida ordinaria, en el trabajo, la familia y las relaciones sociales.
Santidad cotidiana y libertad personal
Desde su íntima experiencia del amor de Dios y la filiación divina, san Josemaría predicó que la santidad no es privilegio de unos pocos ni resultado de gestas heroicas, sino una meta posible para todos, en cualquier circunstancia. Ideas hoy arraigadas en la espiritualidad cristiana como la centralidad del laicado, el valor del pluralismo y la libertad en la vida cristiana, o la amistad como vía de evangelización, fueron núcleo de su predicación mucho antes de ser reconocidas por la Iglesia universal.
“Cristo no quiere de nosotros solamente un poco de bondad, sino mucha bondad”, recordaba el entonces Patriarca de Venecia —después Juan Pablo I—, citando a Escrivá. Pero esa bondad debía alcanzarse, no con actos extraordinarios, sino con las acciones de cada día impregnadas de amor a Dios.
Inspiración para miles, influencia global
El prelado del Opus Dei resalta que, más allá de las numerosas iniciativas educativas y sociales surgidas gracias a su impulso, el verdadero fruto del mensaje de san Josemaría es la transformación interior de miles de personas que, sin llamar la atención, son “santos de la puerta de al lado”, como los ha definido el Papa Francisco.
La figura del “posadero” de la parábola del buen samaritano —quien simplemente cumple su deber— es rescatada por Ocáriz para ilustrar el papel del cristiano común, que santifica su trabajo profesional con justicia y caridad, sirviendo desde el anonimato.
Un carisma para el presente y el futuro
San Juan Pablo II lo llamó “el santo de lo ordinario”. Benedicto XVI lo definió como un “despertador” que sacudió a los católicos recordándoles que la santidad puede vivirse en cualquier oficio o profesión. Y el papa Francisco, en Ad charisma tuendum, reafirmó el carácter universal y actual del carisma de Escrivá: una espiritualidad al alcance de todos, en cualquier lugar y tiempo.
“El don del Espíritu recibido por san Josemaría impulsa a llevar a cabo la tarea de difundir la llamada a la santidad en el mundo”, escribió Francisco. Un mensaje proyectado hacia el futuro, profundamente humano y cristiano, que busca transformar la sociedad desde dentro, con amor, justicia y esperanza.
“A cincuenta años de su fallecimiento, el mensaje de san Josemaría está vivo en nuestros corazones”, concluye monseñor Ocáriz. El reto, hoy, es custodiar esa luz y traducirla en gestos concretos al servicio de los demás, como fermento de paz y unidad en un mundo necesitado de sentido.
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