La Diócesis de Salamanca concluyó el Año Jubilar de la Esperanza con una Eucaristía en la Catedral, destacando la participación de más de 1.500 fieles en actividades de oración y reconciliación.
El Año Jubilar de la Esperanza ha representado un tiempo de gracia, encuentro y renovación para la Diócesis de Salamanca. Iniciado el 29 de diciembre de 2024 con una peregrinación diocesana y la eucaristía inaugural presidida por el obispo José Luis Retana, este Jubileo se ha vivido como un camino compartido, tanto en los templos como en espacios donde se experimenta dolor y fragilidad.
Andrés González Buenadicha, vicario de pastoral, subrayó que el Jubileo ha sido una ocasión para redescubrir la esperanza encarnada en Jesucristo. Las peregrinaciones a la Catedral, organizadas por los siete arciprestazgos que integran la diócesis, constituyeron un eje fundamental. Más de 1.500 personas participaron en jornadas dedicadas a la oración y a la reconciliación, fortaleciendo así el sentido de pertenencia eclesial.
La Palabra de Dios ha estado presente durante todo el Jubileo, especialmente en las celebraciones litúrgicas y encuentros formativos. La Semana de la Esperanza, celebrada en febrero en la Universidad Pontificia de Salamanca, supuso un momento destacado que propició reflexión y diálogo. De esta experiencia nació el libro Peregrinos de esperanza, que prolonga el mensaje jubilar.
El sacramento de la reconciliación cobró especial relevancia durante este tiempo, poniendo en primer plano la misericordia divina. La caridad se manifestó mediante gestos concretos hacia los más necesitados, como ocurrió en el Jubileo dedicado a las personas con discapacidad. Por otra parte, los jóvenes participaron en el Jubileo Juvenil celebrado en Roma, donde compartieron una vigilia y una eucaristía presidida por el Papa León XIV.
La clausura del Año Jubilar tuvo lugar el 28 de diciembre con una misa solemne en la Catedral. Según explicó González Buenadicha, este tiempo jubilar deja a la diócesis el compromiso de ser un oasis de esperanza en la vida cotidiana, conforme al lema bíblico “La esperanza no defrauda”. Esta esperanza, nacida del amor redentor de Cristo, invita a la Iglesia salmantina a continuar siendo portadora constante de alegría y paz.
