El miedo a las redadas reduce la asistencia a la misa entre los inmigrantes en Chicago

El miedo a las redadas reduce la asistencia a la misa entre los inmigrantes en Chicago

Algunos inmigrantes han tomado la difícil decisión emocional de dejar de asistir a la iglesia.

Para tres techadores guatemaltecos, la Misa católica ha sido el único lugar donde han encontrado comunidad durante los seis años transcurridos desde que el primero llegó a Chicago. Como explicó uno de ellos, el más comunicativo del grupo y hablante del idioma maya Q'eqchi', "No conocemos a nadie más que a la parroquia aquí". Sin embargo, hace aproximadamente dos meses, los tres hombres —familiares originarios del mismo pequeño pueblo en Guatemala que ahora residen y trabajan juntos en Chicago— decidieron que ya no podían arriesgarse a asistir a misa. "Decidimos quedarnos en casa, ir a trabajar y descansar, y los domingos es mejor quedarse en casa, porque tenemos estos sueños", señaló el hombre que llegó hace dos años. Se refería a sus anhelos de asegurar una buena educación para su hija en Guatemala y comprar tierras, aunque reconoció que allí no hay oportunidades laborales.

Los tres hombres, sin estatus legal migratorio, junto con otros feligreses de su parroquia, aceptaron hablar con los periodistas bajo condición de anonimato para proteger sus identidades y la de su iglesia. El temor a ser deportados o a que la parroquia se convierta en objetivo de redadas ha crecido considerablemente. Un responsable del ministerio inmigrante local indicó que la asistencia a las misas en español ha caído un 45%, reflejando una tendencia descendente durante el otoño.

El Departamento de Seguridad Nacional informó que desde el anuncio el 8 de septiembre de la Operación Midway Blitz, dirigida contra Chicago como parte de las deportaciones masivas impulsadas por la administración Trump, se han realizado más de 3.000 arrestos. Esta campaña ha captado atención nacional por episodios como el uso de gas lacrimógeno en barrios residenciales, ataques contra vendedores ambulantes y trabajadores temporales, así como agresiones con bolas de pimienta contra clérigos que protestaban. En consecuencia, muchos inmigrantes han modificado sus rutinas diarias; algunos, como estos guatemaltecos, optaron por dejar de acudir a misa.

Para estos hombres alejarse de la Eucaristía supone un sacrificio notable. El año anterior sufrieron un grave accidente automovilístico camino al trabajo; uno se fracturó una pierna y otro resultó con lesiones en la rodilla y columna vertebral. Además, lamentan la muerte del hermano de uno de ellos en aquel siniestro. Durante su recuperación hospitalaria, el director voluntario del ministerio migratorio parroquial gestionó ayuda para cubrir su alquiler y gastos básicos. "Cuando más lo necesitábamos nos ayudaron mucho", recordó uno de los guatemaltecos. Asimismo, mujeres de la iglesia acudieron para rezar el rosario con ellos y evitar que se sintieran "solos" o "sin nadie".

Asistir a misa en español les evocaba su pueblo natal; perder esa comunidad especialmente mientras siguen en duelo "te golpea cerca del corazón", confesó el hombre guatemalteco. "Se siente horrible". Aunque ahora sustituyen la esperanza dominical por incertidumbre y miedo ante lo que pueda suceder al día siguiente, mantienen contacto con el director del ministerio migratorio que veló por ellos tras el accidente.

El voluntario encargado del ministerio también carece de estatus legal y llegó hace 28 años huyendo de amenazas mortales en Veracruz (México). Él continúa asistiendo a misa combinando esta actividad con las compras semanales; sin embargo, hace cerca de un mes su esposa decidió no arriesgarse más. La parroquia se encuentra apenas a unas calles de uno de los lugares donde agentes migratorios desplegaron gas lacrimógeno. El voluntario relató haber visto dos veces agentes durante sus limitados desplazamientos fuera del hogar. Tras presenciar desde la calle cómo los agentes...

Comentarios
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Diego Rojas
2 horas hace
La deserción de inmigrantes en Chicago de la Misa refleja momentos oscuros de la historia de la Iglesia, cuando la persecución limitó la práctica de la fe. La comunidad creyente se ve obligada a sacrificar su acceso a la Eucaristía, cuestionando cómo puede la Iglesia actual ser refugio y voz ante el miedo que enfrentan sus feligreses.
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