Entrevista a Monseñor José Luis Mumbiela, obispo de Almaty: "Hay que ir sin miedo a testimoniar la fe"

Entrevista a Monseñor José Luis Mumbiela, obispo de Almaty: "Hay que ir sin miedo a testimoniar la fe"

Monseñor José Luis Mumbiela Sierra (Monzón, 1969) es obispo de una pequeña diócesis en Kazajistán desde el año 2011.

Su llegada a Kazajistán se remonta al año 1998 cuando, siendo sacerdote diocesano de la diócesis de Lérida, fue enviado a aquellas lejanas tierras de misión como sacerdote misionero "Fidei Donum", a la Diócesis de la Santísima Trinidad en Almaty. Además de ejercer como obispo en Kazajistán, actualmente también es el presidente de la conferencia episcopal de Asia Central.

Desde allí, ha tenido la amabilidad de recibir a Iglesia Noticias y conversar con nosotros para poder ofrecer a nuestros lectores esta entrevista que les compartimos:

P-¿Cómo llegó usted a Kazajistán?

R-Yo era sacerdote de la diócesis de Lleida y vine en 1998 porque Juan Pablo II buscaba sacerdotes para apoyar la labor de la Iglesia en Asia Central, ya que estaban las puertas abiertas y era una oportunidad histórica. El Papa también quiso que la Obra viniera aquí con numerarios y curas diocesanos. El Vaticano pidió al Opus Dei que buscara curas diocesanos que estuvieran dispuestos a ser enviados por sus obispos. Me llegó el ofrecimiento y mi obispo, en un gesto de gran generosidad, me envió como sacerdote "fidei donum”, es decir, como sacerdote diocesano enviado por su obispo en signo de comunión y colaboración con otra diócesis más necesitada. Puedo decir con alegría que siempre vi a mis obispos de Lleida contentos de poder colaborar con la misión universal de la Iglesia, aunque en nuestra propia diócesis también tuviéramos nuestros problemas de carencia de sacerdotes.

P-¿Cómo define la situación de la Iglesia en estos países de Asia Central?

R-Cada país tiene sus propias circunstancias. Creo que a día de hoy, y desde la caída de la Unión Soviética, Kazajistán es El País que ofrece las mejores garantías de libertad religiosa en Asia Central. Ahora también Uzbekistán está mejorando bastante respecto al pasado. Los gobiernos se dan cuenta del gran valor que el diálogo interreligioso puede aportar para la estabilidad social, lo cual, a su vez, redunda en una mejor convivencia y desarrollo humano.

Aquí en Kazajstán hay muchísimas posibilidades para desarrollar la pastoral. Las dificultades que tenemos son más bien debidas a la carencia de recursos humanos. Las facilidades jurídicas son enormes y eso se nota, por ejemplo, en que estamos abriendo parroquias y se podrían abrir colegios y universidades.

P-¿Cuáles son los desafíos que tiene como obispo de Almaty?

R-Primero cuidar a los curas. En estos terrenos donde hay menos cristianos los curas pueden tener una experiencia diferente a la que tienen en sus países de origen: hay menos católicos, más distancias que recorrer, soledad, cansancio. Si los sacerdotes están entusiasmados, ellos transmitirán ese entusiasmo propio de nuestra fe.

Por otro lado, la diócesis está creciendo. A nivel humano, la diócesis de Almaty es la más poblada de Kazajistán con más de 10 millones de personas (los católicos somos una minoría pequeñita). Está creciendo mucho la población, lo que significa que hay más desafíos a nivel pastoral. En el norte de Kazajstán tienen el mismo problema que en la España vacía. Mucha gente está abandonando los pueblos y estos se van cerrando. En cambio, aquí en el sur estamos viendo la avalancha de gente que viene buscando nuevas oportunidades.

Vemos que hay un futuro con mucho trabajo. Son comunidades jóvenes que se van renovando porque hay gente que emigra, por lo que hay que hacer una formación constante en las comunidades.

La iglesia católica, desde que llegué aquí en 1998 ha cambiado bastante. De las comunidades formadas casi exclusivamente por los descendientes de los católicos deportados por Stalin, se va pasando a una iglesia mucho más variada, formada por también por muchas personas de etnias no europeas. Un desafío cultural es también la incorporación del idioma kazajo en la vida pastoral de la Iglesia católica ya que el idioma en el que la Iglesia sigue haciendo su pastoral aquí es el ruso, pero estamos haciendo ya libros, devocionarios y vídeos en kazajo.

Nos estamos acostumbrando a que cada vez hay más personas de razas no europeas que se van acercando a la fe, aunque el crecimiento sigue siendo lento. Cabe decir que los católicos no somos a día de hoy el reflejo del proceso de evangelización del cristianismo en Kazajistán ya que la mayoría de cristianos aquí son ortodoxos y protestantes.

monsenor jose luis mumbiela 1

P-¿Hay sacerdotes kazajos en esta diócesis?

R-Aún no tenemos sacerdotes locales en Almaty a diferencia de otras diócesis. Por ahora sólo tenemos dos diáconos locales. Son nacidos en Kazajstán pero no de etnia kazaja y los dos hablan perfectamente kazajo y en cuanto se ordenen podrán hacer una pastoral en el idioma local. Esperamos que el misal en kazajo pueda estar aprobado el año que viene.

P-¿Qué sueña para la Iglesia kazaja?

R-Que tenga iglesias llenas de fieles entusiasmados de ser discípulos de Jesús.

P-¿Cree que es posible en el medio plazo?

R-¡Claro que sí! Si no fuera posible no estaríamos aquí. Es posible porque el Señor nos ha enviado. A veces digo de broma que aquí en Kazajistán voy a perder la fe porque la fe es necesaria cuando no tienes evidencia, pero…¡hay algunos signos tan evidentes de que Él quiere que la Iglesia esté aquí! Es obvio que Él está enviando personas, por ejemplo, a bautizarse. No tenemos actividades específicamente dirigidas a “captar” kazajos, pero ellos mismos vienen porque están interesados. Por caminos diferentes, pero vemos cómo la gente se siente atraída a la fe católica a pesar de toda la antipropaganda que se está haciendo desde los medios de comunicación en el mundo entero. Tenemos una Iglesia joven y con mucho futuro.

P-¿Cómo ve usted al Papa León XIV? ¿Le conoce? ¿Ve algún cambio de rumbo pastoral?

R-Antes y después de su elección no he estado con él. Cada Papa es distinto. Fíjate que Juan Pablo II y Ratzinger que estuvieron trabajando codo con codo fueron muy distintos tanto en carácter como en cuestiones prácticas; y Francisco y el Papa León son también muy diferentes. ¿Eso es bueno o malo? Es normal. El Papa Francisco tenía sus cosas buenas y sus cosas mejorables y el Papa León tiene sus cosas buenas y tendrá seguramente sus cosas mejorables.

Yo estoy muy contento con el Papa León. La primera impresión que tuve fue de un hombre de mucha serenidad que da serenidad. Últimamente veíamos en la Iglesia un poco de crispación a muchos niveles y por varios motivos y eso necesita un modo de gobernar la Iglesia que dé paz a nivel de fe, de sacramentos, de continuidad; y creo que esto es lo que él quiere hacer: paz en la unidad y paz en la comunión. No es fácil, pero creo que lo puede hacer porque cuenta con la ayuda de Dios y en segundo lugar porque cuenta con las cualidades humanas y espirituales necesarias, y, por supuesto, con todo nuestro apoyo.

P-¿Y sobre la pastoral de las periferias?

R-Eso nos toca a los que estamos en las periferias… pero no sólo. El concepto de periferia que tanto sola usar el Papa Francisco yo creo que hay que entenderlo no sólo como las periferias de las misiones donde hay pocos católicos o por su lugar geográfico, sino que también hay periferia en lugares del primer mundo o incluso en los países católicos.

Hay que ir a esas situaciones incluso en países de tradición católica donde el mundo se está alejando de la fe, o donde llegan personas alejadas de nuestra fe. Hay que ir a ese diálogo de la evangelización sin miedo. Igual que la Iglesia va a esos países donde no hay tradición cristiana, hay que ir sin miedo a esos ambientes a testimoniar la fe, porque hay muchas periferias incluso en Europa y a veces puede ser una tentación irse a países de misión por escabullirse de la responsabilidad de dar testimonio en esas realidades periféricas que hay en Europa.

P-¿Cree que la Iglesia cambiará su postura sobre el diaconado femenino?

R-En la Iglesia nunca ha habido un diaconado femenino orientado al sacerdocio y el Papa Francisco ya dijo que no. La Iglesia ha dicho que no y por eso creo que insistir en ese tema es obcecarse y perder un tiempo precioso para revalorizar la misión de la mujer en la Iglesia. Creo que ciertas perspectivas plantean esta cuestión desde una concepción pobre y equivocada tanto del sacerdocio ministerial como del sacerdocio común de todos los fieles. Urge “desclericalizar” la visión de la misión de la Iglesia y desarrollar la comprensión de la auténtica belleza y del poder transformador del sacerdocio común de todos los bautizados.

P-¿Qué cree que puede hacer la Iglesia para atraer más a los jóvenes en su España natal?

R-La iglesia en España tiene sus desafíos, sí, pero tiene también una fuerza y unas capacidades que ya la quisieran tener en muchos sitios. Tiene una cantidad inmensa de curas que están trabajando muy bien, órdenes religiosas que viven su vocación de modo auténtico, asociaciones católicas activas buenísimas que están intentando evangelizar, y una inercia histórica que es muy difícil de perder.

Yo no pierdo la esperanza en la Iglesia de España, al revés. La miro (no niego que a veces lloro porque no hay que estar contento con lo que no está bien) con una esperanza de que eso no hay quien lo pare porque veo resurgir constantemente nuevos brotes y bendiciones del Espíritu Santo en tanta gente. Un desafío especial de la Iglesia en España tal vez sea la atención y evangelización de los extranjeros

P-¿Qué le diría a la gente que está muy preocupada con la situación de la Iglesia a nivel institucional?

R-No hay que perder nunca la fe en la Iglesia ni la confianza en el Señor. Los que dicen que la Iglesia está mal y esto es el fin del mundo, que lean la historia de la Iglesia para darse cuenta de que cualquier tiempo pasado fue peor. Vivimos en un tiempo en el que siempre hay problemillas pero todo se soluciona con fe, esperanza y caridad. Pruebas las ha habido, las hay y las habrá siempre. Esa es la realidad que Cristo prometió y no debemos tener miedo, sino un amor confiado a la Iglesia, sabiendo que la barca de Pedro nunca se hundirá.

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