En este texto, publicado hoy en la edición digital de La Croix, se analiza cómo la práctica de la confesión entre los católicos está experimentando transformaciones significativas, visibles incluso en detalles concretos como el uso de una rejilla móvil en el confesionario de la iglesia de Saint-Louis d’Antin, en el distrito 9 de París.
En la iglesia de Saint-Louis d’Antin, situada en el distrito 9 de París, el confesionario presenta una particularidad que refleja cambios en las prácticas y sensibilidades de los fieles. La estructura tradicional incorpora una rejilla que, en este caso, no es fija, sino opcional. Se trata de un cuadrado de madera perforado, instalado sobre bisagras a la altura del rostro, que puede abatirse o mantenerse levantado según la preferencia de cada persona que acude al sacramento de la confesión.
El párroco de esta iglesia, el padre Jean-Marc Pimpaneau, explica que esta rejilla móvil responde a distintas expectativas dentro de la comunidad. Según señala, «los jóvenes un poco tradicionales prefieren la rejilla», una elección que asocia a una determinada sensibilidad litúrgica y espiritual. Esta preferencia se vincula con una forma de vivir el sacramento que busca preservar ciertos elementos del rito tal y como se practicaba en épocas anteriores, cuando la separación física entre el sacerdote y el penitente era la norma.
El sacerdote observa que esta opción material, aparentemente menor, se inscribe en un contexto más amplio de reflexión sobre la relación entre cercanía y distancia en el acompañamiento espiritual. En sus palabras, «con eso y la búsqueda de la justa distancia, la rejilla recupera cierta actualidad». Esta afirmación sugiere que el dispositivo no se percibe únicamente como un vestigio del pasado, sino como una herramienta que vuelve a cobrar sentido en el marco de las preocupaciones contemporáneas sobre la intimidad, la discreción y la protección de las personas en los espacios religiosos.
La posibilidad de elegir si se utiliza o no la rejilla introduce un elemento de flexibilidad en la práctica de la confesión. Cada fiel puede decidir el grado de exposición o reserva que desea mantener durante el diálogo con el sacerdote. Para algunos, la ausencia de barrera física puede favorecer una relación más directa y personal; para otros, la presencia de la rejilla ofrece un entorno que consideran más seguro o más acorde con su forma de entender el sacramento.
El diseño del confesionario de Saint-Louis d’Antin, con esta rejilla montada sobre bisagras y situada a la altura del rostro, permite adaptar el espacio a las distintas sensibilidades sin necesidad de modificar la estructura general del mueble litúrgico. El sistema abatible facilita que el mismo confesionario sirva tanto a quienes optan por una confesión cara a cara como a quienes prefieren mantener una separación visual y física.
En este contexto, la observación del padre Pimpaneau apunta a una evolución en la manera en que se concibe la “justa distancia” entre sacerdote y penitente. La recuperación de la rejilla como opción no se presenta como un retorno puro y simple al pasado, sino como una respuesta concreta a demandas actuales de prudencia y reserva. La práctica en esta parroquia parisina ilustra cómo elementos tradicionales pueden reconfigurarse para responder a nuevas sensibilidades, manteniendo al mismo tiempo la continuidad con formas anteriores de celebración del sacramento de la confesión.
