El “cura de Toledo”: “A veces pienso que el algoritmo de las redes sociales es el Espíritu Santo”

El “cura de Toledo”: “A veces pienso que el algoritmo de las redes sociales es el Espíritu Santo”

El Padre Valentín Aparicio, conocido en redes como “curadetoledo”, en exclusiva para Iglesia Noticias, comparte su testimonio de fe y su misión de acercar a las personas a Dios con un mensaje sencillo, profundo y lleno de esperanza.

El Padre Valentín Aparicio, más conocido como “curadetoledo”, se ha convertido en una de las voces más reconocibles de la evangelización digital en España. Con más de 25 mil seguidores en Instagram y un canal de Youtube que reúne cerca de 70 mil suscriptores, comparte cada día sus ya populares “Desayunos Espirituales”, reflexiones breves sobre el Evangelio del día que inspiran, consuelan y despiertan la fe de muchos. Combina el rigor teológico con un lenguaje sencillo, directo y profundamente humano. En redes sociales habla de Dios sin artificios, con la calma de quien vive lo que predica y la pasión de quien desea contagiar la esperanza.

Padre Valentín, ¿cómo nació su vocación sacerdotal? ¿Fue una llamada repentina o un proceso largo y silencioso? Si mira atrás, ¿qué momentos fueron decisivos para decir “sí” a Dios?

Siempre quise ser sacerdote. En la diócesis de Toledo existe el Seminario Menor, donde los jóvenes que sienten la vocación durante la ESO pueden ingresar. Yo entré con 13 años, así que mi adolescencia y juventud se desarrollaron en un ambiente vocacional centrado en la misa diaria y la adoración al Santísimo. A los 18, tras las pruebas de acceso a la universidad, ingresé en el Seminario Mayor. No hubo un momento concreto que marcara mi decisión, sino una continuidad de oración diaria, misa, dirección espiritual y el ambiente familiar del seminario, que protege y ayuda a decir “sí” al Señor cada día.

¿Qué le movió a abrir una cuenta como “curadetoledo” y compartir su fe en redes sociales?

Como sacerdote he tenido distintos destinos. En una ocasión, el obispo me pidió estudiar la Sagrada Escritura en Roma y Jerusalén, donde aprendí griego, hebreo, arameo y las lenguas bíblicas. Al regresar, comencé a enseñar en el Instituto Superior de Teología y noté que muchos protestantes o evangélicos predicaban la Palabra de Dios en Internet con gran seguimiento, mientras que apenas había contenidos católicos que abordaran la Escritura desde la profundidad teológica, lingüística y arqueológica. Pensé que no tenía sentido limitar ese conocimiento a un aula y decidí divulgarlo a través de las redes.

En sus mensajes se percibe mucha sencillez. ¿Por qué cree que la sencillez atrae tanto cuando se habla de Dios?

Procuro mantener un estilo que hoy denominamos “casual”. Consiste en hablar de Dios con serenidad, sin discursos elaborados. Paso el día viviendo de Él. Comienzo cada día con dos horas de oración junto a los seminaristas. No me centro en hablar únicamente de lo aprendido en los libros, sino de lo que vivo en el día a día. Cuando uno ama de verdad, habla con naturalidad y pasión sobre ello. Si vivimos enamorados de Dios, el discurso sobre Él brota con sencillez, sin necesidad de artificios ni planificación alguna.

Las redes a veces son un espacio hostil, lleno de juicios o burlas. ¿Cómo vive usted las críticas o los comentarios negativos? ¿Le afectan espiritualmente?

Vivimos en una cultura relativista que presume ser tolerante pero es profundamente hostil hacia quienes desafían su pensamiento. Es lo que llamamos la cultura de la cancelación. En redes sociales, un sacerdote recibe tanto mensajes de agradecimiento como ataques violentos. Pero no debemos temer. Igual que los primeros cristianos no temían al martirio, nosotros tampoco debemos tener miedo a la cancelación. Cuando alguien te critica suele ser porque estás haciendo el bien. Por eso hay que confiar en Dios y hablar con valentía. El mensaje cristiano no es de este mundo; por eso el mundo reacciona contra él como si fueran anticuerpos cuando nuestro cuerpo necesita defenderse. Nuestra misión es seguir adelante sin miedo.

¿Ha tenido testimonios de personas que se hayan reencontrado con la fe gracias a sus mensajes o a sus “Desayunos Espirituales”?

Muchísimos. El último fue el de un hombre argentino que se acercó al seminario con su familia para agradecerme. Me contó que había sido anticatólico y que, gracias a las predicaciones del Evangelio, había vuelto a la fe. Estaba por comenzar el Camino de Santiago y no quiso hacerlo sin antes venir a darme las gracias. Casos como este me llegan cada semana.

¿Y hay alguno que le haya impactado más? 

Sí. Una mujer, en un momento de ansiedad, abandonó a su marido y a sus hijos. Sin saber qué hacer y con cierto nerviosismo, entró en una iglesia. Como no sabía rezar, se puso a usar el móvil y escribió “luz” en Google. El primer vídeo que apareció fue uno mío, en el que justamente hablaba del matrimonio y la familia. Aquel mensaje le llegó profundamente y, delante del Señor, decidió regresar con su familia. A veces pienso que el algoritmo de las redes es el Espíritu Santo, que hace llegar el vídeo justo a quien más lo necesita.

Recientemente publicó un vídeo desde la cuenta Mater Mundi TV titulado “¿Es pecado hacer yoga? ¿Qué dice la Iglesia?”. Si tuviera que dar una respuesta corta y pastoral a un feligrés que le pregunta “Padre, ¿puedo hacer yoga?”, ¿qué le diría?.

El yoga no es una simple gimnasia o técnica de relajación. Su origen está en una práctica espiritual que busca conectar con una energía impersonal, y eso, desde la fe cristiana, puede resultar peligroso. El mundo espiritual existe, pero no todo lo que hay en él procede de Dios, también existen los ángeles caídos, y entrar en ese terreno sin discernimiento puede dañar el alma. El yoga no es neutro. Busca una armonía interior basada en lo que llaman “energía cósmica”, pero nosotros sabemos que la verdadera paz no proviene de fuerzas anónimas, sino de la unión con Dios. Muchas personas se acercan al yoga porque están heridas o buscan serenidad, pero esa paz no se consigue mediante técnicas, sino a través de la oración y una vida espiritual profunda.

Solo Dios puede sanar las heridas interiores y dar una alegría que no depende de la relajación o del bienestar momentáneo. Cuando vivimos en su presencia y cultivamos la amistad con Él, encontramos una paz que es auténtica, sobrenatural y duradera.

En un tiempo donde muchos dudan de todo, ¿qué significa para usted “creer”?

Creer es tener certezas. En el lenguaje cotidiano, “creer” suena a suposición, pero en la fe significa conocimiento firme. La convicción de que Dios existe y es más real que cualquier cosa que podamos ver o tocar. La fe da fundamento a la vida y responde a la sed de sentido que todos tenemos. Dios no es una idea, es una realidad que entra en nuestra existencia y le da plenitud.

Si pudiera resumir su misión en una frase, ¿cuál sería?

Jesús dijo: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”. Nuestra misión es dar vida a un mundo que está muerto y llevar luz a los lugares oscuros. También me conmueven las palabras de Cristo en la cruz: “Tengo sed”. Toda nuestra vida debe consistir en saciar esa sed de amor que Él siente y que el mundo tantas veces le niega porque vive de espaldas a él.

Si pudiera lanzar un mensaje a la Iglesia universal desde Toledo, ¿cuál sería su deseo o súplica para estos tiempos?

Volver al amor primero. Volver a la intimidad con Cristo y a una vida espiritual profunda. Dios desea ser querido y amado. Recordaría el mensaje de Fátima: “muchas almas se pierden porque no hay quien rece ni se sacrifique por ellas”. A mis hermanos sacerdotes les diría que nuestra primera misión es la amistad con Cristo, para reparar los corazones heridos de Jesús y de María por la frialdad del mundo. Y a la Iglesia, le pediría confianza en el Señor. Incluso en los momentos más oscuros, estamos en sus manos. 

En mi libro Manual de supervivencia para los últimos tiempos, invito precisamente a eso, a vivir una fe profunda y esperanzada en medio de un tiempo convulso

Comentarios
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Pilar
Ayer
Un sacerdote que se nota que reza Creo que el éxito del P Valentín es su sencillez y la alegría que transmite, ya desde por la mañana, invitando a vivir todo el día a la luz del evangelio. No se mete en más historias, en polémicas inútiles, solo en poner la mirada en Cristo y ver todo desde El. Esas dos horas de oración que hace desde por la mañana se notan enormemente y hacen que el Espíritu Santo actúe a través de él con enorme eficacia, por lo que oigo a muchos que le escuchan y lo que me transmite a mi misma. Además no se preocupa de los “like” ni de tener más o menos seguidores. Es un gran influencer católico y muy atípico en este sentido, lo que es muy atractivo para los fieles que estamos hartos de tanto emotivismo y charlatanería pseudo religiosa, de tanta polémica estéril y de tanto personajillo hablando de todo y opinando de todo dentro de los mismos sacerdotes, pero que les falta vida interior a raudales y solo estan preocupados de tener mucho renombre en las redes
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Yolanda Delgado
Ayer
Gracias Padre Valentín Gracias por sus Desayunos Espirituales, me han servido mucho, ya que estoy pasando en una noche oscura del Alma, en un desierto espiritual que duele, pero como dijo el padre Valentín, El algoritmo de las redes sociales las maneja El Espíritu Santo,y pareciera verdad ya que el me ha llevado a sus videos y a su libro el cual leí y me han ayudado muchísimo en este momento de mi vida, aún sigo en este peregrinar buscando paz Espiritual, pero se que Dios me dará esa Gracia..
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Macarena Santos
Ayer
La labor del Padre Valentín Aparicio en redes sociales destaca en un entorno de confusión. Su habilidad para transmitir el mensaje divino con claridad y profundidad no solo desafía la cultura de la cancelación, sino que también ofrece esperanza. Sin embargo, surge la pregunta: ¿cómo puede la Iglesia utilizar esta evangelización digital sin caer en el mero exhibicionismo? Es crucial que la misión evangelizadora sea un esfuerzo colectivo que integre a toda la comunidad.
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